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Marcela Iriarte (51 años, 3 hijos, prevencionista de riesgos de profesión) dice que su vida estuvo desde siempre ligada a los caballos. Aunque trabajó más de 25 años en el área minera y forestal, los caballos y el campo estuvieron desde un principio en su vida y la de su familia.

Su emprendimiento comenzó a tomar forma en el año 2013, cuando recibió un llamado de algunos trabajadores forestales para avisarle que había un potrillo abandonado en el bosque  a punto de morir.

“Lo fuimos a buscar y lo llevamos a la casa de una familia amiga en el campo para cuidarlo hasta que se mejoró. Hoy Soñador tiene 7 años y es uno de los potros sementales de mi corral”, dice.

Un corral

Junto a su compañero de vida, Claudio Araya Díaz, comenzaron a recibir cada vez más ejemplares de caballos, que llegaban a sus vidas por diferentes motivos. Actualmente son 9 caballos, 16 cabras y dos perros pastores los que componen el corral.

Siento mucha gratitud. He pasado por mucho en mi vida y soy como un mono porfiado, me levanto siempre”, Marcela Iriarte

En julio de 2018 iniciaron actividades y en enero del año siguiente inauguraron el corral “Cuna del sol”. Gracias a esta iniciativa, Iriarte Pizarro acaba de recibir el premio Mujer Empresaria Turística 2020, en su XI versión. El reconocimiento tiene como objetivo destacar los aportes en torno a la actividad turística en el campo y el lema de este año fue el turismo y su desarrollo rural.

La premisa con la que trabajan en el corral es la amansa racional de los caballos. “Antes, para amansar a un caballo, se le posteaba, se le hacía pasar hambre y sed, es lo que se conoce como la amansa bruta. Nosotros usamos, una técnica ancestral conocida como amansa racional, donde a través del susurro logras que el caballo se interese por ti, sin violencia ni castigo. También se les toca el arpa”, dice Iriarte. Los visitantes del corral pueden disfrutar de un paseo por los cerros, por terrazas Diaguitas, por el río o una experiencia de terapias con caballos, terapéutica o antiestress, que tiene que ver con crear una conexión con los equinos.

“Hay terapias para adulto, para bajar el estrés, para demostrar liderazgo, trabajo en equipo y mucho más. También trabajamos con ellos para rehabilitación de niños, los caballos son seres muy nobles y terapéuticos por excelencia”, dice.

Siento mucha gratitud. He pasado por mucho en mi vida y soy como un mono porfiado, me levanto siempre. Mi hermana dice que eso es mi resilencia. Llevamos seis meses cerrados por la pandemia y solo un año y medio de vida como corral, entonces que nos reconozcan con algo así es muy gratificante. Esto ha sido una nueva oportunidad para darnos cuenta cómo Dios nos acaricia”, reflexiona.

 

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