Leo las noticias y me entero de que las autoridades más representativas de la ciudad (léase alcalde, intendente y seremis ad hoc) han comprometido con toda su voluntad y energía que le deparan sus cargos, la búsqueda, gestión y ulteriores resultados, de medidas y fondos, destinados a defender, rescatar y poner en valor el sitio arqueológico ubicado a la salida norte de La Serena, ya reconocido desde mediados del pasado siglo por Francisco Cornely y ulteriores trabajos realizados por el museo local. ¡Enhorabuena! En esa extensa área de ocupación prehispánica, desde tiempos de antiguos cazadores y pescadores del Arcaico, pasando por evidencias de la presencia del Complejo El Molle, la Cultura Diaguita y del inkanato, dejaron huella en la cultura de los pueblos y aldeas que los españoles ni siquiera identificaron o apenas mencionaron en sus escritos. Pasaron por encima de ellos (tanto de los vivos como de los muertos) para clavar el pendón del imperio español. Han quedado, como consuelo, sus pisoteados restos que, desde algún tiempo a esta parte, sacan a la luz los investigadores.    Casi al mismo tiempo, maquinaria pesada destruyó parte del importantísimo sitio arqueológico ubicado en la terraza fluviomarina que bordea el humedal de punta de Teatinos. Este debió ser conocido por sus propietarios; también por las autoridades. De hecho, cuando se construyó el complejo habitacional, inmediato a la laguna del humedal, se tomaron medidas de protección. Toda el área en su entorno nortino ha sido investigada por numerosos arqueólogos de nuestro museo, incluso en las inmediaciones de la planta de explosivos.Pero otros hechos de similares características ocurrieron en el sitio de Quereo de los primeros habitantes, al sur de los Vilos, conocido internacionalmente por los hallazgos paleindianos. Para entonces, las autoridades coincidieron con la necesidad de crear allí un museo de sitio. Peregrina idea, que culminó con unos corrales de porcinos, sumándose al olvido.Frente a la abundancia del rico patrimonio arqueológico, existente en la Región, consistente en la presencia de arte rupestre, ocurre algo similar. Pareciera rutinaria la acción vandálica, que pasa desapercibida por quienes debieran defender nuestro patrimonio cultural. De allí que aún conservo un enervante pesimismo… positivo. 

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