Crédito fotografía: 
Lautaro Carmona
A los 8 años, a Martín Gutiérrez, de Ovalle, le fue detectado un tumor maligno en su riñón derecho. Tras intensas quimioterapias, la metástasis desapareció, pero hoy, ya con 10 años, las células cancerígenas volvieron a su cuerpo y fue enviado a casa desde el hospital Roberto del Río para seguir un tratamiento paliativo. Sin embargo, en su familia han optado por la medicina alternativa del controvertido doctor Ricardo Soto y, según dicen, está dando resultados.

Todo gira en torno a Martín. Cuando llegamos a la casa de la familia Gutiérrez Arenas, su madre, Fabiola, le prepara el almuerzo especial para ir a dejárselo al colegio, mientras su padre Ricardo, le ayuda cuidadosamente. Cada detalle importa en una dieta inamovible que el pequeño debe cumplir estrictamente desde hace tres meses.

Son las 11:30 de la mañana y el niño está en la escuela donde cursa cuarto básico. Asiste cuando puede aunque últimamente no ha faltado. “Se ha sentido bastante bien”, dice Fabiola, sin quitarle la atención a la comida de su hijo.

Nada ha sido fácil para esta familia y pareciera que la vida se ha tornado cuesta arriba los últimos dos años. “El golpe fue demasiado fuerte y no estábamos preparados”, consigna la mujer, mientras avanza a paso lento hasta el sillón del living de la casa y su esposo la sigue al mismo ritmo. Hay que dejar que el alimento repose y hay tiempo para una pausa.

EL DÍA QUE TODO CAMBIÓ

Fue a mediados del 2015 cuando todo cambió. Era un día de semana por la tarde y Martín se encontraba viendo televisión, sentado junto a sus hermanos. Todo tranquilo, hasta que en un momento se levantó y un profundo dolor en la pierna no le permitió mantenerse en pie.

No le duró demasiado, pero durante el día la molestia persistió y el niño comenzó a cojear por lo que su madre decidió llevarlo a Urgencias del Hospital de Ovalle. Desde ahí lo enviaron de vuelta a su casa pero le dijeron que lo volvieran a llevar al otro día si el dolor continuaba, para realizarle exámenes.

Así fue, y descubrieron que tenía las plaquetas bajas y una anemia aguda. Aquello era otro indicio de que algo andaba mal. Pero la revelación final llegaría recién el día lunes y sería la peor noticia que Fabiola y Ricardo pudiesen haber recibido.

Luego de realizarle una ecografía a Martín le detectaron una especie de masa en la parte superior del riñón derecho. Se trataba de un tumor que ya estaba en su cuarta etapa, con metástasis. “Quedamos en shock, no sabíamos muy bien cómo era el mundo al que estábamos entrando, pero ya cuando al otro día nos trasladaron al hospital Roberto del Río tuvimos alguna idea de lo que se venía”, relata Fabiola y mientras su mano derecha se funde con la de Ricardo, quien está sentado a su lado, también rememorando lo vivido.

El hombre no puede evitar quebrarse. Todavía no se puede sacar de la cabeza la primera vez que conversaron con los oncólogos del hospital capitalino y fueron sumamente categóricos. “Martín tiene muy pocas posibilidades”, les dijeron los profesionales, y un frío estremecedor recorrió sus cuerpos.

El cáncer que padecía era uno de los más malignos. Se trababa de un neuroblastoma y ni siquiera la quimioterapia garantizaba resultados ya que no todos los niños soportaban el tratamiento.

Pero no había otra alternativa. Tuvieron que secarse las lágrimas y seguir adelante. El pequeño estuvo sometido casi un año a quimioterapia intensiva y milagrosamente tras ocho sesiones al pequeño se le desapareció la metástasis. En la familia no lo podían creer, la felicidad era enorme y sintieron que todo el esfuerzo hecho por su hijo había valido la pena.

HUELLAS QUE QUEDARON

La prioridad siempre fue Martín, por lo mismo, la familia nunca escatimó en gastos para continuar con el tratamiento y seguir 100% lo que les decían los médicos. Sin embargo, ese año, el 2015 fue sumamente complejo en lo económico ya que la madre debió trasladarse a vivir a Santiago,  y el padre viajar de manera constante. “Fue complejo, porque te cambia la vida y lamentablemente acá en la región no hay dónde tratar a los niños que tienen esta enfermedad y yo tuve que irme con Martín. Obviamente que la situación a veces se hace insostenible por los gastos en la alimentación de él y los traslados”, cuenta Fabiola.

EL RETORNO DE LO PEOR

Pero lograron salir adelante, ir poniéndose de pie lentamente ya con el pequeño sano, lo que en definitiva era lo importante. Sólo debían viajar a Santiago una vez al mes para hacerle los controles “de mantención” y con pastillas de quimioterapia para que no volviera el cáncer.

Sin embargo, ocurrió lo peor. Tras un año de estar con el tratamiento ambulatorio, luego de unos exámenes de rigor, los médicos se dieron cuenta que las células cancerígenas habían vuelto. La pesadilla retornaba para la familia.

Pero no se dieron por vencidos. Siguieron los protocolos del hospital Roberto del Río que indicaban que Martín debía continuar un nuevo tratamiento. Sin embargo, según indican los familiares, posteriormente les manifestaron que no existía ningún conducto qué seguir en el caso del pequeño, por lo que debía volver a su casa solamente con un tratamiento paliativo.

