Crédito fotografía: 
Juan Carlos Pizarro
Alrededor de 50 millones de pesos es la suma que una mujer le robó a la pareja de abuelos conformada por Ana Jiménez (85) y Enrique Sánchez (79). Les hizo vender su departamento en Santiago para venir a vivir a La Serena, donde supuestamente su “cuidadora” los esperaba con una casa y un automóvil, adquiridos con el dinero de la venta del inmueble en la capital. Al llegar a la zona, descubrieron que no había nada y que todo se trataba de un engaño. Hoy pasan sus días en el Hogar Nuestra Señora de Andacollo, en Las Compañías.

El último año y medio ha sido uno de los peores en la vida de dos abuelitos santiaguinos. Se suponía que vendrían a vivir a la zona para disfrutar con tranquilidad “sus últimos años”, pero terminaron sin nada, viviendo en un hogar para adultos mayores, donde si bien dicen tener todo lo que necesitan, no pueden olvidar el engaño del que fueron víctimas, y esperan que la persona que los estafó pague por lo que hizo.  

Una casualidad

“Gente como esta tiene que estar en la cárcel”, dice Ana Jiménez. Con 85 años, tiene algunos problemas de audición, pero está totalmente clara en la historia que los llevó al Hogar de Ancianos Nuestra Señora de Andacollo, en Las Compañías, luego de vivir cómodamente en su propio departamento en Santiago Centro, en la Región Metropolitana. 

Junto a Enrique Sánchez (79), su pareja, nos reciben en la que hoy es su casa, pero en la que no tenían planificado terminar. 

Los hechos se remontan al mes de junio del 2018. Todavía en Santiago, pasaban momentos difíciles debido al delicado estado de salud por el que atravesaba Enrique, quien constantemente debía ser hospitalizado por problemas cardiacos. Los abuelitos estaban solos. Ana no tuvo hijos y Enrique no tiene mayor relación con los suyos. Por este motivo, buscaban a alguien de confianza que los ayudara, básicamente acompañándolos y para que los asesorara en tareas que, por su edad, ellos ya no podían realizar. 

Fue por casualidad que dieron con la mujer que a la larga les robaría todo. La señora Ana tuvo que realizarse una operación de urgencia debido a un prolapso, y durante su internación, justo al lado de su cama en una de las habitaciones del hospital San Borja Arriarán estaba su peor pesadilla, también hospitalizada y esperando ser intervenida. 

De inmediato se hicieron amigas. “Lo que pasa es que yo soy muy buena para conversar”, dice Ana, a estas alturas con algo de culpa por haber sido tan sociable. Le contó lo que estaba buscando y de inmediato la mujer le ofreció ser ella la que se encargara de todo. “Me dijo que tenía experiencia en el trabajo con adultos mayores, y que era un milagro que yo la hubiese encontrado”, agrega la víctima de estafa, quien creyó todo. 

Durmiendo con el enemigo

Cuando ambas salieron del hospital, se pusieron en contacto. Ana pensaba que la solución a sus problemas había llegado, pero Enrique, desde el primer momento expresó que esta persona no le producía ningún tipo de confianza. “Yo lamentablemente estaba muy mal de salud en ese momento, así que no pude hacer nada. No tenía ni voz ni voto si pasaba en el hospital”, dice el adulto mayor, resignado. 

El plan estaba trazado y la encargada de ejecutarlo sería la presunta estafadora de iniciales S. R. D. O. Venderían su departamento en el centro de Santiago, y con ese dinero, los tres se instalarían en la ciudad de La Serena.  

Apenas la venta del inmueble se hizo efectiva S. R. D. O. le pidió, a modo de favor, la suma de cinco millones de pesos a la anciana, quien, de buena fe, y debido a que supuestamente eran para una operación, no dudó en entregárselos, sin firmar ningún tipo de papel y aceptando el compromiso de palabra de que se los iría devolviendo en cuotas de 400 mil pesos. Nunca pagó nada. 

Arrendaron otro departamento para estar provisoriamente mientras S. R. D. O. preparaba el traslado a La Serena. La amistad llegó a tal punto que la mujer se quedaba con Ana, durmiendo juntas, las noches en los que su pareja, Enrique, debía pasar en el hospital. A esas alturas, ya en el mes de octubre del 2018, la abuelita trataba a su victimaria como una verdadera hija.

“Yo hacía todo lo que me decía, pese a que varias amigas me hablaban de que yo le daba mucha confianza, y me peleé con harta gente por defenderla, por alguna razón le hacía caso. Ahora, que el tiempo ha pasado, tengo sospechas de que ella me drogaba, porque algo me pasó en ese momento que yo perdí mi voluntad”, sostiene al anciana. 

Una "casa fantasma"

Fue entre los meses de octubre y diciembre del 2018 en que la mujer se encargó de “vaciar” la cuenta bancaria de los abuelitos. Se trasladó sola a La Serena, en una especie de “avanzada” y encontró, supuestamente, un inmueble apto en el que podrían vivir, pero necesitaba 10 millones de pesos para pagar el pie y dar inicio al traslado definitivo, al tan anhelado cambio de vida. 

