Con la pandemia del Coronavirus muchas realidades sociales han quedado al descubierto. Algunas de ellas estaban frente a nuestros ojos, pero simplemente no las queríamos ver o peor aún, nos habíamos acostumbrado a estas normalidades. Poblaciones o sectores de la ciudad francamente olvidados, donde la vejez, el abandono y en algunos casos el hacinamiento, se mezclan con la pandemia conformando una amalgama lúgubre y hasta letal.
Juntos contra todo
En la intersección de las calles Nicaragua con Gaspar Marín el tiempo parece haberse detenido. Son 192 “Departamentos Rojos” que fueron emplazados en los ‘80 y cuya historia está llena de altos y bajos. Siempre han estado estigmatizados e incluso sus cerca de 1000 habitantes admiten que existe un prejuicio hacia ellos por el solo hecho de vivir allí.
Poco a poco han logrado ir sacándose esa carga, gracias a la organización vecinal y a los proyectos culturales y deportivos que han desarrollado. Pero con la llegada del Covid-19 la preocupación se ha instalado nuevamente. Saben que en muchos de los departamentos la gente vive hacinada y sumado a ello, un gran porcentaje de los pobladores son de la tercera edad, el grupo de mayor riesgo.
Cuando llegamos al lugar, don Aquiles Rojas, es la primera persona que abordamos. Lleva 25 años viviendo en el lugar y a esa hora de la mañana volvía de hacer algunas compras para luego encerrarse en su precariedad. “Aquí no hay mucho que hacer por estos días, menos para alguien de mi edad”, indica el adulto mayor de 67 años.
Entiende que debe cuidarse no sólo por él, sino por todos sus vecinos. “Si se contagia uno se contagian todos, por lo pegados que estamos unos con otros, es imposible estar demasiado lejos. Lo único que queda es encerrarse mientras pase todo esto”, expresó Aquiles.
Susana Santander es otra vecina del sector. Pone el acento en lo pequeño que son los departamentos, y si bien ella, al vivir sola con su marido no experimenta el hacinamiento, muchos de sus conocidos sufren por esta situación. “Con mi marido estamos relativamente bien. Pese a que somos adultos mayores, nos estamos cuidando. Salimos una vez a la semana para comprar, justamente ahora, pero nada más porque aquí sería complejo tener un contagio. Así que no nos queda de otra”, expresa.
Un caso extremo
Caminando sola por la calle con un envase de bebida, iba Claudia Jiménez, joven de 19 años, madre de una hija quien vive en un departamento junto a otras ocho personas. Sí, en estas pequeñas viviendas de una o dos piezas, un pequeño cuarto que sirve de comedor y un baño habitan nueve personas, totalmente hacinadas. Para Claudia, estas condiciones no son los óptimas –no lo son para nadie-, pero afirma que “por ahora estamos bien”.
Respecto al coronavirus, todavía lo ve como algo lejano, pero entiende su gravedad, sobre todo para personas con las que comparte esa cruda realidad. “En mi casa vivimos nueve, o sea si uno se contagia, estamos todos sonados, y no sólo en el caso nuestro porque acá hay departamentos en los que viven más personas, 11 hasta 12. Entonces es algo bien complejo. Por lo pronto, lo único que podemos hacer es cuidarnos (…) Para nosotros ha sido una suerte que no decreten una cuarentena en la que no se pueda salir de la casa prácticamente, porque nos volveríamos locos, y no sólo nosotros”, aseveró, para luego subir hasta su piso y desde la ventana asomarse y despedirse junto a sus familiares.
Lo que el plan Serena no pudo terminar
No sólo los departamentos rojos de Las Compañías, están teniendo inconvenientes a propósito de la pandemia, sin que exista algún contagio. Abajo, en el confuso límite entre el centro y la periferia de la ciudad, como oculta está la Población Minas donde se realiza la feria de abastos.