“Obviamente que cuando te dicen algo así, pareciera que se te va un poco la esperanza, pero no podíamos dejar de luchar, no podíamos dejar a nuestro hijo”, relata Ricardo, evidentemente emocionado.  

UNA TERAPIA ALTERNATIVA

Volvieron a Ovalle convencidos que pese a lo que les dijeron los doctores,  ellos agotarían todos los medios para que su hijo estuviera bien. “No nos podíamos quedar sólo con lo de los médicos del hospital, necesitábamos más opiniones, no nos quedamos con los brazos cruzados”, indica el padre, todavía sentado en el sillón junto a su esposa Fabiola.

Buscaron alternativas y fue la mujer la que encontró la que hasta ahora, transcurridos tres meses desde que en el hospital les dijeran que no había tratamiento, les ha resultado.

Una tarde, mientras navegaba por las redes sociales se encontró con el controvertido doctor Ricardo Soto de quien ya tenía conocimiento luego de haberlo visto en televisión. Siempre le gustó lo que postulaba y pensó que podía ayudar a su hijo.

“Una persona me dio su número, llamé a su consulta y todo se fue dando muy fluido. Me fue fácil llegar a él. Pedí una hora, lo llevé y todo ha salido bien”, cuenta Fabiola.

TRES MESES DE OPTIMISMO

En agosto vieron todo oscuro, pero ahora en la familia de Martín creen que la luz está reapareciendo. Desde que fueron a ver al doctor Soto a su consulta en Santiago, sienten que su hijo ha estado mucho mejor y no muestra ningún síntoma del cáncer. De hecho, en las últimas semanas ha asistido regularmente al colegio.

Según relata su madre, gracias a los cambios de alimentación basado en una dieta alcalina, omega 3 y a las terapias bioenergéticas, su hijo hoy en día “puede hacer una vida normal”, juega fútbol todos los días y no se queda quieto, tal como era antes de que le detectaran el cáncer hace dos años.

Ellos no dan crédito a quienes hablan mal del doctor Soto y agradecen su ejercicio de la ‘medicina consciente’. “La gente opina tal vez porque cobra caro, pero si a mí no me dan otra opción, tengo que buscar alguna otra salida. Las personas pueden no creer, pero yo veo a mi hijo bien. Está muy repuesto, y si el día de mañana tienen que hacerle alguna quimioterapia, o ponerle un pinchazo, él va a estar mucho más preparado”, insiste la madre.

A LA ESCUELA Y A LA VIDA

La comida ya reposó. Una hora de conversación ha sido suficiente para conocer la historia del pequeño Martín Gutiérrez quien en ese momento todavía estaba en la escuela.

“Debe estar esperando”, dice Fabiola, quien junto a Ricardo se levanta y emprenden ruta al establecimiento. Los acompañamos.

Y ahí está pequeño Martín. Ha salido del salón para recibirnos, y lo hace con energía. Su sonrisa es permanente y parece iluminar todo el ambiente y también a los rostros de sus padres que lo miran y olvidan por momentos la enfermedad que aqueja al niño. Sólo piensan en la felicidad de ese momento, de verlo correr, de verlo contento.

Así ha estado en el último tiempo, cuando se pensaba que serían malos tiempos debido a su diagnóstico. Se levanta y lo único que quiere es tomar la pelota y emular a si ídolo, “el mago” Valdivia. Y en la escuela lo mismo, “no suelta el balón”.

Es verdad que las células cancerígenas están, pero los padres prefieren no pensar en el futuro. Simplemente desean vivir el día a día y continuar el tratamiento que, según dicen, ha dado tan buenos resultados. Lo único que quieren es que su hijo no sufra.

Y pese a todo, Martín no ha dejado de soñar. Allí, en los patios del colegio San Juan Bautista de Ovalle, nos revela sus sueños. Cuenta que quiere ser futbolista profesional y algún día jugar en Colo-Colo.

Pero a sus 10 años, lo entiende todo, sabe de sus limitantes aunque tiene la esperanza intacta. Por lo pronto Fabiola y Ricardo prefieren no ocultarle nada y hacer lo posible para que lleve una vida normal hasta que se pueda.

Antes de que se le presentara el cáncer siempre fue un activo
participante de las actividades artísticas escolares.

 

El CONTROVERTIDO DOCTOR

Pero, ¿quién es el controvertido doctor Ricardo Soto?, el médico cirujano titulado en la Universidad de Chile, en el último tiempo se ha especializado en medicina oriental “Kun-Li” o “Arte de vivir”, lo que dio paso a aprender técnicas como el “Tai-Kuang” o “Regresión consciente”. 

Adquirió fama a nivel nacional luego de sus participaciones en el matinal de canal 13 Bienvenidos, donde si bien en un principio marcaba una alta audiencia, comenzó a recibir denuncias en el Consejo Nacional de Televisión por sus cuestionados diagnósticos y consejos. 

La última polémica se suscitó cuando recomendó MMS (conocido como clorito de sodio) señalando que su uso ayudaba a desintoxicar el organismo. Cabe señalar que esta sustancia tiene prohibida su venta en Chile por el Instituto de Salud Pública. 

 

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