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Lautaro Carmona
El director de la Escuela de Derecho de la Universidad Católica del Norte, analiza un eventual cambio constituyente en el país, y explica el cómo este proceso podría llevarse a cabo de manera muy distinta a cómo ha sido en otros países latinoamericanos. Asegura que sentaría las bases para una democracia más sólida en el futuro.

El actual director de la Escuela de Derecho de la Universidad Católica del Norte, Kamel Cazor, es un convencido de que la crisis actual del país está pidiendo un cambio constitucional. Deja en claro que no solucionaría los problemas inmediatos, pero sentaría las bases para que en un futuro, las reformas en diversos aspectos, no se vean “bloqueadas” por la actual carta magna.

-¿Es el cambio de Constitución una solución a la crisis que se vive en el país?

“El cambio de Constitución en sí misma no va a generar una solución inmediata a los problemas que se están viviendo, porque yo creo que las demandas sociales tienen que solucionarse a un mediano y largo plazo. Pero el debate constitucional es absolutamente necesario, porque la Constitución es aquella en la que converge un consenso de la sociedad y que define la forma en la que nosotros queremos vivir, las reglas que nosotros queremos darnos, y eso refleja un proceso de autodeterminación donde el pueblo o la nación, a través de una participación democrática, determina las reglas del juego institucional.

El actual sistema esta demostrando –no solo ahora, sino también desde hace varios años- graves síntomas de agotamiento, es decir, en Chile se puso muy en evidencia que hay un problema constitucional, y no estoy diciendo que la Constitución sea buena o mala en sí misma (eso lo tendrá que decir el propio proceso constituyente), si no que el problema o malestar constitucional existe porque la sociedad nunca ha generado un real consenso sobre ella”.

-¿Tiene que ver con su origen?

“Claro pues se generó por un poder constituyente no democrático, lo que arrastra un serio problema de legitimidad de origen, y también, durante su vigencia, con que hay un desconocimiento de la Constitución, hay poca empatía de la ciudadanía con la misma, no es una Constitución viva como en las sociedades democráticas avanzadas. Por lo tanto, el hecho de que se genere un proceso constituyente, se  discuta en torno a la Constitución, es positivo y es un signo de madurez de la sociedad chilena”.

-Muchos dicen que lo que tenemos hoy día no es lo mismo que se aprobó en dictadura, debido a las reforma. ¿Es la Constitución de Pinochet la que nos rige?

“Yo creo que en esencia sí. Es lo mismo. Si bien la actual Constitución de 1980, ha sido la Carta con más modificaciones en nuestra historia (en sus casi 40 años de vigencia se destacan las grandes reformas de 1989 y de 2005). Su inspiración originaria se mantiene casi inalterable, pues la estructura de un Estado subsidiario y liberal (valores y principios constitucionales), su Constitución Económica (derecho de propiedad y libre iniciativa económica), el bajo estándar de derechos sociales asegurados (que la alejan de un Estado solidario) y el déficit de mecanismos de participación democrática directa de los ciudadanos (distintos a las elecciones periódicas), se encuentran en pleno vigor en la actualidad.

Por lo tanto, en su estructura material e ideológica, se está en presencia de casi la misma Constitución promulgada en el gobierno autoritario, y estas son, precisamente, las principales trabas que tiene la actual Carta para los cambios sociales que se demandan. De ahí que, muchas de las reformas legales que se van a hacer en un futuro van a tener un problema con la actual estructura constitucional. Es decir, las reformas a la salud, en el tema de las pensiones, podrían encontrar una piedra de tope en la actual Constitución”.

-En el Congreso se ha planteado realizar un proceso constituyente, realizarlo desde ahí. Teniendo en cuenta lo poco que la gente se siente representada por la clase política, ¿sería lo más idóneo? O, ¿es la asamblea constituyente el camino más propicio?

“En el actual sistema, quien pueden reformar la Constitución es el denominado Poder Constituyente Derivado, y este poder está radicado en el Presidente de la República y el Congreso Nacional. La actual Constitución, en esa capacidad de reforma, se puede hacer una modificación parcial o total de la misma”.

