La jibia o calamar gigante, es desde hace unos años un actor clave en la actividad pesquera nacional. El progresivo declive en la captura de merluza ha contribuido al creciente protagonismo del calamar rojo, como también se llama a esta especie.
Por lo anterior, quisimos conocer desde la actividad pesquera artesanal de Coquimbo, la forma de llevar a cabo la captura del recurso antes señalado. Así, el pasado martes al atardecer, emprendimos un viaje en conjunto con tres trabajadores de mar a realizar la extracción in situ de la jibia.
Previa autorización de la capitanía de puerto, abordamos una pequeña lancha a motor, llamada Oma-Gina, perteneciente al señor Herber Kobus, jefe de flota del embarcadero Coquimbo II, existente en la ciudad puerto, quien nos facilitó vivir esta experiencia junto a su personal de faena. Antes de ello, nos explicó el tipo de trabajo a realizar y la manera de extracción utilizada afirmando que “nosotros pescamos jibia con un proceso que es único en estos botes en chile, el cual cuenta con un sistema eléctrico que reduce el esfuerzo que significa para cada pescador la extracción de este recurso”, detalló.
“Esto consiste en un carrete eléctrico, al cual se agrega una luz intermitente para que la jibia se acerque al señuelo, reforzado por una luz inferior de las lanchas, utilizadas cuando los lobos marinos se acercan a la embarcación. Para ubicar las especies, utilizamos el video ecosonda a color, con el cual el patrón mide la distancia de fondo marino y a su vez utilizamos en ocasiones, un sistema satelital para hacer más efectivo el zarpe”.
Al dar la mano al señor Kobus ante la oportunidad brindada, comenzamos una aventura que jamás experimentamos con anterioridad, la cual estuvo marcada por gratos momentos y otros no tanto, debido principalmente a nuestra inexperiencia junto a mi compañero. Nos pusimos nuestra indumentaria, que consistió en un traje de agua y chalecos salvavidas, más una serie de ropaje para capear el frío, presentándonos ante el capitán de la lancha pesquera, Luis Nuñez, ‘el Lucho’, quien nos recibió y en medio de bromas comenzamos el viaje mar adentro.
A poco andar, entablamos diálogo con los otros dos tripulantes, quienes notoriamente poseen una experiencia en las faenas de pesca artesanal. Así conocimos a José Miranda (El Pepe), quien se declara un aficionado de la pesca desde su niñez y al respecto de su labor, detalló que “llevo más de 40 años en el mundo de la pesca, recuerdo cuando todo era abundancia en este sector. Coquimbo ha perdido una gran cantidad de recursos producto del mal manejo de los sectores de extracción, lo que debe cambiar en beneficio de los pescadores artesanales y nuestros hijos, ya que cuando pescábamos alcanzaba para todos”.
Don ‘Pepe’, realizó el trabajo de calar una red de pesca, de algo más de 2.7 kilómetros de longitud, lo que realiza con gran destreza, mientras relata aspectos de su vida y accidentes sufridos en el transcurso de los años, que lo han convertido en un experimentado hombre de mar. Posterior a realizar el calado, la embarcación vuelve al sector de embarque para que ‘Pepe’ vuelva a tierra a realizar otras faenas.
Desde ese momento nos internamos mar adentro en la busca de la jibia, el capitán Nuñez nos precisó el porqué en la actualidad este recurso a tomado tanta importancia para el sustento de la pesca en Coquimbo, al señalar que “la pesca de arrastre eliminó de aquí de Coquimbo a la merluza, lo cual aún se puede detener mediante una buena legislación, ya que algo similar pasó con la especie de jurel, el cual simplemente desapareció. Nosotros pescábamos artesanalmente, pero permitíamos su nueva reproducción y crecimiento, lo que ya no es respetado”.
“Esta pesca indiscriminada, es lo que causa que el día de hoy, la jibia sea el principal recurso sobre el que trabajamos, ya que no hay pescado, convirtiéndose hoy en nuestro sustento. Sabemos que la gran parte de lo que sacamos es exportado, pero sin duda, pronto la industrialización de esta especie también nos llevará a la exterminación y será lo mismo que nos pasó antes”.
Lo comentado por el capitán de la lancha Oma-Gina, fue reafirmado por sus compañeros, quienes concuerdan en que es necesario que la jibia no siga explotándose por las empresas de pesca industrial, pues éste es uno de los pocos recursos marinos que queda para ser extraído racionalmente y la industria lo está exterminando con pesca de arrastre.
