Aquel día había sido duro para Eugenio Munizaga. Cuando llegamos a su parcela notamos que él acababa de bajarse de su vehículo. Venía del funeral de un familiar de uno de sus trabajadores. Su andar era cansino y por un momento pensamos que su ánimo no daría para concedernos la entrevista. Nos equivocamos.
“Disculpen la demora”, dijo, amable, sumamente amable, pensando que venía retrasado. “Lo que pasa es que hoy despedimos a una persona muy apreciada”, agrega Munizaga, mientras ofrece su mano derecha en un sutil saludo. De fondo, ladran sus perros, sus fieles canes que muestra con orgullo. “Dicen que son más fieles que los seres humanos”, agrega, un poco en broma, un poco en serio.
Entrar a su casa es una experiencia. Una mezcla de objetos modernos con elementos antiguos, clásicos, coloniales, diríamos para caer en el cliché. Nos hace avanzar por un pequeño pasillo hasta llegar a un salón que no alcanzamos a saber si es el principal. Allí, su señora y un par de amigos lo están esperando, se muestran algo tímidos cuando ven que la cámara de nuestro gráfico sin querer apunta en su dirección, pero baja el lente y todo vuelve a la normalidad.
“¿Dónde conversamos, don Eugenio?”, es la primera pregunta que le hacemos (“¿Dónde quedaron nuestros cinco años de periodismo?”, nos preguntamos a nosotros mismos). Él, rápidamente, reacciona y lo seguimos hasta la oficina en donde hoy por hoy pasa gran parte de sus días trabajando como empresario agrícola, tratando de hacerlo con la misma fuerza de siempre, aún convaleciente del cáncer bucal que el año pasado lo tuvo entre la vida y la muerte. “La sufrí, lo pasé bastante mal, pero ya estoy casi recuperado”, dice con una leve dificultad para hablar, consecuencia de la desafortunada enfermedad.
LA SERENA DE MUNIZAGA
Sabíamos perfectamente con quién estábamos, pero sólo al ingresar a su despacho pudimos percatarnos de la magnitud del “personaje”. Diplomas, cuadros y reconocimientos dan cuenta de quién fue Eugenio Munizaga Rodríguez y lo que significó para La Serena.
Alcalde en el periodo 1977-1986 y diputado por el Séptimo Distrito entre 1989 y 1996. Fue para algunos el hombre fuerte de la ciudad colonial durante el Gobierno Militar y en los primeros años luego del retorno a la democracia.
Principal artífice de obras como la Avenida del Mar y el desarrollo del sector de Las Compañías, incluso hay quienes lo llegaron a comparar con Gabriel González Videla, de quien fue muy amigo y a quien admiró desde pequeño. Aquello se le nota, ya que se percibe algo de emoción en sus ojos cuando habla de él. “Todavía tengo en mi memoria la primera vez que vi al Presidente González Videla, cuando ya era mandatario y la ciudad se paralizaba, era todo un acontecimiento y a nosotros los que éramos escolares nos llevaban a verlo pasar, es un gran recuerdo para mí, se le veía como de otro planeta por ese entonces, tan lejano”, relata un Munizaga ya sentado en su sillón negro de cuero, que combina con su vestimenta de aquel día.
Y es que la imagen de Videla está íntimamente ligada a su infancia, ya que muy cerca de las calles donde creció era por donde pasaba el Primer Mandatario. “Si yo crecí en el centro de La Serena, ahí en calle Los Carrera, cerquita de donde está el diario El Día, éramos seis hermanos, todos hombres, yo soy el número tres, acá vivíamos con una tía abuela y en los veranos nos íbamos con mi padre al campo, que por esos años era uno de los productores más importantes de la zona, pero la mayor parte del tiempo la pasábamos acá en La Serena”, relata.
Allí fue testigo del verdadero “Huracán González Videla” que pasó como un terremoto y le cambió el rostro a la ciudad con el Plan Serena. “Lo que pasa es que él cambió todo”, acota el empresario, siempre en un tono ceremonioso, enfatizando con sus manos.