Se trata de un sector histórico, y de hecho el surgimiento de las viviendas que la constituyen se remonta al periodo más próspero de la ciudad, entre 1946 y 1952, cuando un serenense llamado Gabriel González Videla llegó a la Presidencia de la República y quiso implementar aquí una política de mejoramiento infraestructural nunca antes vista con el Plan Serena. En ese contexto, levantó algunos asentamientos que sólo estarían de manera provisoria, pero todo quedó a medio camino cuando el radical dejó el poder. Así, tanto la población Minas terminaron siendo viviendas definitivas.
En medio de la pandemia, sus habitantes, buena parte también adultos mayores ven con preocupación lo que está sucediendo, no sólo por constituir el grupo de mayor riesgo, sino porque ven como otro factor que podría perjudicarlos, la realización de la feria de abastos que congrega a cientos de personas dos veces a la semana y que se sitúan justo frente a ellos. Así lo indica el dirigente vecinal Fredy González.
“Mire, aquí el tema es bien simple, tenemos gente de la tercera edad, la mayoría enferma con otros problemas crónicos, y con la feria, que se hace dos veces a la semana el riesgo aumenta porque viene todo el mundo y nadie puede asegurar que esto no se convierta en un foco de contagio, ya que muchos feriantes y para qué decir los que vienen a comprar, no toman las medidas preventivas adecuadas”, aseguró el dirigente quien agregó que, pese a que los adultos mayores no salen, ni se exponen, muchos de sus familiares sí deben hacerlo y podrían llevarles el virus a su casa.
Pero lo cierto es que la feria no puede dejar de realizarse ya que forma parte de la cadena de abastecimiento. Por lo tanto, sólo queda ejercer al autocuidado, y así lo entiende Helia Herrera de 76 años quien vive en el sector, sabe a lo que se expone, e incluso ha extremado las medidas preventivas.
“Cuando llego a mi casa, me saco los zapatos, la ropa, y con el secador me empiezo a echar viento por todo el cuerpo, no sé si servirá pero al menos me siento más segura. El tema de la feria no es algo que esté en mis manos, y por lo menos dejaron de hacerla un día, los martes, y con eso yo me conformo. En el fondo todo está en cuidarse uno mismo”, dice la anciana, quien vive con su esposo de 80 años, que se está recuperando de un accidente vascular.
Eliana, la protectora
Caminar por la Población Minas, es transitar por un lugar que parece vivir en otro tiempo. La mayoría de las casas no tienen patio ya que las personas lo han ocupado para ampliar la pequeña vivienda y convertir ese espacio en otra habitación.
Si bien el nivel de hacinamiento no llega al de los Departamentos Rojos, de Las Compañías, Eliana González (54), vecina del sector admite que “viven estrechos”, enfrentan una serie de inconvenientes, como el de la feria, y la cantidad de gente que llega. “Lo que pasa es que las personas, pese a esto que está pasando, no han dejado de venir, y no viene de una persona a comprar como han recomendado, sino que viene toda la familia, y muchos de ellos se estacionan justo acá afuera de las casas, en los pasajes. Eso es incómodo, sobre todo en tiempos donde se pide distanciamiento social, porque te sientes invadido”, expresa.
Pero su preocupación está más puertas adentro, que puertas afuera. Eliana vive junto a su esposo, su hijo de 12 años, su madre de 87 años quien padece demencia senil, y su hermana de 56, quien tiene síndrome de Dawn. El que ellas estén bien y sobre todo no contraigan el Covid-19, es la principal prioridad en este momento. “Imagínate llegan a enfermarse, ambas son de riesgo y este virus ya sabemos que no perdona, por eso que prefiero salir lo justo y necesario, sólo a comprar, ellas ni se asoman a la calle y así minimizamos el riesgo”, enfatizó.
Nos permitió entrar a su casa, y allí pudimos ver el amor con el que Eliana cuida a su madre y hermana. Ellas, dos poco entienden la situación, simplemente sonríen y se entregan al cariño que les brindan.
