Crédito fotografía: 
Lautaro Carmona
A diferencia del confinamiento total del año pasado, esta vez las personas no se volcaron en masa a los supermercados en busca de artículos de primera necesidad, desabasteciendo los locales. De hecho, la disminución de peatones se ha hecho más evidente.

En los primeros días de cuarentena de La Serena y Coquimbo, comunas de mayor densidad poblacional, se ha evidenciado una baja movilidad y una actitud más serena de los ciudadanos. 

De hecho, a diferencia de lo ocurrido el año pasado, esta vez las personas no se agolparon en los supermercados y servicios en busca de artículos esenciales, desabasteciendo la cadena de suministro.  

En consecuencia, se ha visto una menor cantidad de peatones en las calles, quienes solo pueden transitar con los permisos correspondientes, los que están siendo solicitados con más mesura a través de la Comisaría Virtual. 

La actitud de la comunidad, da cuenta de la experiencia que han adquirido a un año de estar en pandemia, donde no ha habido escasez de los productos básicos y aunque el país no ha funcionado en completa normalidad, las personas se han acomodado, medianamente, a la nueva forma de vivir en lo cotidiano.

Laura Cáceres, una peatón en el centro de La Serena, plantea que “en esta oportunidad no me precipité para ir a comprar, porque sé que voy a poder hacerlo y si hay fila la tendré que hacer no más, lo que no me gusta es tener que ir al banco, creo que ahí sigue habiendo problemas para atender”.

Una postura similar manifiesta Rebeca Linderos, quien a la salida de un supermercado comenta que “vine a comprar pollo para el almuerzo y algunas cosas que me faltaban, había mucho menos gente de la que me esperaba, no tuve que hace ni cola, lo malo es que el permiso es más corto y se le puede pasar la hora a uno”.

Quienes se muestran afectados son los choferes de taxis colectivos. Por ejemplo, Agustín Avilés, chofer de la línea 9, La Serena-Coquimbo, asegura que se notó la desaparición de la gente en las calles y que a ellos les disminuyó notablemente la cantidad de pasajeros. 

Dice que de un día para otro “nos bajó en un 50%. Llevo una hora acá esperando pasajeros, hoy día (ayer) llevo apenas dos vueltas, salí a las seis de la mañana (ya eran pasadas las 13:00 horas) y por lo general hago cinco o seis vueltas.

Con 40 años trabajando como conductor, esta ha sido una de las crisis más dura que le ha tocado enfrentar, pero reconoce que cuando se avanzó de fase el trabajo tendió a normalizarse, por lo que lamentó el retroceso y la cuarentena.

Juan Carlos Pérez, también conductor, pero de taxis, coincide en que hubo una notoria desaparición de los usuarios, mayor a la de la primera cuarentena.

“La gente se está cuidando más ahora y sale menos. También tienen miedo a que las multen. Para nosotros que somos independientes es malo, porque si no tenemos pasajeros no tenemos qué llevar a la casa”.

Reconoce que durante el verano recuperó lo que había perdido el año pasado y que a pesar del temor a contagiarse, está obligado a salir a trabajar.

En general, en la conurbación, los habitantes coinciden en que no es necesario comprar en grandes cantidades para asegurarse y que si se organizan pueden ir a la feria o al supermercado para comprar los productos que requieren.

 

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