“Me tocó ver la transformación de la ciudad, creo que los que vivimos esa época fuimos privilegiados, realmente las construcciones que se hicieron en ese momento en el centro fueron de una magnitud nunca antes vista”, agrega el exedil de La Serena, quien por un momento mira un cuadro que está en las alturas de la pared de su despacho, o tal vez sólo mira el horizonte, no lo sabemos, pero de pronto sus ojos nos apuntan nuevamente y por primera vez reconoce que González Videla determinó su vida política.
“A mí el presidente me marcó en todo lo que fue mi futuro, porque pienso que el plan que llevó a cabo fue la anticipación de lo que tanto se habla hoy en día, que es la regionalización, él fue el primer presidente que realmente hizo una inversión fuerte en una región de Chile, sobre todo en educación porque muchos de los colegios emblemáticos que hoy existen en la Avenida De Aguirre, por ejemplo, son obra del Plan Serena”, explica el exparlamentario, con una convicción que impresiona, y la pregunta, entonces, queda rebotando ahí, entre las paredes del despacho de Munizaga.
-Entonces ¿usted quiso emularlo cuando fue alcalde?
“No, de ninguna manera. Lo que hizo él está muy por sobre lo que nosotros hicimos en el municipio. Pero tratamos de hacer lo mejor que pudimos, con los recursos limitados que había”, dice, con humildad el empresario agrícola.
Resulta que cuando Munizaga fue designado alcalde de La Serena por el gobierno militar, según él mismo afirma, las municipalidades en Chile no eran lo mismo que ahora. “Ahora, si bien los municipios tienen problemas de recursos, hay mejores condiciones”, acota. De hecho, un estudio realizado en la década del ’70, de la Universidad Católica, determinó que la Región de Coquimbo era la más pobre de Chile “y, por lo tanto, La Serena la capital de la pobreza en Chile”, agrega.
Pero aun así decidió asumir el desafío que, de alguna u otra forma ,lo tomó por sorpresa. “Yo siempre había tenido una participación en la política, había sido presidente de la Juventud del Partido Radical, y siempre participé de las juntas de vecinos, siempre estuve en lo que es el servicio público, me encantaba”, cuenta, sin perder por un segundo, el tono elegante de su voz.
Solía discutir ideas de cómo podría mejorar la ciudad y aparentemente, sus propuestas y entusiasmo cuando las expresaba habrían llegado a oídos del entonces intendente, el militar Luis Patricio Serre. Y es que Munizaga recuerda perfectamente el momento en el que se le propuso ser alcalde.
“Estábamos en una reunión con Serre y un grupo de serenenses conversando de cosas políticas, en fin, con el ánimo de buscar soluciones para sacar a esta ciudad de la extrema pobreza en la que se encontraba. En esa reunión yo le manifesté, como siempre, las ideas que tenía y claro, veía que él me ponía atención, hasta que en un minuto me dice, en el tono que tenía él, de militar, ‘¿Y cómo cantarías eso que me estás cantando ahora a voz limpia, pero con guitarra’?... Se refería a la guitarra de la municipalidad de La Serena y yo le contesté inmediatamente que estaría feliz de hacerlo con esa guitarra… Ahí empezó todo”, cuenta Munizaga, quien de la emoción pasa al orgullo.
UN NUEVO PLAN SERENA
Para muchos, Munizaga fue quien reformuló el Plan Serena. Y es que desde González Videla, La Serena no experimentaba un crecimiento tan importante en infraestructura. Llegó la hora de “cantar con guitarra” y el exedil estuvo a la altura, aunque a él no le gusta reconocerlo. Eso sí, le encanta recordar aquellos años en los que pudo dar rienda suelta a su afán de progreso regionalista.
“En ese tiempo estábamos con la marca de fuego de la pobreza y la primera tarea que nos encomendamos con los del consejo de desarrollo regional de ese tiempo, que es lo que hoy sería como el concejo comunal, fue hacer de ésta una ciudad pujante en virtud de su patrimonio, su arquitectura, su historia y proyectarla hacia el turismo, sobre todo eso, porque yo me acuerdo que en los primeros años, cuando llegué a la alcaldía, los comerciantes salían de vacaciones en los meses de enero y febrero, porque no había nadie. Ahora, en este tiempo, sería chiflado que un comerciante saliera de vacaciones en esa fecha”, explica el exalcalde, enérgico, como si las sensaciones de aquel momento volvieran a poseerlo.
