• Alexis ha tenido que reinventarse. De profesor universitario hoy se desempeña como delivery.
Crédito fotografía: 
Lautaro Carmona
Allí están. A un costado de la ruta, en una plaza del centro, o en el local de siempre que resiste, tratando de subsistir para que otros también lo hagan. Panaderos, repartidores, distribuidores de frutas y verduras, entre otros, a los que la normativa les permite funcionar siguen su labor en la calle, tomándolo como una oportunidad para paliar su propio mal momento económico, pero igualmente con responsabilidad, ya que saben que su rol es fundamental para el resto, y lo será cuando todo esto termine y comience la reactivación. Eso sí, son críticos del comportamiento de la gente y aseguran no están respetando el confinamiento

Casi un mes desde el inicio de la cuarentena total en la conurbación y el llamado sigue siendo a quedarse en casa. Hay quienes pueden hacerlo, pero no entienden y continúan desplazándose por la ciudad innecesariamente, mal utilizando los permisos, o incluso falsificándolos.

Pero otros están allí, en las calles porque no les queda otra opción. La ley los faculta para trabajar durante el confinamiento, y ellos entienden que cumplen con un deber esencial gracias al que además pueden subsistir. Cierto, son afortunados al mantener sus empleos o emprendimientos, pero no eluden la gran responsabilidad que les toca asumir. No se trata de los trabajadores de la salud, ni de quienes dictan cátedra desde lo público. Son humanos intentando sobrevivir y ayudando a que otros también lo puedan hacer.

EL PAN DE CADA DÍA

Una de las dudas más frecuentes que se leían en los foros en los primeros días de cuarentena era cómo lo haría la gente para ir a comprar pan. Aquello daba cuenta de lo importante que es este alimento para las personas, y de la necesidad que tenían de adquirirlo a diario. Las panaderías y los panaderos percataron de lo que significaban para la comunidad y lo tomaron con orgullo. En algunos casos fue un aliciente para seguir trabajando en medio de la adversidad cuando los tiempos no son los mejores.

El más claro ejemplo de esto es la Panadería Victoria, del sector de La Antena, en La Serena,  donde la familia Rojas ha estado llevando adelante su negocio por más de 60 años desde que la fundara don Horacio Rojas, siendo una de las más antiguas de la ciudad y de la región. Uno de los integrantes del clan, Gonzalo Rojas, cuenta cómo han sido estos últimos meses, de dulce y de agraz, pero con la satisfacción y la esperanza de que el emprendimiento seguirá en pie porque existe vocación y amor por lo que se hace. “Evidentemente que todo ha cambiado con el tema de la cuarentena, desde el trato al cliente que tiene que ser más rápido, porque hay normativas que cumplir, y también en el tema de la venta, porque ha bajado harto, eso es indudable, pero estamos aquí todavía, dándole fuerte porque sabemos que la cuarentena va a terminar, que la pandemia va a terminar, y nosotros queremos estar aquí cuando eso pase, porque somos parte de la historia de acá de la zona, y sabemos que tenemos gente fiel, y esto también es por ellos”, relata Gonzalo de 23 años, quien forma parte de la cuarta generación familiar, y quiere llegar algún día a convertirse en el monarca, para conservar ese sabor a Victoria.

LA BELLEZA DEBE MANTENERSE

En ese momento de la mañana, los panaderos ya se encontraban descansando. Claro, habían trabajado toda la noche, “a la antigua” para poder producir cientos de kilos de pan el que la gente de la población concurre a buscar todos los días, y que también se sale a repartir por otros puntos de la ciudad para facilitar que las personas no tengan que salir de sus domicilios.

Pero existen otros rubros que no paran. Cierto, la belleza para muchos no es algo esencial, pero para don Fernando Valencia de 67 años, sí lo es. Él no tiene un emprendimiento, y siempre ha trabajado con un sueldo. En este momento, agradece no haber perdido su empleo ya que sabe que el fantasma de la cesantía está latente, al acecho y que en cualquier momento puede caer sobre sus hombros lo que a su edad, dice, sería un camino sin retorno. Este serenense, trabaja en la mantención de las áreas verdes de la capital regional y lo encontramos en plena Avenida Francisco de Aguirre, llegando a la Ruta 5, regando calmadamente el pasto de una plaza cercana. Parecía no percatarse del sonido de los vehículos de alto tonelaje que pasaban muy cerca y saluda amablemente cuando lo abordamos para conocer su historia, una más de los que siguen afuera durante la cuarentena. “Mire, estos días que anda menos gente en la calle ha sido mucho más placentero este trabajo. Yo lo disfruto mucho porque me gusta. Estoy en esto desde hace 15 años, y nunca había visto la ciudad tan limpia como ahora, es un agrado regar el pastito y que no haya papeles tirados ni nada. Eso es lo positivo”, relata don Fernando, quien vive en Las Compañías.