-Pero estamos hablando de reformas, no de cambio de Constitución…

“Esa es una disyuntiva. Porque si tú hablas de una reforma total, cómo vas a compatibilizar esa reforma con la actual Constitución. Esa es una gran disyuntiva porque el Congreso, si reforma la Constitución totalmente,  va a tener un límite en la propia Constitución actual, porque es una reforma, no un cambio o Nueva Constitución”.

-Lo que intentan hacer algunos parlamentarios actualmente, ¿es una reforma total o derechamente un cambio constitucional?

“Es un cambio constitucional, porque la reforma total, no genera u origina una Nueva Constitución, porque no deja de ser una reforma. Ahora, la actual Carta fundamental no menciona cuál es el mecanismo para generar una Nueva Constitución, no dice nada. Es decir, si tú ves el capítulo 15 de la Constitución, sólo se alude a las reformas. Entonces, si tú quieres poner en marcha un proceso constituyente en el cual se pretende generar algo nuevo, ahí tendrías que crear un mecanismo especial para eso, lo que implica reformar la Constitución para posibilitar esto”.

-Es decir, antes de cambiar la Constitución, se requiere hacer una reforma a la misma…

“Exactamente. Ahora, si tú quisieras crear el mecanismo del plebiscito constituyente, que es del que se habla, tendrías que reformar la Constitución; si tú quisieras crear el mecanismo de la asamblea constituyente, se requiere hacer una reforma constitucional. Es decir en esta primera etapa el Parlamento tiene un control.

Ahora, la presidenta Bachelet el 2017  presentó un proyecto de reforma constitucional para modificar el capítulo 15 de reforma, y crear un mecanismo que se llama Convención Constitucional, a este mecanismo se le da un objetivo específico que es generar una nueva Carta fundamental. Su composición, funcionamiento y los mecanismos de participación ciudadana en la misma, están radicados en el Congreso Nacional, quien para establecerlos debería aprobar una ley orgánica. Es decir, se le entrega la facultad al congreso mediante una ley orgánica para que él regule el funcionamiento”.

-¿Y qué pasó con este proceso?

“Bueno, esta reforma está parada, pero se podría reactivar”.

-¿Esto es distinto a una asamblea constituyente?

“Sí, es otra fórmula. La asamblea constituyente es lo que más se conoce, y es lo que la gente pide en la calle y ciertos sectores políticos, porque es lo más popular, en definitiva”.

-¿Y es posible una asamblea constituyente?

“Claro que es posible con una reforma constitucional. Pero cuando tú hablas de asamblea constituyente, o hablas de convención constituyente, estás hablando de una Nueva Constitución, no de una reforma. Entonces si hablas de una nueva Constitución, recurres al denominado Poder Constituyente Originario, que es un poder constituyente que genera un nuevo texto constitucional, es fundacional, que no está ligado específicamente con el texto anterior”.

-Pero es complejo hacer una reforma para cambiar la Constitución…

“Es muy complicado porque se requiere un quórum de dos tercios del Congreso, pero con ese alto quórum se podría generar un consenso sólido en el Congreso, lo que sería positivo para darle un puntapié inicial al proceso constituyente”.

-Respecto a la Asamblea Constituyente, ¿cuál es su posición?

“Creo que es la forma más democrática de cambiar la Constitución, porque genera una amplia representación ciudadana, en lo político, económico, social, minorías. Todos tienen representación en esa asamblea, es decir, el poder radica en el pueblo. Se presentan candidatos, y es la gente la que elige a sus representantes en la asamblea constituyente. Ahora, esta experiencia, la de una asamblea constituyente, nunca ha existido en la historia de la política chilena”.

-Si usted tuviera que elegir un mecanismo de cambio de Constitución, ¿cuál cree que sería mejor?

“Yo creo que es una muy buena medida la Convención Constitucional para cambiar la Constitución, que es lo que proponía el gobierno de la Presidenta Bachelet. Porque genera una mixtura en la que tanto el Congreso como también la ciudadanía van a tener un control sobre el proceso constitucional”.  

-Entonces, ¿la Asamblea Constituyente, para usted, no es el camino?