-¿Y en ese interés por potenciar el turismo nace su gran obra, la Avenida del Mar…?
“Bueno, no sé si llamarla mi obra, pero de alguna manera también aportamos nuestro granito de arena. Pero, sí, fue uno de los grandes esfuerzos que nos tocó hacer, y lo hicimos entre todos a los que nos tocó estar allí en aquel momento”, cuenta, sobre su máximo proyecto en la capital regional, y sí, en el que también habría tenido injerencia, al menos en la inspiración, Gabriel González Videla.
“Lo que pasa es que Gabriel había dejado, después del Plan Serena para algún proyecto futuro reservadas las parcelas sur y norte que estaban en ese lugar, nosotros solicitamos el traspaso de los terrenos al municipio por parte del Ministerio de Agricultura y comenzamos con el sueño de la Avenida del Mar, ese fue el paso más importante que se dio en ese tiempo para dejar de mirar hacia los cerros”, recuerda.
-Y ahora, ¿qué siente cuando recorre el lugar al que, se podría decir, usted dio el puntapié inicial?
“Uno… Bueno”, contesta, con algo de duda y deja la respuesta inconclusa por un par de segundos… “Por supuesto que en algún minuto uno se da cuenta de que se hicieron cosas importantes en ese tiempo pero cuando uno está en el servicio público está precisamente para eso, para dejar mejor a su tierra, a su provincia, dejarla mejor de lo que la ha recibido, pero, yo te insisto, fue un trabajo de todo el municipio de aquel tiempo y sobre todo, y esto por favor te pido que lo destaques, fue un trabajo de la gente de la región en esa época”, enfatiza.
Y es que, según Munizaga, cuando quisieron construir la Avenida que hoy enorgullece a los serenenses y que cada verano se convierte en la inevitable tentación en los días soleados, se produjo algo que él nunca antes había visto, “una mancomunión” entre los distintos sectores y entre las familias con más recursos de la zona para concretar el sueño del alcalde. “No teníamos ni una chaucha”, consigna, con una leve sonrisa, al tiempo que amaga pararse de su silla. No lo hace.
“Entonces cuando asumimos el desafío de construir la Avenida y llegar por lo menos hasta Cuatro Esquinas la pregunta principal fue cómo hacerlo y no fue una pregunta retórica, en verdad la hicimos y se la hicimos a la gente que había que hacérsela y hubo muchos que se comprometieron con el proyecto, de una manera de pronto casi artesanal, pero con tanta mística”, relata la exautoridad y la emoción vuelve a su voz, a sus ojos.
“Empezamos a juntar diarios para reunir plata, botellas para vender, en grandes cantidades por supuesto, Comenzamos también a realizar espectáculos en el teatro que había en ese tiempo, donde ahora hay un estacionamiento, recuerdo que la familia dueña de ese lugar nos cedió el uso, la familia Corral, muy comprometida (…) Se juntaban los animadores de radio que eran más conocidos y hacían distintas actividades para reunir fondos y fundamentalmente ese dinero que se reunía era para pagar el combustible que necesitaba la maquinaria que estábamos utilizando, una maquinaria que también en gran medida era prestada por las grandes empresas para ir haciendo este camino (…) Yo te digo, hubo familias y empresas de la zona que compraron camiones, bulldozers, tractores para sacar esto adelante. Fue algo realmente impresionante”, cuenta Munizaga, cuyo relato sólo es detenido por el golpe de una puerta en algún lugar de su casa. La exautoridad vuelve a amagar a levantarse del asiento y nuevamente declina. “Bueno, esa es un poco la historia de cómo tanta gente hizo posible esa obra en La Serena que hoy ya se ha convertido en un ícono”, agrega y el silencio irrumpe en el despacho. Una pausa implícitamente consensuada entre entrevistador y entrevistado siempre viene bien.
