Hace aproximadamente un mes, la madre de Fernando Rubén Eduardo Munizaga Pozo (29) presentó una demanda por presunta desgracia ya que su hijo había partido y no se conocía su paradero. El joven músico, amante del metal pesado, venía de Valparaíso y llevaba sólo un día en La Serena. La policía investiga una posible patología psiquiátrica

Fue el último acorde de Fernando. Tres de la tarde y están sólo él y su guitarra. El viento le golpea la cara y su pelo largo se mueve afanosamente, de lado a lado. 

Está mirando al vacío. Quince metros hacia abajo, desde el Puente El Libertador, el lecho del río parece llamarlo, parece ser la única cura para su angustia. 
Los minutos pasan y se acorta el trecho entre la vida y la muerte. La guitarra sobre sus hombros se siente más pesada, y le pesa también la pena, le pesa la angustia, esa que ni él sabe de dónde viene. 

Su actitud comienza a llamar la atención. Los automovilistas que pasan por el sector se preocupan. “Parece que se quiere matar”, es el murmullo que ronda en el ambiente y el eco resuena hasta la policía. 

Alguien llama a Carabineros alertando de la situación y los efectivos de la Primera Comisaría no demoran en llegar. Fernando todavía allí, cada vez más cerca del final de la canción. 

Ya son las 15:15 y sucede lo inevitable. La decisión está tomada y el joven no quiere más. Al ver la patrulla, se lanza, falleciendo de manera instantánea. La música dejó de sonar. 

BASTÓ CON UN DÍA

Hasta ayer era un NN. El joven no portaba identificación alguna, por lo que la Policía de Investigaciones demoró varias horas en poder establecer quién era la persona. 

Había quienes creían conocerlo. De hecho, en las redes sociales algunos afirmaban que se trataba de un joven muy conocido en La Serena, que solía cantar en La Recova. Sin embargo, aquello se descartó. 

Finalmente, se estableció que la víctima era Fernando Rubén Eduardo Munizaga Pozo, de 29 años. Todavía no se ha tomado contacto con familiares, sin embargo, diario El Día tuvo acceso a conocidos del joven, quienes contaron detalles de su historia y de su breve paso por La Serena.

Claro, Fernando había llegado sólo hace un día a la ciudad, proveniente del principal puerto de Chile. Estaba huyendo de algo, de él mismo, tal vez. Lo concreto es que era intensamente buscado por la PDI de la Quinta Región, ya que presentaba un encargo por presunta desgracia que había sido interpuesta hace aproximadamente un mes por la madre.

Aparentemente, el joven tenía problemas familiares, y además, la policía está investigando un presunto problema psiquiátrico que habría sido lo que gatilló que tomara la drástica decisión. 

LAS HORAS PREVIAS

Acá, en La Serena, tenía un amigo cercano y a él le pidió refugio en su casa en Las Compañías cuando arribó el día miércoles por la noche trayendo como equipaje tan sólo su guitarra y una polera de la banda de metal pesado Slayer, la misma que fue encontrada el viernes, tras su deceso. Fernando ni siquiera alcanzó a desempacar. 

Pero su día en la ciudad no fue normal. El eventual padecimiento lo tenía pasando por un cuadro de depresión severo, por ese mismo motivo había tomado la decisión de irse de su casa. Se levantó mal, estaba irritable y su tensión llegó al máximo durante la hora de almuerzo. 
Discutió con su amigo, el mismo que habría dicho a la PDI que el motivo de la pelea fue que no le gustó la comida que preparó, aunque en realidad aquel conflicto sólo fue un detonante. Los problemas de Fernando venían desde mucho antes. 

Tomó su guitarra y simplemente se marchó, sin rumbo. Al parecer caminó a pie en dirección al centro de la ciudad, pero nunca llegó. 
En el puente, algo lo detuvo. La sensación de angustia se tornó insoportable y de pronto no había destino, el camino hacia adelante se volvió intransitable, demasiado largo, y de regresar, ni hablar. La única salida la vio allí, abajo, en el lecho del río. 

15:15 horas. Llevaba ahí unos quince minutos. Sí, el viento le golpea la cara y su pelo largo se mueve afanosamente, de lado a lado. Por dentro, la pena, sólo la pena. 

Varios automovilistas habían alertado de la situación, y cuando llegó la patrulla de carabineros no quiso esperar más. Fue suficiente. Saltó al vacío y sonó el final de la canción. La guitarra quedó en el suelo, como prueba fidedigna de ue no quería que muriera también, que anhelaba que la música siguiera sonando, pero sin él. Para Fernando había sido el último acorde. 

 

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