Crédito fotografía: 
Juan Carlos Pizarro
La comunidad zíngara que vive a un costado del Puente Zorrilla en La Serena, también se ha visto afectada por el Covid-19, pero hasta ahora su problema no es sanitario, sino económico. Aseguran estar siendo víctimas más que nunca de la segregación social, ya que las personas los rechazan pensando que, “sólo por ser gitanos” pueden ser un foco de contagio. No les compran sus pailas, ni sus pulseras, ni sus artesanías. Tampoco han podido “realizar algún otro negocio” y ni siquiera pedir monedas en la calle es una opción. Al no generar recursos, están haciendo una olla común para todo el campamento, pero muchas veces no alcanza para todos.

Hace un mes y medio estuvimos con ellos. Fue a mediados de abril cuando visitamos el campamento gitano de La Serena, donde viven unas 40 familias. La pandemia todavía no mostraba su peor cara y no causaba los estragos que hoy están enfrentando los sectores más vulnerables de la población. El principal problema que tenían en ese momento era la falta de agua potable, lo que impedía que pudiesen mantener medidas de higiene adecuadas y ejecutar eficientemente las medidas preventivas para evitar algún tipo de contagio. 

Pero ahora, aquel inconveniente ha pasado a un segundo plano. Parecen haber asumido el no poder cuidarse de manera íntegra, como lo recomiendan tanto los expertos como las autoridades y se resignan a correr el riesgo. Lo que más les complica en la actualidad es la falta de comida y dinero para comprarla, ya que, aseguran, en medio de la emergencia sanitaria la gente los discrimina, no han podido vender sus pailas y otras artesanías, ni tampoco les dan dinero cuando salen a pedir monedas al centro de la ciudad. Sin duda, el pueblo zíngaro está sufriendo los embates del Covid-19. 

La pandemia y el prejuicio

“Parece que con esto nos agarraron miedo. Las personas se alejan de nosotros como si estuviéramos infectados”, dice la señora Rosa Del Carmen, quien vive hace dos años en el campamento junto a su familia. 

Es categórica en señalar que nunca pensaron que el coronavirus les golpearía tan fuerte, después de todo, son un pueblo fuerte acostumbrado a la adversidad, pero la crisis sanitaria los ha superado, y no porque estén enfermos sino porque todas sus carencias sociales se han agudizado.

“Antes de todo esto los maridos salían a trabajar, pero ahora no se puede, la gente no se acerca, y nosotros tampoco nos movemos mucho de acá por los niños, porque corremos el riesgo de contagiarnos y contagiarlos a ellos”, expresó la mujer. Por lo mismo, no pueden generar dinero, lo que ha llevado incluso a que existan días en los que no les alcanza para comer.

“Lo que hemos hecho es juntarnos todas las carpas y hacer una olla común, pero a veces nos alcanza y a veces no, y quedamos con hambre. Entonces ahí yo, y las otras madres no comen para que los más chicos puedan quedar más satisfechos, es bien complicado”, sostuvo Rosa. 

“Vienen una vez y se olvidan"

Sobre la tierra húmeda juega un grupo de niños, con autos desarmados y sus perros. Se ven felices, como inconscientes de la difícil situación. Mientras los miramos se acerca Efraín Pantichi quien remarca que fueron a prestarles ayuda en su momento, pero “como siempre pasa, vienen una vez y después se olvidan”, consignó, molesto. 

Agradece el hecho de estar recibiendo agua de manera permanente por parte del municipio, y que desde el Servicio de Salud, en conjunto con la Seremi de Desarrollo Social, hayan ido a vacunarlos contra la influenza, pero hoy por hoy, su necesidad es otra.

“El drama que nosotros tenemos es la alimentación, y estamos en una crisis económica al igual que todos o mucho peor, entonces uno ve la tele que están entregando comida a la gente y a nosotros no, y da rabia porque es como si no fuéramos personas”, expresa el gitano, quien, abiertamente pide ayuda, “necesitamos comida, alimentos, y alguna forma de arreglar nuestras carpas para no llovernos, porque el otro día aunque cayó muy poca agua, igual nos mojamos. Todo ha cambiado, nuestra realidad no es igual a la que teníamos antes de esta enfermedad. Ya no podemos ir a vender nada y estamos estancados como todos”, enfatizó. 

Una bolsa para todos

Ángelo es un joven gitano de 24 años. Mientras estábamos en el campamento lo vemos llegar con una bolsa en la que trae 8 panes, un paquete de galletas y arroz. En cuanto se da cuenta del tema que tratábamos comienza su alocución, con fastidio.

“Mire lo que traigo, mire, esto es para todos, con esto vamos a tener que estar hasta la noche, nos va a quedar la guata vacía. Con esto de la pandemia todos estamos mal, y los gitanos también somos chilenos pero parece que no nos toman en cuenta, no les importa que estemos bien o mal”, manifiesta, clamando por una ayuda en alimentación. “Un paquete de tallarines, una salsa, alguna sopa. No pedimos nada del otro mundo, ni nada que no les hayan dado a otros. Yo tengo amigos extranjeros en Las Compañías y han llegado hasta su casa a dejarles alimentos, pero acá nada”, enfatiza. 