POR LOS SECTORES MÁS VULNERABLES
Más de una hora de conversación que parecen no haber sido nada. Y es que no se pueden resumir 73 años en 60 minutos. Munizaga, quieto, con sus manos haciendo un triángulo pegado a su cara chocando rítmicamente sus dedos, viendo venir la próxima pregunta, que no fue pregunta sino más bien una afirmación perfectamente refutable.
-Luego de la Avenida del Mar, vinieron más obras, hubo algo así como una obsesión con Las Compañías…
“No, no fue una obsesión, para nada, pero sí, hicimos grandes esfuerzos por ese sector de La Serena”, afirma, tajante. Y es que en aquel tiempo, si La Serena era considerada una de las ciudades más pobres, Las Compañías era uno de los sectores que mejor graficaba esa dura realidad. Aquello fue vislumbrado por el exparlamentario y quiso incorporarla al progreso que poco a poco experimentaba la ciudad.
“Era un sector que se encontraba abandonado, segregado, había un puente y nada más que los uniera con el resto de la ciudad por eso nuestra meta en ese momento fue crear una mayor conectividad, en ese tiempo se construyó el Puente El Libertador y creo que desde ese momento Las Compañías comenzó a tirar para arriba”, asevera.
Pero la tarea no terminó con el puente. Se crearon campos deportivos y plazas. “Yo hice lo que pude para revitalizarlo, porque sentí que era un deber, no descuidar un lugar para privilegiar otro. Nos interesaba a todos los que estábamos trabajando que el desarrollo fuese integral”, agrega Munizaga, quien en esa época también recibió críticas precisamente porque para algunos hubo un momento en que se ocupó demasiado del sector ubicado al norte del río Elqui. Sin embargo, él las recuerda con liviandad, incluso, las cuenta a manera de anécdota y las ocupa como una forma de ejemplificar lo que él siente fue su relación con la gente durante su periodo.
“Yo siempre sentí que tenía una muy buena llegada con las personas, de todos los sectores políticos, pero nunca se le puede caer bien a todo el mundo. Recuerdo una vez, justamente paseando por Las Compañías -donde iba mucho- alguien que seguramente no era de ahí, la verdad no lo sé, dice, ‘ya anda este hueón por acá de nuevo, no ves que seguramente nació acá y por eso que les da preferencias’… Me lo dijeron con algo de rabia, pero para mí fue gracioso”, relata, con una leve sonrisa.
AL PARLAMENTO
Casi cumplía una década al mando del municipio de La Serena cuando decidió que ya era suficiente. El 5 de mayo de 1986 Eugenio Munizaga presenta su renuncia irrevocable a la alcaldía, habiendo vivido allí sus días más gloriosos en la política. Asegura que fue una decisión difícil, principalmente a nivel personal porque dejaba a muchos amigos, pero era necesario, según relata. “Recuerdo que fue un día triste cuando partí, me hicieron algunos homenajes y más de alguien me pidió que continuara, pero sentía que era el momento de volver a alejarme por un tiempo. Ya habíamos trazado un camino”, cuenta.
Volvió a su realidad anterior. Al dejar la casa edilicia, Munizaga asumió la gerencia general de Pisco Control y volvió a ser un empresario agrícola, pero no por mucho. Resulta que cuando vino el retorno a la democracia y las nominaciones parlamentarias de 1989, el exalcalde fue nominado por su partido, Renovación Nacional, para competir. No lo dudó y fue la primera mayoría en el Séptimo Distrito, con el 31,5% de los votos.
-¿Siente que en esa elección se validó democráticamente lo que había hecho como alcalde designado?
“Yo creo que sí”, indica un enfático Munizaga. “Realmente sentí que había interpretado el sentir de la gente como alcalde y que en ese momento querían que regresara y me dieron esa responsabilidad que también era un voto de confianza. Me sentí querido por mi ciudad y mi provincia cuando gané esa elección”, expresa.
