ír a un niño de diez años contar cómo pastorea a sus animales y escuchar su relato sobre cómo hace queso de cabra junto a su familia en el campo cercano a La Serena no es algo que ocurra a cada momento para un citadino. Por eso mismo, conocer a Tomás en la Escuela multigrado del sector de Punta de Teatinos se debe registrar como un privilegio, como una rara oportunidad que se aprecia, se valora y se comparte.
Conducidos por su profesora Yamuy Chang, Tomás y otros 11 niños de ese establecimiento municipal –perteneciente a la Corporación educacional Gabriel González Videla (GGV)- representaron ante una pequeña delegación de investigadores y apoderados una breve obra sobre El Culebrón, un mítico relato del sector de la Laguna El Saladito, 10 km al norte de la ciudad.
En la comuna de La Serena son ocho las escuelas llamadas también multigrado en las que un solo profesor atiende a todos los alumnos de 1° a 6° básico, separándolos de acuerdo a su nivel, pero todos reunidos bajo un mismo techo, en un salón.
“La Corporación GGV está desarrollando este año un proyecto destinado a recopilar relatos de niños y adultos de esas localidades en los cuales se incluyan algunos mitos y leyendas o bien historias locales que reflejen la identidad rural”, señala la profesora Lucía Bolados, profesional de Innovación de la Corporación, quien junto a un grupo de investigadores, ha recorrido las ocho localidades para conocer in situ dichos relatos.
Llama la atención, por ejemplo, la narración de Eugenio Muñoz Rivera (48 años), criancero de La Laja, en el sector nororiente de la comuna. En esa localidad, que reúne a unas 15 familias, la escuela atiende hoy a sólo tres niños, quienes tienen allí un lugar donde conocen los contenidos básicos como leer y escribir y las operaciones matemáticas, pero en ese espacio aprenden también a compartir, al mismo tiempo que se alimentan y abrigan; y su profesor les muestra –en la medida de sus posibilidades– cómo es el mundo más allá de La Laja.
Muñoz cuenta de un episodio de varios días de aislamiento que vivió junto a su hermano, cuando ambos subieron muy tardíamente - en junio - a buscar algunos animales que tenían pastando en la cordillera. Para combatir la sequía, que a veces se arrastra durante varios años, trasladan a sus animales montaña arriba, pero las nevazones pueden ser trampas mortales para estos crianceros que viven del ganado caprino, de su carne, su leche y su queso.
En La Laja, localidad situada a 120 kilómetros de la capital regional donde no hay agua potable ni luz eléctrica, surgen otros relatos en la voz de Ruperto Muñoz, quien junto a su esposa, Rosa Calderón, abren las puertas de su casa de adobes con piso de tierra. Al abrigo del viento frío, con un té caliente, pan amasado y queso de cabra ofrecidos por estos anfitriones, Ruperto da rienda suelta a sus recuerdos y así aparecen diablos, fantasmas, entierros de tesoros, engaños y otras historias en que se van mezclando los vivos con los muertos, lo real con lo imaginado.
Más cerca, en Pelícana, el equipo se reúne con un grupo de siete activos alumnos, conducidos por su profesor Leonardo Rocco. Allí los sorprende Lucía y una historia que recuerda a autores del realismo mágico. Cuenta de una pareja de hermanos que se disputan por una perra y el final trágico de dos muertes, un bípedo y el cuadrúpedo. Los restos del árbol donde se produjo esa desgracia, incendio incluido, aún permanecen en la zona y las penaduras también, según dicen algunos lugareños.
Pelícana está a 20 km de La Serena, pero es aun así un sector rural. Hasta ese poblado llegan decenas de personas a la semana. Son adultos que van a “consultas” con Aldo Leyton, sanador yerbatero, heredero de la tradición de “médico popular” de Humberto del Rosario Vigorena, su padrastro. Humbertito, sobreviviente de la peste de viruela en los años 60, falleció en 2011, pero su fama sigue presente y se extiende más allá de las fronteras de Pelícana, un pueblo de raro nombre y de desconocido origen.
