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El Día
Durante estos más de cinco meses de pandemia, tanto docentes, alumnos y funcionarios de los distintos establecimientos educacionales han tenido que adaptarse a esta nueva forma de hacer clases, las cual ha traído consigo una serie de dificultades tanto técnicas como emocionales.

De acuerdo a las cifras entregadas por la encuesta realizada por la Fundación Chile, “Engagement y Agotamiento en los docentes de Chile: una mirada a partir de la realidad Covid-19”, un 10% de los encuestados señaló que realiza el teletrabajo en una oficina o sala de estudios, un 15% improvisó una habitación y un 75% de los profesores no cuenta con un espacio exclusivo para trabajar. 

Sumado a esto, del total de 2.657 profesores encuestados un 57% de los docentes se encuentren en un estado extremo de agotamiento El documento explica que este alto nivel de desgaste se puede relacionar con dificultades para generar espacios de desconexión y relación, paralelamente dentro de este nuevo contexto existe un alto nivel de presión adicional para los docentes, relacionado con el estrés tecnológico, la incertidumbre respecto a la situación domestica propia y de sus alumnos y el avance de la pandemia. 

En primera persona

Desde el mes de abril, Joel Álvarez, profesor de Castellano y Filosofía del colegio Nuestra Señora de Andacollo de Las Compañías, tuvo que cambiar las salas y su metodología por las clases virtuales. Un cambio que admite fue abrumador, “tenemos una cultura basada principalmente en entregar contenido, sabemos cómo hacerlo de manera presencial, pero volcarse a las tecnologías fue bastante complejo porque hay profesores que son reacios a utilizarla, teníamos muchas dudas, (…) además el acceso de los estudiantes, también era un tema”, enfatizó. 

Durante los primeros meses confiesa que fue fundamental el trabajo que realizaron los propios profesores para poder generar una fórmula que beneficiara tanto a los alumnos como a los docentes, “de esa manera se logró generar un plan de educación remota, lo que contemplaba poder llegar a los estudiantes por sobre la entrega de contenido”. 

El primer gran desafío fue el acceso a internet, si bien se habla que en el mundo existe más teléfonos celulares que personas, “el acceso a internet ha quedado demostrado que no es tal, pensábamos que todos nuestros estudiantes estaban conectados y no es así”. 

Personalmente Álvarez comenta que, para adaptarse a las tecnologías, “busqué cursos y través del CPIP también brindó algunos cursos que tenían que ver con esto”. Explica que todo ese proceso fue bastante agotador, “al no saber cómo realizar las clases, dio paso a un tiempo de bastante creación, (…). Pero hoy estoy preocupado, he pasado por un carrusel de emociones. De la desesperación pasamos a la esperanza y ahora de nuevo volvemos a caer en la incertidumbre, ya que los estudiantes están muy desmotivados, no es atractivo tener que conectarse todos los días, a los profesores también se nos acabaron las ideas”. 

Trabajo constante

Al cambiar las salas de clases al hogar, el docente de Castellano y Filosofía explicó que tuvo “que adaptar un espacio en mi casa, una habitación para poner un escritorio y llevarme el computador. Afortunadamente el colegio nos brindó los recursos para trabajar y no tener que utilizar el mío”. 

Al estar en su casa durante todo el día, el profesor admite, “no nos desconectamos nunca”. Si bien comenta que “los docentes somos muy trabajadores y siempre tenemos este agobio, hoy día eso está multiplicado por mil”. 

A este trabajo constante se le suma que también “uno es papá y hay que enseñarles a los hijos”. Además de “las preocupaciones personales y familiares. En mi caso mis papás estuvieron con covid y tuve que estar atento a cualquier cosa que ellos necesitaban. La flexibilidad y la compresión de los propios alumnos, apoderados y directivos de los colegios  ha sido clave en este proceso,”. 

Rol social

En esta misma línea, Rodrigo López, coordinador extraescolar del Colegio Americano explicó que en este contexto se demuestra que los colegios cumplen un rol social relevante, “los apoderados se dieron cuenta que no es solo un lugar donde se acogen a los niños, sino que es verdaderamente su segundo hogar y un lugar de protección sociocultural, porque velamos por su seguridad y salud”. 

Si bien López enfatiza que su trabajo no está dentro de las aulas virtuales, ha conocido la experiencia de sus colegas, la cual ha sido bastante extenuante.

“Al principio era frustración porque no resultaba del todo bien, no todos se conectaban. Ellos han tenido que reinventarse, porque algunos no tenían apego a las tecnologías. (…) ha sido aprendizaje, pero completamente agotador. En resumen, es cansancio, porque siempre hay que estar pendiente”. 

Medidas de cuidado

Ante esta realidad es que dentro del ámbito educacional se han debido tomar las medidas necesarias para velar por la salud mental tanto de sus estudiantes, docentes y funcionarios. 

Dentro de la  Universidad Central han desarrollado un plan de adaptación. Orieta Collao, Directora Regional de Comunicaciones de la casa de estudio explicó “ya estaba en un proceso de cómo iba a llevar adelante el proyecto educativo, considerando la experiencia que habíamos tenido en el estallido social de octubre. Desde ahí se comenzaron a realizar ciclos de capacitación para los docentes para evaluar las posibilidades de las plataformas remotas”. 

Este plan de adaptación no solo ha sido en la forma y en la entrega de contenidos, sino que también, “se modificó el calendario académico de modo de establecer pausas, que son especies de recesos para que las carreras puedan ir evaluando como se ha desarrollado el proceso a través de encuestas y consultas, tanto a los estudiantes como a los docentes, ver lo que hacía falta y sobraba”.

Además, se diseñó un programa de apoyo “se diseñó un programa de apoyo de conectividad tanto para estudiantes y docentes. “Donde se demostró que hacía falta apoyo a los profesores en lo que tenía que ver con manejo de estrés y ansiedad. Por lo que está trabajando en un programa de talleres abierto a la comunidad, pero de forma parcelada. Un trabajo que está haciendo la universidad con las unidades que tienen relación, por ejemplo, el Centro de atención psicológica. Los profesionales que ahí trabajan están apoyando esta labor con recursos humanos en lo que tiene que ver con salud mental y prevención de estrés”. 

 

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