Once de la mañana y en el sector de Cerrillos, en Pan de Azúcar (Coquimbo), todavía huele a pólvora. Se respira tensión. Al ver que somos prensa la gente nos recibe reticentes, con algo de miedo. “El horno no está para bollos”, dice un vecino, al pasar, agregando que “aquí el que hable puede salir trasquilado”.
Hay temor. La localidad desde hace algún tiempo se ha visto “invadida por hechos de violencia” y por situaciones reñidas con la ley, como el tráfico y consumo de drogas, pero hasta ahora, nada había alcanzado la gravedad de lo ocurrido la tarde del lunes 22 de julio, cuando saliendo por la Ruta D43, Johana Cortés (26) quien se encontraba al interior de un vehículo estacionado en la berma junto a su pareja, recibió un impacto de bala en pleno rostro desde otro automóvil en movimiento, quedando en riesgo vital.
Distintas versiones
Cuando el hecho se conoció, las versiones sobre las causas eran diversas. Algunas hablaban de rencillas anteriores, otras de problemas vinculados a las drogas, pero lo cierto es que la que entregó personal policial era la que más se aproximaba a la realidad. Aquello nos lo cuenta la propia familia de la víctima, a quien pudimos encontrar, todavía en shock luego del traumático episodio.
No fue fácil dar con ellos. Primero fuimos a la casa donde residía la pareja, Nicolás Araya (22), junto a Johana, la víctima, con sus dos hijas de seis y siete años. Pero rápidamente una vecina nos advirtió que el joven no se encontraba en el lugar desde el mismo día de los hechos. “Se fue de ahí el caballero. Parece con la familia de ella, con las niñitas”, comenta la coquimbana, tímida, detrás de la puerta entreabierta de su domicilio.
La mujer no pierde la oportunidad de desahogarse y pide mayor seguridad, porque, según dice, “acá anda mucha gente con armas. Mucha droga de por medio y cuando está eso, usted sabe que hay violencia. Aquí deberíamos tener más rondas policiales, más presencia de Carabineros, pero no hay nada. Acá en la plaza de la esquina fuman pasta base todo el día”, expresa, con rabia, mientras nos indica la dirección a seguir.
“La bala era para mí"
Luego de buscar por un lapso de tiempo, llegamos a la casa de la familia de Johana. Allí, la angustia, la pena y la impotencia son la tónica.
El padre de la joven, Juan Cortés, trabajador de la locomoción colectiva, venía llegando del Hospital San Pablo de Coquimbo, donde su hija permanece internada todavía con riesgo vital. Dice no entender “cómo estas personas pueden ser tan malas y disparar a matar a alguien”.
Pero la bala no era para ella. Nicolás Araya, su pareja, es el único testigo presencial del hecho. Estaba en el automóvil junto a Johana cuando fue baleada y nos cuenta detalles de lo que realmente ocurrió. “La bala era para mí”, asegura, y se quiebra.
El joven de 22 años, relata que todo comenzó el viernes por la noche, cuando, tal como informó la policía, un grupo de sujetos ingresó a robar a la casa de la pareja. “Eso es lo único cierto de lo que han escrito en los diarios estos días”, manifiesta.
Ese día habían ido a una fiesta junto a su pareja, y cuando era de madrugada, un individuo, primo de Nicolás, con quien él había tenido problemas ya que éste se encontraba inmerso en el mundo delictual, los vio y dio aviso a “su banda de amigos” de que el inmueble en el que el joven residía con Johana se encontraba vacío.
En ese momento, según el relato de Nicolás, los sujetos fueron a desvalijar la casa llevándose tres televisores, algo de lo que las víctimas se percataron cuando retornaron a su hogar. “Yo supe que eran ellos porque los vieron y tengo testigos que presenciaron todo”, dice la pareja de Johana, quien el sábado por la mañana presentó la denuncia por robo ante Carabineros, entregándoles todos los antecedentes de su primo, incluso su dirección para que lo fueran a buscar y poder recuperar sus especies, “pero ellos no hicieron nada. Quedó libre”, cuenta uno de los protagonistas de la trágica historia.
