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El Día
Un incremento de más del 50% tuvieron los requerimientos en la Dirección del Trabajo en la zona lo que, según las autoridades, resulta positivo ya que las víctimas cada vez se estarían atreviendo más a romper el silencio. Conversamos con mujeres que han vivido este flagelo quienes entregaron sus testimonios. Por su parte, expertos analizan el fenómeno explicando qué hacer cuando se viven este tipo de situaciones en el ámbito laboral.

Todo empezó en el probador de ropas de una multitienda donde Daniza estuvo trabajando durante el verano del 2013. Tenía 21 años y estudiaba la carrera de Pedagogía en Inglés en la Universidad de La Serena.

Por ese entonces, aprovechaba los veranos para juntar dinero y pagar la matrícula en la casa de estudios, además de poder “darse algún gusto”, según cuenta la hoy profesora titulada.

Nunca había tenido algún conflicto laboral de ninguna índole, hasta ese día. Se desempeñaba como vendedora y cuando llegó la hora del cierre del local, el supervisor les pidió a ella y a su compañera que revisaran si alguna prenda se había quedado en los vestidores. 

Ambas se dirigieron hasta distintos puntos del recinto que estaba prácticamente vacío, y fue en medio del silencio cuando Daniza sintió los pasos de su jefe directo quien se acercaba lentamente hasta llegar al último modulo donde la joven recogía algunas camisas que alguien había dejado tiradas. “Primero pensé que era mi compañera, pero cuando escuché que venía como tarareando una canción supe que era él”, relata.

Al principio pensó que el sujeto no sabía que ella estaba ahí, a oscuras, pero cuando lo tuvo al frente de inmediato sintió temor. Claro, sin decir una palabra por largos minutos se quedó mirándola fijamente hasta que ella rompió el silencio para preguntarle qué sucedía. Él le contestó de manera intimidante, pero a la vez halagadora.

“Estoy contemplando tu belleza’, creo que me dijo, y ahí se largó a decirme una serie de cosas que no me gusta recordar”, cuenta Daniza, quien además no tenía escapatoria, ya que el sujeto obstruía la salida. “Yo sólo sonreía, no fui capaz de decirle nada más, porque sentí pánico”, afirma.

LA GOTA QUE REBALSÓ EL VASO

Pese al incómodo episodio, volvió a trabajar al otro día. “Pensé que no volvería a suceder”, afirma, sin embargo se equivocó. El supervisor, le lanzó indirectas de manera permanente durante esa jornada, hasta que llegada la noche la invitó a tomar un trago a la Avenida del Mar, a lo que la joven, ya cansada del hostigamiento, se negó diciéndole además que dejara de molestarla porque ella tenía pololo y él no era su tipo.

Se fue a su casa pensando que con eso había cortado cualquier intensión que tuviese el supervisor, y a partir de ese momento podría trabajar tranquila, pero al contario, lo que vivió fue un verdadero infierno.

“Ya no había piropos, sino que me daba más trabajo que a mis compañeras, me retaba en voz alta, tratando de dejarme en ridículo. Y una vez me dijo textualmente, que las cosas hubiesen sido distintas si yo lo hubiese pescado”, recuerda la profesora de Inglés, quien luego de eso, decidió denunciar al individuo con la gerencia de recursos humanos, quienes tomaron cartas en el asunto y lo despidieron luego de cerca de un mes de tramitaciones. “En mi caso se hizo justicia, porque me atreví a hablar y no dependía tanto de esa pega, pero yo me imagino que hay gente que de verdad se queda callada por temor”, consigna Daniza.

A VECES NO HAY JUSTICIA.

Y tal como señala la joven, ella tuvo suerte, ya que no siempre se realizan las denuncias de manera oportuna, por desconocimiento, o por el mismo temor. Este es el caso de Marta Rosales, quien entrega su testimonio, pero sin mostrar su rostro ya que ha podido reconstruirse laboralmente después de una triste experiencia cuando estaba en un colegio de La Serena. Su caso data del 2011 cuando trabajaba como manipuladora de alimentos, misma labor que hoy realiza en otro establecimiento educacional.