“A ver, es un camino altamente democrático, pero la asamblea constituyente no es en sí un mecanismo mágico (como ningún otro) que por el hecho de que sea asamblea constituyente lo que vaya a surgir de ella necesariamente va a ser lo mejor o lo más óptimo para la sociedad. Entonces los países tienen que crear mecanismos que generen consenso ciudadano, de acuerdo a sus propias realidades y experiencias políticas. Ahora bien, si el pueblo decide en un plebiscito el mecanismo de la asamblea constituyente, habría que respetar su veredicto pues es una decisión soberana de los ciudadanos”.

-¿Eso es lo que falta en Chile?, ¿Consensos?

“Claramente ese es el gran problema, porque no sabemos por qué tenemos este funcionamiento como sociedad, y como la ciudadanía no sabe y no entiende este modelo, una de las reacciones primarias a este descontento, es la violencia. El vandalismo existe en una sociedad donde no hay o no ha habido mecanismos de consenso y formas de expresión. Es una muestra de una sociedad que desde el punto de vista sociológico no tiene cohesión social y eso genera una situación en la cual, las personas que utilizan la violencia, la ven como un mecanismo de reacción a una sociedad que le es ajena, que no les pertenece. Entonces, como es ajena a ellos, se sienten excluidos y no les importa destruir o generar conductas disfuncionales, inaceptables en una sociedad democrática”.

-Volviendo a la Constitución, ¿hay gente que se asusta cuando escucha hablar de cambios y citan ejemplos como los de Venezuela, ¿por qué existe este miedo?

“Lo que pasa es que lo que se denominan Tiempos Constituyentes, son contradictorios, porque se dan cuando hay crisis y en Chile en estos momentos no hay que ser expertos para darse cuenta que hay una crisis, una crisis institucional, del ciudadano como motor de la sociedad, de nuestra democracia representativa.

Entonces, ese proceso constituyente que es antecedido por una crisis, después tiene que asegurar una estabilidad y un consenso, por eso es contradictorio, porque dentro de una crisis tiene que surgir un pacto social de estabilidad. Ahora, si tú ves la historia política Chilena, la transición política hacia la democracia, la estructura política chilena, no es lo mismo que otros países latinoamericanos. Creo que el país tiene la madurez necesaria para un cambio de Constitución”.

-Muchos piensan que sería un caos…

“Para nada. Se trata de reflejar lo que quiere la sociedad chilena para asegurar la estabilidad institucional futura. No podría, tornarse, al menos en Chile, en algo inestable si previo a esto hay un consenso institucional mandatado por el propio Congreso y ratificado por los propios ciudadanos. Además, hay que creer en la gente, porque nosotros nos llenamos la boca diciendo que somos demócratas, pero no creemos en la gente a la hora de cambiar la Constitución, no pues, eso no puede ser, porque la democracia es precisamente participación de todos los ciudadanos. Por tanto pretender volver a la normalidad de la profunda crisis actual, manteniendo las cosas como están, yo creo que es no entender los procesos sociales y políticos”.

-¿Por qué el caso chileno no es comparable al venezolano?

“Yo creo que es totalmente distinto, porque Venezuela no venía con una democracia sólida. Tuvo en la década de los 70, 80 y 90 un enriquecimiento enorme con el boom del petróleo, lo que generó castas políticas y excesiva corrupción a nivel constitucional, entonces cuando surge el chavismo, la sociedad era muy rica, pero era una sociedad que estaba quebrada institucionalmente.

En Venezuela se tomaron decisiones equivocadas, porque la realidad venezolana no es la realidad chilena, en Venezuela basaron sus políticas en el populismo fundamentado en el precio del petróleo. Entonces, Chile es muy distinto, la realidad política histórica es diferente. En Chile ha existido un desarrollo político y social, una evolución que no es nueva, se remonta a todo el siglo XX. Por ello, el cambio institucional que se está proponiendo no es sinónimo de caos o inestabilidad, pues si se hace en base a un consenso sólido, donde participen las instituciones y los ciudadanos será una garantía de estabilidad institucional futura en Chile y de paz social”.

 

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