Fue reelecto por un periodo más y de aquellos años lo que más recuerda era la falta de tiempo, fundamentalmente para estar con su familia. Y es que definitivamente se dio cuenta de que trabajaba demasiado y prácticamente no descansaba. “Era más desgastante que ser alcalde, en términos físicos, me pasaba yendo y viniendo desde La Serena a Valparaíso (…) Quería estar en todos los lugares, estar con la gente, estudiando los proyectos de ley, estudiando las materias a legislar. La verdad es que creo que cuando uno tiene el servicio público tan arraigado y hace la pega con tanto compromiso, de repente se descuidan cosas, como la familia”, confidencia Munizaga.
Sin embargo, el exdiputado se dio cuenta de aquello más tarde, ya que cuando en 1996 quiso continuar ligado al Parlamento, esta vez en la Cámara Alta, el destino quiso otra cosa. No resultó electo. “Obviamente que una derrota siempre es dolorosa, pero en la política hay que estar preparado para ganar y perder y yo lo estaba. Me lo tomé con mucha madurez política y asumí que era el momento, una vez más, de dar un paso al costado. Eso sí, lo que me dejó conforme en esa elección es que la gente de aquí, de mi distrito, sí me apoyó”, recuerda, y de nuevo, el silencio.
EL AMIGO GONZÁLEZ VIDELA
Fueron más de 20 años de carrera política en la primera línea. Pero a la hora de los recuerdos, Munizaga se queda con lo que consiguió en el ámbito personal, darle prosperidad a la gente de los sectores más vulnerables, haber conocido a buenos amigos, algunos que todavía están y otros que partieron. En este último grupo se sitúa el más insigne de todos, el expresidente Gabriel González Videla.
Y es que cuando lo conoció de niño, lo miró desde la vereda de enfrente, como una figura intocable, lejana. Sin embargo, años más tarde compartió charlas interminables de la vida y la política con el exmandatario radical. “Lo que pasa es que yo siempre sentí que cuando González Videla dejó la Presidencia, la gente de acá de La Serena como que le dio un poco la espalda, se olvidaron de él y todo lo que había hecho por la ciudad”, indica Munizaga, en el tono más serio que le habíamos escuchado hasta ese minuto durante la entrevista.
Es por eso que cuando tuvo la oportunidad de rendirle tributo lo hizo. Aquello sucedió cuando era la máxima autoridad comunal y lo declaró hijo ilustre de la ciudad, entregándole la medalla Francisco de Aguirre. “Él, al parecer, no había venido a La Serena desde que había dejado de ser Presidente, o venía muy poco, por lo que te digo, lo habían olvidado, pero en el aniversario de la ciudad en el 79 lo invitamos y él aceptó, fue muy bonito, ahí iniciamos una gran amistad con él y con la señora Rosa Markmann Reijer, la famosa señora Miti”, cuenta el empresario agrícola.
Pero aquella vez en que se le entregó la medalla de la ciudad no estuvo exenta de problemas. Según cuenta el exalcalde y diputado, vivió uno de los momentos más tensos de su vida pública ese mismo día. Resulta que había encomendado la tarea de elaborar la prenda a un conocido joyero de la zona. Sin embargo, éste desapareció unos días antes de la ceremonia.
“Ahora yo lo recuerdo como una anécdota, pero fue ‘terrible’”, cuenta Munizaga entre risas. “Lo que pasa es que este señor (el joyero) tenía que tener la medalla lista el día viernes para el acto que era un domingo, lo tratamos de ubicar y no aparecía. Llegó el sábado, y tampoco. El domingo y todavía no aparecía. Hasta que yo estaba leyendo el discurso ese mismo día, ya con un plan B que era entregarle sólo un diploma al Presidente, hasta que cinco minutos antes de que terminara, el secretario municipal me grita desde un costado ‘¡Eugenio, la medalla!’… El joyero había aparecido”, relata, en un tono coloquial.