Si bien el trabajador admite que ha disminuido la cantidad de personas circulando, reconoce que no es suficiente. Para él, la evaluación hacia la comunidad no pasa de una nota 4, ya que le toca ver en el sector donde reside y también durante su trayecto rumbo al centro, el cómo en muchos casos la gente está afuera de sus hogares, sin permiso, o se desplazan en familia “de paseo” desde el sector norte de la ciudad. “La verdad es que se fiscaliza, pero a la gente como que no le importa. Uno es viejo y le toca trabajar, pero me cuido, me dan los elementos de seguridad y estamos con supervisión, pero de repente en las esquinas se ven cabros en grupo, no sé haciendo qué, o lo mismo que pasa en los supermercados, que van por montones. O sea, no se están portando bien y es una lástima porque lo que está pasando es grave. En la calle deberíamos estar sólo los que tenemos que trabajar, pero al final salen todos”, dice el serenense, ya cercano a su hora de salida, después de haber cumplido su labor para que cuando al fin todo esto pase, “la gente se encuentre con una ciudad bonita dentro de los que se puede. Eso hacemos nosotros”, expresó don Fernando.

DON CARLOS Y SUS FRUTOS

De La Antena al centro de la ciudad, y del centro a Las Compañías. Allí Carlos Munizaga, maneja una distribuidora de frutas y verduras, al por mayor y menor. Es decir, les venden a los particulares que concurren a comprar para llevar directamente a su hogar, y también a otros comerciantes que trabajan en las ferias y verdulerías. Su caso es una excepción, y lo tiene claro ya que a diferencia de la mayoría de los negocios en medio de esta pandemia ahora con cuarentena incluida, no han bajado sus ventas, algo que agradece y por lo mismo, trata de tener los precios más económicos posibles, darle facilidad a la gente, y a los demás comerciantes que sí han tenido una mayor merma financiera. “Es tiempo de ser solidarios. Nosotros hemos visto cómo han caído otros colegas, feriantes que andan al tres y al cuatro por el problema sanitario, entonces es triste, pero lo que yo espero es que esto termine, y que todos se puedan recuperar. Por lo pronto, uno sabe que acá a la gente se le hace más fácil comprar, y por eso que aquí estaremos hasta que se pueda, y llamamos a la gente a que respete la normativa, que vengan a comprar de a uno, que lo hagan con mascarilla, todas esas cosas porque si no este virus nos va a terminar ganando y nadie quiere que eso pase”, aseveró.

EN LA RUTA

En el camino, las historias pasan por delante de nosotros. La mayoría sigue de largo, pero pudimos atrapar una de ellas. Se trata de un residente venezolano que transitaba en una motocicleta, haciendo repartos a domicilio. El delivery se ha vuelto el trabajo a tiempo completo de Alexis Molina (32) desde que comenzó la pandemia que, como a muchos, dejó sin su empleo estable teniendo que ingeniárselas para generar recursos y poder mantener a su familia que se mudó a Chile junto a él hace algunos años en busca de un futuro mejor, el mismo que hoy sólo se ve cargado de incertidumbre. “Trabajaba como docente de Educación Física en una universidad, pero lamentablemente no me renovaron contrato, precisamente por el tema del Covid, y todas esas cosas. Obviamente que esto te genera complicaciones económicas, porque ya no percibo los recursos que percibía antes. Eso sí tengo que ser agradecido, porque sé que hay gente que está mucho peor que yo”, sostuvo Alexis.

Recorre unos 500 kilómetros diarios, por gran parte de la conurbación y asegura que lo que ve no le gusta. Está convencido de que la cuarentena no funciona, porque no se respeta, y es demasiado permisiva. “Yo no sé muy bien si esto es cuarentena, porque la gente sale cuando se le da la gana. Al final los perjudicados terminan siendo los que no tienen, como tengo yo ahora, la oportunidad de tener un trabajo independiente si es que perdieron el que tenían. Los que trabajan al día para comer, porque que disminuya la enfermedad, o que si quiera la gente deje de salir eso no lo estamos viendo, no está pasando entonces ya no se entiende cuál es el fin de todo esto”, expresó el residente venezolano.

DON JUAN TIENE LAS LLAVES

Cuando llegamos al quiosco en donde trabaja el cerrajero Juan Jérez, ya terminaba la jornada. Al pequeño local ubicado en calle Balmaceda se acercaban los últimos clientes, antes de que el hombre comenzara a cerrar para retornar a su casa. Y es que durante la cuarentena abre sólo medio día debido a la falta de gente. Pero admite que no es algo nuevo, ya que desde el estallido social que ha visto cómo su negocio decae, lo que es triste, pero hizo que estuviera preparado. “Como yo sabía que este año podía pasar algo así, cuando comenzó esto estaba preparado. Es decir, tenía mis ahorritos, por lo que pude aguantar las primeras semanas de la cuarentena sin trabajar. Pero, ya se me estaban acabando, por suerte ahora tengo la posibilidad de trabajar en este local ejerciendo mi oficio de siempre”, precisó don Juan de 67 años, quien en un principio pensó que no tendría permiso para trabajar, pero finalmente se lo dieron.

Al igual que todos los entrevistados, no sabe cuándo retornará la normalidad, ni si quiera tiene certeza de que algún día retorne, por lo pronto, está consciente que debe cuidarse más que el resto debido a su edad, pero no podría dejar de trabajar, por más que quisiera. Él es uno más del grupo de los que siguen, de los que subsisten, para que otros subsistan, y que serán fundamentales cuando la tan anhelada reactivación finalmente llegue.

 

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