Hace algunos días se supo que la Policía de Investigaciones (PDI), a través del Grupo de Análisis e Intervención Antisectas (GAIA), estaba indagando a tres organizaciones que operan en la Región Metropolitana, con la fachada de “grupos de autoayuda”. En este contexto también se informó que los detectives recibieron una denuncia desde la Embajada de Noruega, para pedirles que indagaran a una agrupación que estaría operando en la comuna de Los Vilos y que tendría retenidas a unas ciudadanas de ese país europeo.
El equipo especial GAIA, único en su tipo en Chile, creado después del mediático caso de la secta liderada por Antares de la Luz en Colliguay, llegó hasta el citado balneario de la Región de Coquimbo para ver si eran ciertas las sospechas. Lo cierto es que no pudieron detectar ninguna organización ni situación irregular, aunque eso no significa que no estén atentos ante cualquier hecho fuera de lo común. Especialmente si se considera que en la provincia de Choapa ya existen algunos antecedentes que hacen pensar que puede haber algo “raro”.
A fines de septiembre de 2010, consternación causó entre los vecinos de Los Vilos el atentado incendiario que sufrió la principal iglesia de esa ciudad. Aunque algunos especularon que el responsable fue un indigente que pernoctaba en el lugar, varias voces salieron para hablar de una presunta secta satánica, vinculándola también a unos suicidios que ocurrieron en la comuna.
El subprefecto de la PDI de Illapel, Efraín Godoy, señaló en aquella oportunidad que “se están realizando las indagaciones correspondientes para dar con el o los culpables del atentado al recinto religioso. “Es un caso muy puntual, que nos lleva a pensar en personas que no tienen una buena percepción de los símbolos católicos”, dijo. Respecto a una posible relación con los suicidios, Godoy manifestó que no existía nada que permitiera comprobarlo.
Para el sacerdote a cargo de la parroquia, Luis Lazo, la situación se relacionaba más bien con el contexto que existe a nivel de país. “Muchos hogares destrozados, con problemas de droga, lo que hace que la gente viva con menos sentido. Se puede apreciar esto en la violencia en los colegios o en los hogares, se ve en la ciudad completamente rayada o la destrucción de teléfonos públicos, es la sociedad la que se encuentra así y genera este tipo de destrozos”, sostuvo.
EL CASO DE SALAMANCA
En la provincia de Choapa, específicamente en Salamanca, aún se recuerda lo acontecido entre fines de 1995 y parte de 1996, cuando seis jóvenes se quitaron la vida. En ese tiempo se habló de un pacto de muerte entre las víctimas e incluso de una secta, pero aquello finalmente no quedó en más que un rumor, de acuerdo a la investigación oficial del tema. El caso llegó luego al programa “Mea Culpa” de TVN.
Doce años después, en 2008, Salamanca volvió a la palestra por noticias similares. Esta vez fueron 7 personas que se suicidaron a lo largo de tres meses. Entre las causas se mencionaron la cesantía y la depresión. Pero igual se reflotó la idea de la secta. Ese mismo año, Tongoy sumó la misma cantidad de personas fallecidas, todos ellos jóvenes. Se consignó como causantes los problemas familiares, el consumo de alcohol y drogas, y la falta de oportunidades.
Respecto a Salamanca, desde hace muchos años se habla de que en Salamanca se reúnen los brujos en una cueva, conocida como la Raja de Manquehua, distante a unos 35 kilómetros de la ciudad. Desde 1915 se reportan testimonios de procesiones y antorchas encendidas en su interior, presumiblemente de encuentros o rituales que realizan personas que utilizan la magia negra. Aún hay muchos que dicen ver luces extrañas en el cerro para fechas específicas como el Viernes Santo, la Noche de San Juan o en la madrugada del 1 de noviembre.
LA MADRE CECILIA
En la región sí existió algo que puede ser considerado como una secta, que operó hasta mediados de los años ’80. Era la comunidad de la madre Cecilia, una religiosa que llegó desde Quilpué al valle de Elqui, a fines de la década de los ’70. Aprovechando el misticismo que caracteriza a este punto de la región, la madre Cecilia fue reclutando a muchas personas que creyeron en sus profecías, las que apuntaban a que vendrían naves espaciales a rescatar a los justos de un desastre universal. Nada de eso aconteció y la esotérica mujer desapareció del valle para siempre.