Llevaba poco más de un año trabajando cuando un profesor comenzó a acosarla “todos los días”. Situación por la que decidió renunciar. “Iba en sus horas libres a meterme conversación y no me dejaba trabajar. Me decía que era linda, pero que me vestía muy anticuada, que debería mostrar más”, cuenta la mujer.

No pasó mucho tiempo hasta que la invitó a salir, y lo hizo de manera amenazante. Le dijo que era amigo del director y que un “no” podría costarle el trabajo. Aun así ella no accedió, sin embargo el sujeto insistió. “No sé cómo se consiguió el número de mi casa y empezó a llamar en las noches. Un día contestó mi esposo y quedó la embarrada”, relata Marta, quien después del episodio presentó su renuncia para evitar problemas mayores. El profesor, en tanto, continúa trabajando en el mismo lugar.

ROMPIENDO EL SILENCIO

Ejemplos como los de Daniza y Marta son muchos, pero lo cierto es que hoy día el caso más común es el de la primera joven, quien sí se atrevió a realizar la denuncia ante la inspección del trabajo. De acuerdo a las últimas cifras a nivel nacional las reclamaciones aumentaron en un 51%, algo similar a lo que ocurre en la Región de Coquimbo, donde durante el primer semestre del 2018 se registraron 13 denuncias, más del doble que el año pasado a la misma fecha cuando sólo había seis.

El seremi del Trabajo Matías Villalobos valora estos números señalando que en la actualidad las mujeres, que conforman la mayor cantidad de denunciantes, están mucho más empoderadas y no se dejan amedrentar por sus empleadores o pares cuando sufren este tipo de situaciones. “Este aumento no significa en ningún caso que el acoso se esté produciendo más, sino que hay más información al respecto para atreverse a hacer la denuncia”, precisa la autoridad.

Pero Villalobos sabe que, pese a que se ha ido avanzando, todavía existe una cifra negra, por lo que incitó a quienes todavía guardan silencio dar aviso a las más altas esferas de las empresas, que están obligadas a informar e investigar los hechos. “Nosotros estamos fiscalizando cada vez que conocemos de estas denuncias y velando para que las investigaciones lleguen a término de una manera justa”, indicó.

¿CUÁNDO EXISTE ACOSO?

Pero, ¿cuándo estamos frente al delito de acoso sexual? La abogada y magíster en derecho laboral, Sandra Arzola, explica que éste se produce cuando una persona –independiente del género- realiza de forma indebida, por cualquier medio requerimientos de carácter sexual no consentidos por la persona afectada y que amenacen o perjudiquen su situación laboral u oportunidades en el empleo.

Además, agrega la profesional, las conductas constitutivas de acoso no se encuentran limitadas a acercamientos o contactos físicos, sino que incluyen cualquier acción que represente un requerimiento sexual indebido, “el que puede producirse por cualquier medio, incluyendo las propuestas verbales, mensajes por Facebook o WhatsApp”, afirma Arzola.

ENTRE PARES TAMBIÉN OPERA

La mayoría de las personas cree que el acoso sexual sólo es sancionable cuando es desde un jefe hacia un subordinado, es decir, existiendo una relación de verticalidad en la estructura jerárquica de una empresa, pero no es así. Según detalla la abogada Arzola, también se puede dar entre pares, o sea, entre compañeros de trabajo, y es aquí donde cobra relevancia que exista un reglamento interno que norme este tipo de eventualidades.

“Debe haber un procedimiento preestablecido respecto al acoso sexual, cuando una persona entra a trabajar se le debe entregar este reglamento que contenga el cómo voy a actuar si soy víctima y qué va a hacer el empleador si voy a denunciar un acoso”, expresó la profesional.

UNA DELGADA LÍNEA

Arzola también dejó claro que sólo se constituye como acoso sexual cuando no hay consentimiento entre las partes. Admitió que la línea es muy delgada entre lo que puede considerarse como falta y lo que se trata sólo de una invitación a salir, por ejemplo, y en este sentido, lo reiterativo que puedan ser estas insinuaciones con la respectiva negativa por parte del acosado es fundamental.

