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Con 88 años, el sacerdote jesuita Mariano Puga, conocido como el “cura obrero”, vive momentos complejos debido a un cáncer linfático. Pero no lo ve como una desgracia sino como una noticia que debe vivir con alegría, aprovechando cada minuto como si fuera el último y transmitir el mensaje de Dios.

“Por eso te digo que vayas a misa ¡todos con la Biblia¡,  ¡todos con la Biblia!” es la frase que se escucha al ritmo de la cumbia en la parroquia de Villa Francia, donde todavía sigue haciendo misa y viviendo en la población, el padre Mariano Puga, “en la misma casucha que hace 40 años, con idas y venidas”.

Estuvo de paso en la zona. Ayer sábado  visitó la localidad de Samo Alto, en Río Hurtado, donde llegó para realizar los “talleres bíblicos populares” y reunirse con los pobladores haciéndolos partícipes de la Palabra, “para que se puedan formar también como biblistas laicos”, dice el sacerdote, quien se dio el tiempo para conversar en exclusiva con diario El Día.

 

Malas noticias con alegría

En diciembre del 2018, el padre Mariano Puga se había marchado a Filipinas a un encuentro mundial de espiritualidad entre curas de las barriadas del mundo. Aunque iba sólo por unos meses se le hizo una despedida acorde con el cariño que la gente le profesa, ya que se pensaba que a su regreso, no retornaría a la Villa donde luchó por los derechos humanos en los momentos más complejos durante la dictadura militar y su nombre pasaría a la historia para siempre como “el cura del pueblo”.

“Mucha gente que está contra las instituciones de la iglesia es la que está más cerca”

Pero, según dice el propio cura jesuita, “Dios me tenía otros planes, los que no rechazo, sino que al contrario, tomo como un regalo”. Le detectaron un cáncer linfático y le dijeron que no le quedaban más de tres años de vida.

Esta enfermedad hizo que volviera a Chile en menos de un mes, para “entregar todo lo que me quede en esta vida a la gente con la que yo he estado siempre, en los momentos felices y en los momentos tristes. Cuando me dieron la noticia, lo primero que pregunté fue cuánto tiempo me quedaba y me dijeron que unos tres años más. No me achaqué para nada, porque tengo 88 y he tenido una vida tan plena. Así  que no me queda nada más que agradecer y servir”, expresa.

Ese mismo día, por la tarde, luego de dar la noticia a los feligreses, la población era una fiesta.  Mariano Puga  tomó el acordeón y no hubo quien lo parara. Cantó las canciones más alegres y convirtió la tristeza en felicidad. “No podía permitir que la gente que tiene tantos problemas, además estuviera triste por un problema, un inconveniente que era sólo mío”, relata el religioso.

 

El “cura obrero”

Conocido como el “cura obrero”, Puga  se enorgullece de “llevar ese cartel”, porque efectivamente trabajó como obrero por bastante tiempo (25 años) para llegar con el mensaje a personas que estaban alejadas de la Iglesia en la década de los sesenta.

“Dios tenía estos planes para mí, y yo no los rechazo, al contrario, los tomo con alegría”.

Ya para esos tiempos su cercanía con la gente más vulnerable, inmersa en el mundo popular, era evidente y siempre ejerció su labor al servicio de Dios en esa línea. “Los curas tenemos tres funciones, primero un rol evangelizador, segundo la labor como sacerdote, y el tercero, el servicio de pastores. A mí lo que más me interesa de todo, y esto es desde siempre, cuando decidí seguir este camino, es ser servidor del Evangelio y de la buena nueva de Jesús, y justamente fui obrero durante 25 años, para llevar la palabra a la clase obrera, que fue la que más lo necesitó, sobre todo en tiempos en los que era perseguida”, cuenta el religioso.

 

Su lucha en dictadura

Y él no fue la excepción. También estuvo en la mira de los militares. De hecho, fue detenido siete veces en los tiempos del general Augusto Pinochet, siendo la captura de 1974 la peor de todas, según él mismo reconoce, aunque prefiere no ahondar en el tema. “Son cosas que no se olvidan, pero sí creo que no es tan positivo revivirlas. Cuando uno ya está viejo es mejor acordarse de lo lindo que de lo feo”, acota.

 

“No somos un país católico”

Lo que menos le gusta del país es la desigualdad. Siente que los cristianos “nos hemos olvidado un poco” de lo que implica serlo. “Es inconcebible que el 80% del país se declare cristiano o católico,  y no sigamos la palabra de Jesús. Estamos más pendientes de la riqueza y no se puede seguir a Dios y a la riqueza al mismo tiempo. Vivimos en un país que dice creer en Cristo, pero al mismo tiempo somos uno de los países que tiene la peor distribución de la riqueza en el mundo. Entonces, yo lo cuestiono. ¿Es Chile un país católico o cristiano? Francamente, creo que no. Otra cosa es que haya mucha gente bautizada, que es completamente distinto”, expresó el cura del pueblo.

 

Lejos de la iglesia

Puga es consciente de que los jóvenes, particularmente, se alejan cada vez más de la Iglesia y que el principal motivo han sido los escándalos por los abusos sexuales cometidos por los integrantes del clero. Pero hace la distinción y cree que no todo está perdido. “La gente sigue buscando a Cristo, y muchas veces la gente que busca a Cristo precisamente está en contra de las instituciones de la Iglesia, porque quieren que renazcan”, especificó. 

Está convencido de que las personas, en el fondo, no se alejan porque hayan dejado de creer en Dios, lo que existiría es una desconfianza en las altas esferas eclesiásticas.

88 años cumplió el cura el pasado 25 de abril. Pese a su enfermedad, se siente con energía.

“No sé si yo esté vivo para cuando pase, pero va a nacer una nueva iglesia, desde la gente que uno ve a diario, y que tiene bondad en su corazón. Desde los laicos que han logrado que las verdades se vayan sabiendo, y aquí uno, hasta que pueda, tiene que contribuir llevando el mensaje donde nadie más lo lleva, a la gente que se siente marginada, o que muchas veces la propia sociedad margina”, dice el sacerdote defensor de los Derechos Humanos, de los derechos de todos. El que no tuvo miedo en tiempos oscuros, el cura de la gente. 4601iR

 

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