“Se cuenta que arrastró a sus interpretaciones sobre ovnis, religión y profecías a muchos conocidos lugareños que cedieron terrenos y vendieron bienes. La historia termina después de anunciar la madre Cecilia un “arrebatamiento” que no sucede. Su paradero es desconocido a partir de ese momento. Pese al descrédito y el desbande que produjo en la principal comunidad, algo quedó en el ambiente y el mito se convirtió en leyenda urbana, hasta hoy”, señaló en una oportunidad el investigador Mauricio Bertero a través de un blog de internet que maneja, dedicado al valle de Elqui.
GRAN FRATERNIDAD
Otra historia dice relación con la Gran Fraternidad Universal (GFU), una secta fundada en 1948, en Caracas (Venezuela), por el escritor y astrólogo francés Serge Raynaud. Según sus estatutos iniciales, la GFU tiene como objetivo promover actividades encaminadas al desarrollo individual del ser humano, uniendo la ciencia, el arte, la filosofía, el ocultismo y otras pseudociencias, por medio de la comunicación e intercambio entre los individuos. Con ello va creando un clima de unidad y cooperación entre las personas y los pueblos que trabajan por el desarrollo cultural, educativo, espiritual y de solidaridad humana en el mundo. Según ellos, lo hacen sin distinción de credo, cultural, nacionalidad, sexo, nivel de comprensión o condición social.
En la Región de Coquimbo, el investigador Mauricio Bertero hizo un trabajo sobre el valle de Elqui, donde consignó que “según informes orales que he recogido, en la década de los ’70, la Gran Fraternidad Universal fijó este lugar como el punto donde nacería alguien especial para la Humanidad. La leyenda quedó olvidada con el tiempo y hoy pocos recuerdan detalles. Se dice que en esa época vinieron los primeros lamas desde el Tíbet y nace el concepto que el centro magnético de la Tierra se iba a trasladar desde los Himalayas a Elqui. Coincide también con la noción del nacimiento de la Era de Acuario por parte de otros grupos místicos”.
En la zona no se ha perdido la creencia de que el valle de Elqui tiene un misticismo único y es por lo mismo que se comenta que allá han nacido muchos niños índigo, que representarían un estado superior de la evolución humana. Ellos tendrían la facultad de poseer habilidades paranormales, como la telepatía y leer la mente. Otras historias recientes hablan de sectas que aún se reúnen en algún lugar del área comprendida entre Las Rojas y Cochiguaz, efectuando rituales secretos. Son personas en apariencia comunes y corrientes, pero que en ciertas noches se transforman para lograr en común objetivos del tipo ocultista.
Hay que recordar que, de acuerdo a las declaraciones recogidas durante la investigación de la secta mística de Colliguay, Antares de la Luz visitaba constantemente el valle de Elqui, ocupando el dinero que le suministraban sus seguidores. Se ignora el objetivo de estos recorridos por la zona, pero por lo menos la PDI nunca recibió ninguna orden de investigar respecto a la presencia de este sujeto, que terminó quitándose la vida en Perú.
Teleserie en el Valle de Elqui
Durante el segundo semestre de 2011, TVN exhibió la teleserie nocturna “Su nombre es Joaquín”, con una historia ficticia sobre una secta en el valle de Elqui. Grabada en Pisco Elqui y Alcohuaz, tuvo a Álvaro Rudolphy, Luciana Echeverría, Francisco Pérez-Bannen, Adela Secall, Alejandra Fosalba, Mauricio Pesutic y Sebastián Layseca en los papeles principales.
Todo transcurría en Valle Azul, un apacible pueblo que lleva ese nombre por tener cielos siempre despejados. Aquel fue el lugar elegido por la comunidad, una secta que tenía a Joaquín Arellano (Álvaro Rudolphy) como líder. En este grupo, Joaquín, sus tres esposas Lola (Paola Volpato), Julia (Alejandra Fosalba) y Carolina (Antonia Santa María) y varios de sus seguidores vivían dedicados a los cultivos de sus propios alimentos, a la meditación y a la preparación espiritual para el evento del fin de mundo, que, lógicamente, nunca llegó.