Al lado de Ángelo está la señora Gladys, quien camina por el lugar cargando a su nieta de un año. La pequeña tiene la cara sucia, pero sonríe todo el tiempo con ingenuidad y ternura. “Ni pañales tiene mi niña, ni para pañales hemos tenido, porque cuando el papá tiene plata es para comida, para eso nomás le alcanza. Y ni a pedir monedas salimos ya porque nadie da nada, les da miedo contagiarse, y a nosotros también nos da miedo”, remarcó la gitana. 

Adultos mayores

En la comunidad también viven adultos mayores, y una de ellas es la señora Rosa Campos. La mujer de 75 años  camina con un inhalador en la mano ya que, asegura, el asma no le deja tranquila. Antes de la pandemia salía “a sacar la suerte” pero ahora ya no puede hacerlo por su propia salud, y porque la gente debe guardar la distancia social.

“Yo antes iba a la plaza y me ganaba mi plata, así, vieja como usted me ve. Las personas incluso se me acercaban para que les viera la suerte, pero desde que comenzó este bicho que ya nadie quiere nada, y yo tampoco quiero andar exponiéndome así que aquí estoy, a la suerte de la olla nomás. A mí, a parte de la comida me gustaría que me trajeran mis remedios, el inhalador ya se me acabó, y no he podido ir a buscar mis remedios para la presión. Cualquier rato me agarra esta cosa y me mata”, sostiene. 

Catalina pide ayuda

La adolescente gitana Catalina, de 15 años, tiene una noción completa de lo que está pasando. Le teme a la enfermedad y también a las necesidades, pero se siente esperanzada en que todo terminará pronto.

“Yo sé que mi papá no ha podido salir a trabajar y le ha ido mal por este virus, pero creo que van a inventar algún remedio”, dice la menor quien también pide ayuda, más que por ella, por sus hermanos menores con los que ayer por la mañana jugaba, sin la mascarilla, ya que, asegura, “nos vinieron a dar pero no alcanzaron para todos. A mí me habían dado pero se la pasé a mi hermanito, que es más chico y no quiero que le pase nada”, finaliza la pequeña, mientras corre, como intentando huir de esa realidad, que siempre ha sido adversa que el gitano parece aceptar casi por costumbre, pero que ahora rebasa los límites de lo que pueden soportar. 

Las respuestas

Consultado el Seremi de Desarrollo Social, Marcelo Telias, por la realidad de este campamento, expresó mediante un escrito que realizaron una visita junto al Servicio de Salud.

“Estuvimos con familias de asentamientos  gitanos, que han pedido apoyo en medio de esta pandemia del Coronavirus. Junto al Servicio de Salud Coquimbo realizamos un operativo de vacunación contra la influenza, donde niños y adultos pudieron acceder a la vacuna. Además, entregamos elementos de protección ante el COVID-19 como mascarillas y guantes”, precisó Telias, agregando que “a su vez, seguimos trabajando para apoyar a las familias en situación de vulnerabilidad de nuestra región y reiteremos el llamado a ingresar o actualizar el Registro Social de Hogares, que es la puerta de entrada para acceder a los beneficios que ofrece el Estado a quienes lo necesitan”. 

En relación a una ayuda en alimentos, como la que están pidiendo hasta ahora no la han realizado, pero podría entrar en las que se entregarán el 8 de junio. “La focalización de la entrega de las cajas, se realiza mediante los datos del Registro Social de Hogares y también los antecedentes que entreguen los municipios respectivos”, explicaron. 

Desde la Oficina de Protección de la Infancia (OPD) de Las Compañías, manifestaron que están en permanente contacto con los niños de esta comunidad entregándoles implementos y garantizando que estén en el sistema de salud. Por otro lado, también indican que “se han llevado a cabo operativos sociales por parte de la delegación, (limpieza y recolección de basura); entrega de agua por parte de la municipalidad; asesoría por parte de los asistentes sociales de la delegación municipal para beneficios sociales anteriores y actuales por el Covid-19”. 

El alcalde de La Serena Roberto Jacob ratificó que efectivamente han estado entregándoles agua de manera permanente  y, además, entendiendo la urgencia de la situación y que no pueden esperar hasta el 8 de junio, esta semana les entregarán alimentos.

“Se les solucionó el problema del agua potable, y ahora se está gestionando la ayuda de cajas de alimentos, para poder ayudarlos en esta pandemia. Vamos a ayudarlos todo lo que podamos así que decirle a los gitanos que pueden tener la tranquilidad de que vamos a seguir ayudándolos en todo lo necesario”, manifestó. 

 

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