Ana no lo dudó, pese a que Enrique no estaba convencido y continuaba desconfiando, esta profesora normalista de 85 años estaba decidida a hacer lo que S. R. D. O. le dijera. 

No hubo transacciones ni nada que dejara constancia del traspaso del dinero de una persona a otra. La mujer fue desde La Serena a Santiago para llevar a Ana al banco y que fuese ella quien retirara los fondos y se los pasara en sus manos, para realizar los supuestos trámites en la capital regional. 

Con estos $10 millones ya tenían la casa, pero faltaba amoblarla y para esto realizaron la misma operación. Efectivo, y en las manos. 

Más y más gastos

Pero los gastos no pararon ahí. Una y otra vez la mujer, desde La Serena, le solicitaba sumas de tres a seis millones de pesos para efectuar algún tipo de arreglo en el inmueble, y en una oportunidad para comprar un automóvil nuevo, ya que, según le dijo S. R. D. O. a la pareja de abuelitos, “aquí en La Serena es imposible movilizarse si no tienen auto”. 

Nunca hacían transferencias de una cuenta a otra. La mujer le solicitaba expresamente a la anciana que le enviara el dinero a través de encomiendas por Chilexpress, de manera que no quedara registro. Con todo, Ana seguía confiando. 

Desengaño en La Serena

Era 9 de diciembre del 2018 y la pareja de adultos mayores debía entregar el departamento arrendado al día siguiente. S. R. D. O. viajó a Santiago, y ella misma preparó la maleta de la señora Ana y de don Enrique, sólo con ropa de verano. El resto lo llevaría ella, quien supuestamente contrataría una empresa de mudanza. 

Esa noche durmieron en una hostal, y al día siguiente, por la mañana se trasladaron a La Serena, con la convicción de que pasarían una noche más en un supuesto “hotel del mar” y que durante esa mañana llegarían a su casa definitiva en la que S. R. D. O. había estado trabajando. Pero desde un comienzo las cosas salieron mal. 

Cuando llegaron a la ciudad de la Región de Coquimbo, el chofer que los trasladaba no conocía ningún hotel con el nombre que los abuelitos le decían. Es decir, nunca existió la reserva que la supuesta estafadora les prometió, por lo que terminaron en una cabaña en la Avenida del Mar que pagaron de su bolsillo. 

Llamaron a la mujer, y les dijo que había tenido un inconveniente, pero que no se preocuparan, que lo solucionaría, que por mientras continuaran en la cabaña pagando los 30 mil pesos diarios. 

Era mucho dinero para ellos, por lo que a los 10 días tuvieron que buscar una pieza para alojar en otro lado, más barata. Insistían con Sara y a esas alturas Ana ya estaba desconfiando –al fin-, por lo que cuando lograron comunicarse fue ella misma quien la emplazó y le dijo que “hasta cuándo esperaban, que habían recorrido toda la Avenida del Mar, y que la casa que ella les dijo que tendrían –que estaría en ese mismo lugar- no existía, porque habían sólo edificios y hoteles”. Ante esto, la mujer del otro lado de la línea se habría puesto nerviosa, cortó y no volvió a responder los llamados. 

En busca de ayuda

“Fue muy duro y me costó mucho convencerme de lo que nos habían hecho”, relata doña Ana, triste. Recuerda que cuando se dieron cuenta que habían quedado solos y sin nada, se dirigieron al municipio, y allí los orientaron y les dijeron que fueran al hogar Nuestra Señora de Andacollo, donde contaron todo lo que les había pasado y no dudaron en darles prioridad. 

Hoy, tanto Ana como Enrique viven tranquilos, pese a lo terrible de su experiencia. Quieren que se haga justicia, pero no para recuperar el dinero, saben que aquello es prácticamente imposible, sin embargo sí harán todo lo posible para que “esta señora responda ante la justicia”, asevera Ana, y Enrique asiente con la cabeza, como durante toda la entrevista, resignado. 

Senama y derivación a la Fiscalía

La religiosa Isabel Tapia, directora del Hogar de Las Compañías, que recibió a los abuelitos, cuenta que la impotencia la invadió cuando supo del caso, sobre todo, porque situaciones como esta las ha visto más de una vez. “Es terrible, porque se da más de lo que la gente cree que hayan personas sin escrúpulos que engañan a los adultos mayores y se aprovechan de la indefensión de ellos, de lo vulnerables que pueden estar emocionalmente como pasó ahora”, sostuvo Tapia. 

Desde el Senama (Servicio Nacional del Adulto Mayor) Pablo Elgueta, coordinador regional del servicio, precisó que les están prestando asesoría legal a los adultos mayores desde mediados de este año, que pusieron los antecedentes en conocimiento de la Corporación de Asistencia Judicial, quienes ya habrían derivado el caso a Fiscalía.

“Nos impactó el caso, por eso lo tomamos y estamos a disposición de lo que ellos necesiten. Ahora está en el Ministerio Público, para que este delito se investigue en calidad de una demanda por la estafa que se cometió en contra de los adultos mayores. Estamos a la espera y queremos que haya justicia para que exista un precedente”, sostuvo Elgueta, haciendo énfasis también al autocuidado de los adultos mayores, ya que son el grupo más propenso a sufrir este tipo de engaños. 

 

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