• Armando Macaya reconoce que cada vez le cuesta más abastecer su almacén y que el negocio se ha puesto cuesta arriba por el alza de precios, las bajas ventas y los escasos permisos.
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El Día
La pandemia les ha dificultado el proceso de abastecimiento. Y ahora último, la medida del confinamiento ha complicado aún más su funcionamiento. A cinco meses de la llegada del virus a la región, acusan preocupantes pérdidas económicas.

Los almaceneros, especialmente aquellos de las comunas en cuarentena, han puesto la voz de alerta, ya que no solo les han bajado las ventas, sino que reclaman que no tienen ninguna garantía de la autoridad para poder salir a conseguir los productos que comercializan a diario. 

Argumentan que son un eslabón importante de la microeconomía de la región de Coquimbo, ya que llegan directamente a los hogares con buenos precios, pero lamentablemente todo se ha puesto cuesta arriba y temen que ahora las quiebras los alcancen a ellos.

En el centro de La Serena funciona el almacén Macaya, a pasos de la Avenida Francisco de Aguirre, de propiedad de Armando Macaya. En su caso, dice que ha enfrentado muchos problemas de abastecimiento, especialmente en los abarrotes, los que señala han subido de valor e incluso algunos han desaparecido.

“La verdura y la fruta están todavía a un precio razonable, pero ha subido harto el tomate, morrón y pepino de ensalada, todo lo que viene del norte”, indica. Respecto a la mantención del local, reclama que solo cuentan con dos permisos para salir a comprar, lo que se ha transformado en un verdadero problema.

“Nosotros íbamos a buscar todos los días lo que nos iba faltando. Entonces, hay momentos en que traemos mucho y se nos descompone y otras veces traemos poco y nos falta”, cuenta.

“Nunca había estado tan malo. Al comienzo de la pandemia las ventas subieron, la gente nos prefería, pero con la cuarentena no podemos abastecernos adecuadamente”, Teresa Robles, almacenera

Consultado sobre el permiso laboral, Macaya aclara que solo sirve para movilizarse entre la casa y el negocio. “Para realizar las compras están los dos permisos semanales, los mismos que tiene cualquier persona normal”, lamenta.

Pero no solo se les ha hecho difícil abastecerse, sino que han sufrido pérdidas económicas producto de la pandemia. Así lo plasma Armando Macaya, quien muestra la entrada del almacén señalando que tienen que trabajar con la reja cerrada por un tema de seguridad y por prevención de los contagios.

“Hay personas que ven la reja cerrada y piensan que no estamos atendiendo y se van. Las ventas nos han bajado en un 40%, pero tenemos que seguir trabajando y vendiendo porque tenemos pagos de agua, de luz. En estos momentos tengo como 500 mil pesos de deuda de luz, como las ventas han sido muy bajas no hemos podido pagar, entonces lo vamos dejando para el próximo mes y al otro mes más nos sube”.

Las ventas también se han visto afectadas por la reducción del horario de atención, que hoy es de 10:00 a 19:00 horas, mientras que antes de la crisis sanitaria se extendían hasta las 22:00. Explica que han adoptado la medida porque después de las 18:30 horas la ciudad prácticamente se apaga y no anda casi nadie en la calle.

La confitería

En pleno centro de La Serena, el caso de Santiago Cerda, propietario de la Confitería Bunny, es similar y los embates de la pandemia lo tienen al borde del cierre, pero dice que sigue resistiendo porque es el único ingreso que tiene.

También le cuesta el abastecimiento a pesar que mucha de su mercadería la recibe por pedidos y se la van a reponer al local. El problema es que los vendedores disminuyeron de una manera abismante y si antes eran hasta veinte los que lo surtían, ahora con suerte puede ubicar a dos o tres por whatsapp.

Además, “el flujo de gente es muy poco respecto del que yo tenía antes que empezara esto de la pandemia y el estallido social, las ventas bajaron mucho”.

El negocio se ha puesto cuesta arriba. También vende productos que antes iba a comprar personalmente a algún supermercado o distribuidor, pero ahora se le presentan dos dificultades. Primero, las largas filas que le toman mucho tiempo y segundo, que tiene que ocupar un permiso temporal. Si bien tiene uno colectivo, no le permite ingresar a los supermercados o bancos.

 “Si quiero ir al supermercado a abastecerme de leche o de cecinas para los sándwich tampoco puedo hacerlo. Siempre trabajo con productos frescos, entonces compro todos los días. Está muy complicado el tema, para mí el detrimento económico es cercano al 80%, estoy trabajando para poder pagar el arriendo”, expresa.

“En los últimos meses he estado sacando de mi bolsillo para poder pagar varias cosas, por lo tanto, estoy sacando los ahorros que generé durante cinco o diez años y eso costó. Pero hay que seguir para estar dándose vuelta y poder mantener el negocio. Tengo la esperanza de que vuelva la normalidad en algún momento”, agrega Cerda.

En poblaciones

En los negocios de poblaciones está ocurriendo lo mismo. En el caso del sector San Juan, en Coquimbo, Carlos Becerra señala que “lo peor que nos ha pasado es el tema de los permisos, con dos a la semana no podemos abastecernos como corresponde, porque nosotros vamos comprando en la medida que vamos vendiendo y a veces hay que reponer en el día a día. Yo he tenido que salir a comprar sin permiso, he corrido el riesgo, no queda otra”.

“Aquí las autoridades se han equivocado, deberían darnos un permiso para transitar por lo menos unas cuatro veces a la semana o vamos a terminar todos cerrados. En el fondo somos pymes y nos van a hacer quebrar, no se entiende”, acusa.

Dificultades parecidas declara Teresa Robles, del almacén Teresita. El negocio lo tiene hace diez años y “nunca había estado tan malo. Al comienzo de la pandemia las ventas subieron, la gente nos prefería, pero con la cuarentena no podemos abastecernos adecuadamente, nos ha perjudicado a nosotros en los ingresos y a la gente que no tiene sus productos como antes”.

 

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