La mencionada faena, implica que la captura sea sin ninguna selectividad, lo cual ratifica, Francisco Carreño, un joven tripulante y trabajador de mar proveniente de la localidad de Lebu, afirmando que “yo he visto como las embarcaciones de las empresas extraen los recursos y botan al mar la pesca que no les sirve (que ya está muerta), que en este caso son especies que no son jibias o bien jibias de mayor edad, pues prefieren la de edad juvenil ya que su carne es más blanda. Sin duda, que esto pone en riesgo la supervivencia de la especie, ya que la industria, al perseguir a jibias en edad juvenil, implica que en muchos casos estas ni siquiera han desovado, o sea no se han alcanzado a reproducir”.
Mientras conversamos intensamente sobre el tema anterior, el atardecer ofreció una postal hermosa de la ciudad puerto que pronto se perdió debido a la oscuridad. Después de unos 50 minutos de navegación mar adentro, la lancha se detuvo y comenzó el proceso de trabajo de los tripulantes, quienes afanosamente preparaban los carretes eléctricos sostenidos en los extremos de la embarcación, amarrando a la lienza una corona con una luz intermitente.
Unos minutos más tarde, el capitán Nuñez grita a viva voz “¡están a 50 brazas, tiren los carretes!” Lo que corresponde a unos 91 metros de profundidad y rápidamente comenzaron a ejecutar esta labor. A pocos minutos comenzó la extracción de la jibia, la cual es muy agresiva, al ser carnívora; al momento de salir del agua, la especie arroja un líquido interno que deja completamente mojados a los trabajadores, quienes por medio de un gancho proceden a retirar de la lienza el recurso de distintos tamaños. En la oscuridad se hace complicado ver con claridad el proceso, pero los pescadores realizan esta acción con completa maestría.
Allí permanecimos por varias horas, contemplando in situ el trabajo de estos hombres, mientras el frío hacía de las suyas en nuestros cuerpos poco acostumbrados a permanecer en estas condiciones. Junto con ello, mientras la embarcación se encuentra detenida en labores extractivas, el vaivén de la lancha sobre el mar, hace que el mareo comience a formar parte de nuestras percepciones, lo que produjo un malestar corporal bastante notorio.
RIESGOS DEL TRABAJO DE PESCA
Así continuamos conversando con los pescadores, mientras ellos compartían una ‘choca’, aludiendo a su colación, lo que definitivamente no estábamos en condiciones de hacer nosotros. En esos momentos consulté al capitán, acerca de los riesgos que se corren en el mar al momento de salir a la pesca, respondiendo que “el mar es muy caprichoso, un rato está tranquilo, al otro cambia y se pone malo, pero es lo de menos, pues sólo hay que saber navegar y eso lo da la experiencia”, cuenta.
“Lo que nos complica desde hace años es que para trabajar debemos luchar constantemente contra el actuar del lobo marino, el cual se sube a nuestros botes, rompe redes y ahora que perdió el miedo a los humanos simplemente nos come la jibia cuando la estamos extrayendo. Yo tengo una serie de mordeduras de estos animales, para los cuales hace falta un control, ya que afectan nuestro trabajo y ponen en riesgo nuestra integridad”.
En el trabajo del pescador existen claras desventajas, como el no contar con un sueldo fijo, ya que para estos hombres, hay días buenos y otros no, lo que hace que sus ganancias no sean continuas, afectando muchas veces al entorno familiar, pero que con organización y no despilfarrando el dinero que se recibe cuando las faenas son buenas, se puede suplir, como afirmó el capitán Nuñez, con más de 43 años de labores pesqueras.
Así en medio de la oscuridad, emprendimos el viaje de vuelta, entre mareos, humo de cigarrillos y risas de los amables pescadores, que nos mostraron su diario vivir entre la tierra y el mar, quienes al momento de desembarcar nos agradecieron haber valorado su trabajo y compartir algo nuevo en su rutina, mientras nosotros en tierra firme, intentábamos componer nuestro cuerpo de la experiencia vivida frente a las costas de Coquimbo.
LA JIBIA EN CHILE
La pesca de la jibia en Chile ha experimentado un desarrollo vertiginoso en el último tiempo. De una producción nula, en el año 2000, saltó significativamente a las 33 mil toneladas el año 2010, sólo para exportación a Corea del Sur, China, Japón y España.
El precio transado fluctúa entre los 70 mil y 110 mil pesos por tonelada, dependiendo de la empresa que extraiga el recurso. Puntualmente a los trabajadores que compartieron su día de faena con nuestro medio, el pago es de 80 mil pesos por tonelada, lo cual es repartido 50% para los ellos y otro 50% para el empleador.