Pero más allá de la anécdota, González Videla quedó tan agradecido de Munizaga que continuó viniendo a los sucesivos aniversarios de La Serena hasta el día de su muerte. Años más tarde, la señora “Miti” volvió a la zona para entregarle un valioso presente al hoy empresario agrícola. “Me trajo unas joyas de oro preciosas que eran de él. Ella (la señora Miti) me visitó y me dijo en un tono muy solemne, ‘Toma, Eugenio, esto es un obsequio que te traigo por encargo del mismo Gabriel antes de morir’. Tú comprenderás la emoción que uno siente en ese momento”, precisa. El Presidente González Videla le había devuelto la mano.
EL MOMENTO MÁS DURO
Hoy, quien fuera uno de los hombres más fuertes de la política local está retirado. Dedicado a sus negocios y a su familia, cuando no está trabajando está disfrutando de un paseo con su mujer o visitando a sus hijos y nietos. Se le ve feliz, recuperándose de la enfermedad que hace poco estuvo a punto de quitarle la vida.
-¿Cómo vivió ese momento tan complejo?
“Con calma”, responde de entrada, casi antes de que terminemos de preguntar. Y es que así trató de hacerlo, tomar el cáncer racionalmente. Eso sí, aclara que hubo momentos en que le costó. “Lo que pasa es que fue todo de improviso. Yo había vuelto de Europa y me fui a hacer un control dental de rutina, ahí la dentista notó algo extraño en mis encías, pensó que eran hongos, nada grave así que me dio un medicamento y me dijo que volviera 15 días después”.
Pero el medicamento no hizo nada. Al contrario, el tema empeoró. Por ello, cuando retornó al médico, fueron claros: O probaban un remedio más fuerte o derechamente le hacían una biopsia. Munizaga también fue claro y prefirió la biopsia. ¿El resultado? Brutal, tenía un cáncer bucal. “En ese momento lo primero que se te viene a la cabeza es que tienes los días contados. Mira, yo siempre fui muy realista y sé que lo único seguro que tenemos es la muerte, pero cuando te enfrentas realmente a ella la cosa cambia, de manera tal que si se puede encontrar la manera de alargar el plazo hay que hacerlo”. Y lo hizo.
Viajó a Santiago a tratarse. Allí ratificaron que su enfermedad era en extremo delicada y que corría el riesgo de que el cáncer se propagara. “El doctor me dijo que se me podía haber metido entre los dientes, por lo tanto lo que había que hacer era cortarme la mandíbula, ahí me asusté, pero me dijeron que no me preocupara, que me sacarían una parte del hueso de la pierna y me harían otra mandíbula. Imagínate a los doctores diciéndote todo eso, así en frío”, expresa Munizaga, un poco nervioso cuando recuerda aquellos momentos.
Todo salió bien, y hoy ya está casi recuperado. Sin embargo, el proceso no fue fácil. “Literalmente me pasó el tren por encima”, indica el empresario, al tiempo que se levanta de la silla en donde ha permanecido por casi dos horas y saca de un estante una prótesis idéntica de su mandíbula. “Mira, lo que es capaz de hacer hoy la medicina”, acota, mientras muestra los detalles, la vuelve a guardar en el estante, se sienta y continúa su relato.
“Fue en marzo del año pasado cuando me operaron y la rehabilitación se esperaba que fuera de unos seis meses, incluso, algunos amigos esperaban que yo estuviera en condiciones de hacer campaña para postular al Core, pero lamentablemente demoró un poco más. Aún tengo problemas con la voz porque estar 14 horas con la cabeza inclinada hacia atrás afectó mis cuerdas vocales, pero esperemos ya estar pronto al 100%”, relata, con la tranquilidad que brinda el haber ganado la batalla, la batalla contra la vida y contra la muerte.
-Su familia fue fundamental en ese momento, me imagino…
“Uff, la vieja”, dice cariñosamente, refiriéndose a su incondicional esposa. “Una capacidad salvaje tuvo para apoyarme, estuvo al lado mío siempre, por ella, por mis hijos, por mis nietos, y por el futuro, nunca pensé en tirar la esponja”, dice Eugenio Munizaga Rodríguez, el alcalde, el diputado, el radical, el RN, el empresario agrícola, el amigo de González Videla, el esposo, el padre, el abuelo, el sobreviviente.