Los “hombres como piedra” son formaciones rocosas que parecen personas y según algunos habitantes de El Romeral, parecen ser cuidadores eternos del Tesoro de Guayacán, es decir del oro dejado quizás allí por quienes huían de los piratas hace algunos siglos. En este sector existe una comunidad escolar formada por la escuela básica, que tiene 19 estudiantes –la más numerosas de las ocho- y un jardín infantil que abriga a 11 pequeños. Por esas salas, patios y demás dependencias circula el maestro Juan Frívola, quien gestiona con el municipio y empresas locales y externas ayuda para mejorar el servicio educacional a esa comunidad.
En una animada conversación del equipo investigador con los alumnos de la escuela, Florencia, de apenas seis años, cuenta que un día “estaba pastoreando y me salió un hombre negro que tenía 4 ojos”. Ella, que cuida a sus caprinos en la compañía de sus perros, dice que se asustó mucho y salió arrancando. Consultada qué hace para no perderse cuando sale sola al campo responde que deja “unas marcas y mi mamá me encuentra”.
Si hay algo que une los relatos de los menores de estas ocho escuelas es la aparición de duendes. En todas las conversaciones los niños cuentan cómo ellos mismos o sus familiares han jugado con duendes o bien han tenido alguna relación no tan amistosa con ellos. En El Romeral, por ejemplo, Luciano, de 11 años, contó de una amiga que jugaba con un duende “como si fuera su hermano”, pero un día la criatura le dijo “estoy enamorado de ti y le pegaba para convencerla”. Le indicaron a la niña que para espantarlo debía quedarse “hedionda” y que cuando la visitara le diera un “sándwich asqueroso”, de esa forma el duende se arrancaría.
En Los Corrales, el profesor Jaime Fontealba recibe al grupo de investigadores y comenta que le han sucedido cosas paranormales, específicamente en la escuela y en su antigua casa, ubicada en el pueblo. Relata, entre otras, la historia de Margarita, una joven que murió en un incendio camino a la localidad de El Mollaco. Según él, esta joven “se aparece en la ruta, al mediodía, y luce zapatos de charol y un vestido largo”.
Allí también se supo que en las cercanías de Los Corrales existió una vivienda en la que ocurrían sucesos paranormales. Esta casa, según el relato, fue visitada incluso por periodistas de Televisión Nacional de Chile. Allí se hacían presentes espíritus que hacían ruidos y golpeaban las paredes; en una ocasión dejaron caer un hueso desde el cielo. Esta propiedad y su probable dueño también son objeto de historias de otras localidades cercanas, pero esa información la siguen trabajando los investigadores para confirmarla o desmentirla pues alude a personas que estarían vivas.
Las ocho escuelas han sido visitadas por el equipo: en La Estrella los recibió la profesora Myriam González; en Almirante Latorre, una de las localidades más lejanas a la ciudad, se reunieron con Roberto Rodríguez. Huguette Abott fue la anfitriona en la Escuela de El Chacay. En todas surgen los relatos en boca de niños y adultos.
El antropólogo Sebastián Toledo –que forma el equipo junto al sociólogo Samuel Hernández- explica que esta “es una investigación que busca hacer emerger las tradiciones profundas de un sector de la comuna de La Serena que permanece invisibilizado”. Añadió que el proyecto –financiado por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (CNCA) tendrá una duración de ocho meses, contemplando un trabajo de campo para recabar información; un período para el análisis y otro para elaborar, editar y lanzar un libro como resultado de la investigación.
En relación a este proyecto, el secretario general de la Corporación Municipal de La Serena, Patricio Bacho Chávez, señaló que se busca “promover el rescate de las raíces y tradiciones de las comunidades rurales, en especial, para que nuestros estudiantes sean conscientes de la riqueza cultural que existe en la zona, con el objetivo de visibilizar este trabajo, a través de la publicación de un documento, que sirva de referente para la educación pública”.
Para la directora del CNCA Región de Coquimbo, Daniela Serani, “proyectos como éste potencian el rescate y puesta en valor de un patrimonio que, debido a la concentración urbana y homogeneización cultural, se invisibilizan y se ponen en riesgo de extinción”. Lo que se busca, añadió, es “salvaguardar procesos identitarios que nos permiten reincorporar imaginarios posibles sobre todo a nuestros niños y niñas”.
“El esfuerzo de la Corporación Municipal Gabriel González Videla de trabajar con escuelas rurales de la comuna de La Serena representa un aporte fundamental al rescate del inmenso patrimonio inmaterial presente en cada uno de sus rincones”, sostuvo Daniela Serani.