“Es complicado, porque es como tener dos hijas más, aparte de mi hijo. Me tengo que levantar a las siete de la mañana, lavarlas, vestirlas, sentarlas a la mesa y servirles el desayuno, y después así transcurre todo el día en torno a ellas. Antes de esta pandemia, podíamos salir a caminar un poco por ahí, pero ahora prefiero no arriesgarme”, enfatiza, mientras acaricia el cabello cano de su madre en el pequeño comedor de su morada.
La mermasol
Fuimos a un tercer lugar. Casi a la altura de calle Almagro, cruzando la línea férrea en dónde La Serena se fragmenta. En el sector del viaducto bajo el puente fiscal estaba como escondida la población Mercedes Marín del Solar, más conocida como Mermasol.
Es medio hermana de la Población Minas, ya que también fue creada como un conjunto de viviendas de emergencia que terminaron quedándose para siempre. Allí, según el presidente de la Junta de Vecinos, Víctor Araya Díaz, el 80% de los habitantes son adultos mayores. “Esta es una de las poblaciones más antiguas de La Serena, todavía quedan algunos propietarios originales, otros han fallecido y ya existe una segunda generación, pero todos somos viejos, me incluyo”, indica Araya.
Admite que en algunas casas, no en todas, también existe una suerte de hacinamiento. “Lo que pasa es que cada casa aquí tiene una pieza, y lo que hizo la gente fue construir en el patio para tener otro dormitorio, porque las casas son muy chicas”, expresa el dirigente, quien agrega que, eso sí, que al estar “aislados” de La Serena por la barrera psicológica de la línea del tren y el puente, “nos sentimos un poco más protegidos”, indicó.
La señora Clarina de 76 años nos contó su experiencia. Habló de cómo están previniendo el Covid-19 en cuarentena voluntaria, sin embargo, admitió que se hace difícil ya que son seis personas las que están viviendo en el lugar en este momento.
“Es lo que nos toca nomás, podría ser mejor, pero no sacamos nada con echarnos a morir. Si a mí me agarra esta cuestión me puedo morir, así que tenemos que estar encerrados, no queda de otra”, cuenta la mujer, quien asegura, se cuida lo más que puede. “Me puse todas las vacunas, casi no salgo y ando con mi mascarilla para todos lados”, sostiene, mientras su nieta de 8 años juega en el pequeño comedor, que colinda con el dormitorio. Ríe, hay poco espacio para moverse, pero todavía queda bastante para la alegría.
Alcalde compromete acciones
El alcalde de La Serena Roberto Jacob, admitió que la situación que se vive en estos lugares es bastante compleja, desde hace mucho antes que la pandemia, pero insistió en que jamás los ha dejado abandonados.
“Estas realidades se han mantenido así por mucho tiempo. En el caso de los departamentos rojos hemos tratado de intervenir, y particularmente en los Departamentos Rojos, hemos ayudado con algunos proyectos, porque son viviendas muy chicas, donde vive más gente de la que debería vivir, pero lamentablemente este es un tema social. Deberíamos ver la posibilidad de que ellos pudieran postular a una vivienda ingresando a algún comité”, expresó Jacob.
En relación a las poblaciones Unión Minas, y Mermasol, el edil precisó que, “esta es otra realidad. Estas personas son adultos mayores, que no van a salir de ahí, por tanto hay que ayudarlos teniendo en cuenta esa circunstancia”, manifestó.
Llamado a postular
Desde el Serviu, en tanto, consultados por el tema, el director regional Óscar Gutiérrez, sostuvo que “como Ministerio, entendemos que esta pandemia, evidencia también las dificultades de las familias que viven de allegadas, que no tienen propiedad a su nombre y que necesitan una solución habitacional. A ellos los invitamos a postular a alguno de nuestros beneficios, según el porcentaje en el Registro Social de Hogares que tengan. Tenemos un programa enfocado en la clase media del que tendremos un llamado próximamente, el cual permite adquirir viviendas nuevas o usadas o construir en sitio propio para quienes cuenten con un terreno”, manifestaron.