Encuentro que cambió la historia
Nicolás sintió rabia contra la institución policial, pero se resignó. Intentó olvidarse de lo ocurrido. “Lo material se recupera”, pensó en su momento. Sin embargo, el día lunes, a la hora de almuerzo, cuando tanto él como Johana fueron donde los padres de la joven baleada, hubo un encuentro que cambió el curso de la historia.
Al lado de esa casa, viven otros familiares de Johana, por parte de madre, una tía y dos primos. Uno de estos individuos mantenía una tensa relación con Nicolás desde hace bastante tiempo y para colmo, fue uno de los que el joven identificó dentro del grupo que ingresó a robar a su domicilio el viernes por la noche.
Ambos se encontraron y se enfrascaron en una discusión que terminó de manera sumamente violenta. No era la primera vez que tenían problemas. Hace unos seis meses, el primo de Johana había agredido con un palo en la cabeza a Nicolás, por lo que éste decidió hacer la denuncia que terminó con una orden de alejamiento a su favor, la que el implicado nunca respetó. “Peleamos porque yo no me aguanté de reclamarle por lo que habían hecho, nos insultamos, pero al final optamos por irnos con Johana, para que la cosa se tranquilizara”, cuenta Nicolás.
Pero no sirvió de nada alejarse. El primo de la joven, quien llevaba el arma, acompañado de otros dos individuos, siguió a la pareja y cuando la encontraron estacionada en la Ruta D-43, sin detener el automóvil dispararon, por el lado del conductor teniendo como blanco fijo a Nicolás. Sin embargo, el victimario falló y le dio a su prima en pleno rostro. Todavía se encuentran prófugos de la justicia.
Continúa en riesgo vital
Tras el disparo, Nicolás retornó a la casa de sus suegros, aunque no pudo ir más allá. “No sé cómo lo hice. Recuerdo muy poco. Sólo que llegué acá y mi cuñado nos llevó a la posta. Después de eso, la trasladaron al Hospital de Coquimbo, y todavía no la tenemos de vuelta”, expresa el joven, mientras su suegro y padre de Johana, Juan Cortés, asiente con la cabeza.
Es él quien nos cuenta lo difíciles que han sido estos días, sobre todo porque no saben cómo terminará la joven. “Hasta ahora ha evolucionado bien, pero todavía está en peligro de perder la vida. Es muy complejo lo que estamos viviendo como familia, por culpa de este grupo de delincuentes. Por eso, vamos a llegar hasta las últimas consecuencias hasta que paguen”, aseveró.
El hermano de la joven herida, Max Cortés, enfatiza en lo mal que se encuentra su madre tras lo sucedido, y sólo espera que se haga justicia y que su hermana salve sin secuelas. “Da mucha rabia, ira y ganas de hacer justicia por nuestras propias manos, pero no se puede. Lamento mucho lo que está viviendo nuestra madre. Ella es la que más sufre, ni siquiera ha podido ir al hospital porque tiene miedo de cómo va a reaccionar”, relata Max, quien también enfatiza en que como familia, llegarán hasta el final para exigir justicia.
Mejoras en seguridad
El alcalde de Coquimbo, Marcelo Pereira, admitió que hay localidades rurales en las que falta seguridad, algo de lo que se percató cuando llegó al municipio. Pero están trabajando para solucionarlo, aumentando los recursos humanos y financieros en Seguridad Ciudadana.
“Hoy día tengo la capacidad de triplicar esos recursos. Vamos a tener camionetas, que van a contar con balizas, que sirven como disuasivos ante los delitos. Antes de octubre deberíamos estar presentando la nueva flota de seguridad ciudadana, y desde luego que vamos a estar presentes en Pan de Azúcar”, expresó Pereira.
Por otra parte, mientras la PDI continúa con sus trabajos de captura y búsqueda de los sujetos implicados, desde Carabineros descartan que exista poca presencia policial y aseguran que en el sector de Cerrillos de Pan de Azúcar “está la cantidad de carabineros que debe estar ahí, de acuerdo a las denuncias. Si son más los hechos delictuales, el llamado es a hacer efectivamente las denuncias, porque si no, no tenemos cómo saber que se están produciendo los ilicitos”, expresó el subprefecto de Servicios de Coquimbo, el comandante Gianni Barnato.