“Cuando una persona ya se siente hostigada estamos en presencia de acoso. Y hay que tener mucho cuidado, porque hoy en día no sólo se da de manera presencial, sino que cada vez es más habitual que sea mediante mensajes utilizando las nuevas tecnologías y redes sociales”, especificó.

¿TIENE QUE SER REITERADO?

Tal como señala Arzola, en la mayoría de los casos las insinuaciones deben ser reiteradas para considerarse acoso. Sin embargo, hay veces en que una sola situación grave puede ser suficiente para denunciar. “Si existe una situación que es más violenta eso de inmediato se convierte en acoso. Y si hay un tema físico, como las tocaciones, ya pasa a otro nivel y la persona víctima no sólo tiene el derecho a acudir al tribunal laboral sino que derechamente a la Fiscalía porque esto se transforma en un delito perseguido penal y civilmente”, consignó.

EL PROCESO PARA LA VÍCIMA DE ACOSO

¿Qué hacer entonces cuando se es víctima? Según explica el seremi del trabajo Matías Villalobos el proceso que se debe seguir cuando se es víctima de acoso sexual laboral comienza acudiendo a la Inspección del Trabajo o al mismo empleador, quien tendrá un plazo de 30 días para investigar el caso. Una vez que culminan las indagatorias existen 15 días para que se ejecute la sanción en contra del acusado que puede terminar con la desvinculación definitiva de la empresa sin derecho a ningún tipo de indemnización.

Además, arriesga otro tipo de sanciones que se pueden deducir de acciones legales de distinta índole que la eventual víctima haya tomado de manera paralela.

“Por supuesto, en el caso de que alguna de las partes no quede conforme con lo dictaminado en primera instancia, puede realizar su apelación con los argumentos correspondientes”, afirmó.

MUJERES EMPODERADAS

Si bien cualquier trabajador está expuesto a sufrir este tipo de acoso, son las mujeres las que presentan la mayor cantidad de denuncias. De hecho, en la Región de Coquimbo las últimas acusaciones formales que realizaron hombres datan del año 2012.

Y es que claramente son ellas las que están más expuestas a enfrentar este tipo de situaciones, por lo mismo, desde la Seremía de la Mujer y Equidad de Género, la seremi Ivon Guerra, valora que existan cada vez más denuncias, ya que está consciente de que estos hechos siempre han existido, pero antes se escondían y no eran visibles para la sociedad. “Las personas, y principalmente las mujeres han perdido el temor a denunciar y eso es sumamente positivo”, aseveró Guerra.

Pero la seremi va más allá y manifiesta que las sanciones deben ir siempre más allá de lo laboral. Claro, hoy en día un acosador sólo arriesga perder su trabajo, un castigo bajo tomando en cuenta que a veces las secuelas psicológicas que sufren las víctimas son más grandes. “Desde luego que se debe tomar en cuenta la magnitud del acoso, pero las sanciones deberían aumentar sin duda, porque si no, puede llegar a suceder que esto se termine normalizando, y eso es precisamente lo que no queremos como sociedad”, concluye Ivon Guerra, esperando que, cada vez más, como parece ser la tónica, el miedo desaparezca y todas las víctimas exijan justicia.

NO ES UN DELITO

Pero todavía hay mucho por hacer. Si bien el que se esté denunciando es un avance, según abogados, el acoso sexual en rigor no existe jurídicamente en la legislación chilena, la que solo contempla penas en casos de abuso sexual. El acoso solo está restringido al ámbito laboral, que lo sanciona con indemnizaciones, despidos o autodespidos. La diferencia entre uno y otro está marcada por el contacto físico.

 

MOVIMIENTO FEMINISTA

Para muchos el movimiento feminista que este año ha alcanzado niveles pocas veces vistos, ha incentivado a que las denuncias se incrementaran. Así lo manifestaron desde diversas agrupaciones quienes valoraron los números a nivel nacional e insistieron en el llamado a “perder el miedo” y hacer visible un flagelo que continúa mermando los derechos, en este caso laborales, de las mujeres en Chile y en el mundo.

 

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