• Poco a poco los venezolanos van integrándose a la sociedad chilena, a la que agradecen su solidaridad
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El Día - Cedidas
Una comunidad relativamente nueva en la zona va creciendo de a poco y se está acostumbrando a la idiosincrasia chilena, con el apoyo de los propios habitantes que en gran medida se muestran comprensivos y solidarios en torno a la situación que atraviesa la nación caribeña.

Conocer de primera mano lo que está pasando en su nación es un asunto de rutina. Sintonizar los canales de televisión por YouTube, informarse a través de los portales web, e incluso mantener las preferencias de contenido con todo lo relacionado a su país en redes sociales es una forma de sentirse cerca, así Chile y Venezuela estén separados por miles de kilómetros.

Los días pasan entre los sueños de lograr una mejor vida en una tierra tan diferente a la suya, el trabajo que consigan o puedan realizar, la añoranza por los seres queridos, y el cóctel de sentimientos que genera el panorama actual de Venezuela, que sufre con la mayor inflación del mundo, -se estima que a finales de 2017 supere el 1.000%-, escasez de productos básicos y un serio problema en el suministro de medicamentos.

A eso se le añade una crisis socio-política que alcanzó el clímax en 2017 con las masivas protestas convocadas por sectores opositores al Gobierno de Nicolás Maduro, que se extendieron por cuatro meses (de abril a julio) y que dejaron cientos de muertos producto de la represión. Además, el pasado 4 de agosto se hizo efectiva la instalación de una cuestionada Asamblea Nacional Constituyente promovida por el oficialismo.

Pero, ¿qué es lo que piensan y sienten los venezolanos sobre lo que ocurre en su patria? Para saberlo, El Día recopiló el testimonio de cinco inmigrantes establecidos en la región que contaron parte de su historia, la que comienza con la decisión de emigrar y vivir desde lejos todo lo que acontece en su querida nación. 

LOS RELATOS DE LA DIÁSPORA

Aida Alvarado (27) llegó el 12 de noviembre de 2016 a Santiago donde se reencontró con su pololo, Francisco Guerrero, quien viajó desde Venezuela unos meses antes. Trabajaron la temporada decembrina y buscaron una ciudad más tranquila para establecerse. Se decidieron por La Serena, porque les recuerda su ciudad de origen, San Cristóbal, capital del estado Táchira (oeste de Venezuela).

La joven afirma que dejó su tierra por un futuro más prometedor, al tiempo que asegura que en otras circunstancias jamás hubiese emigrado de su país.

“Son muchos sentimientos, y más que tristeza, uno siente rabia por lo que sucede en Venezuela. Me molesta que sea tan injusto lo que nos está pasando. Hablo por mí, creo que nunca de los nunca habría salido de mi país así, es decir, en las circunstancias en la que nos vinimos como inmigrantes. Tiempo atrás era otro pensar, salir del país era una oportunidad para estudiar o conocer, pero no como una necesidad o como la única opción de poder estar tranquilo”, reflexiona.

Aida sabe publicidad, fotografía y tiene facilidades para la cocina. Después de pasar por varios trabajos en la región, consiguió un empleo más estable en una tipografía. Además tiene ganas de emprender, por lo que en su tiempo libre elabora donas por encargo.

Aida Alvarado ama a su país y extraña a su familia. En La Serena, junto a su pololo Francisco Guerrero, se plantea nuevas metas. Foto: El Día

 

También está pendiente de las noticias de su tierra natal, pues toda su familia se encuentra en Venezuela.

No se le olvida que en medio de las recientes protestas civiles, el presidente Maduro propuso una Asamblea Nacional Constituyente para redactar una nueva Carta Magna y cambiar la promulgada en 1999 bajo el mandato de su predecesor, Hugo Chávez. Pero el bloque opositor decidió no participar en el proceso, al no realizarse un referéndum consultivo, -como el que se hizo en 1999-, y argumentaron que las bases comiciales favorecían al Gobierno.

Desde la distancia, la joven no apoyó la idea e incluso firmó en la consulta popular realizada el 16 de julio en toda Venezuela y en más de 100 ciudades del mundo, incluyendo La Serena, Ovalle e Illapel, para rechazar a la Asamblea Nacional Constituyente, en la que según cifras divulgadas por la oposición participaron más de siete millones de personas. Sólo en Chile fueron más de 40.000 y en la región de Coquimbo cerca de 1.000.

Sin embargo, la ANC se instaló luego de una votación amparada por el Centro Nacional Electoral, que informó sobre la participación de más de ocho millones de venezolanos. Estos números fueron puestos en duda por muchos analistas, e incluso por la propia empresa de votación electrónica Smarmatic, que denunció “manipulación del dato de participación". 

En este contexto, Aida es clara en afirmar que a su juicio “el Gobierno ya no es opción, porque ellos ya tuvieron su tiempo, demostraron lo que demostraron y ya no hay más nada qué hacer. Yo no estoy de acuerdo y no los apoyo”.

Una realidad que de manera similar describe Miguel Carrillo (32), quien proviene de Acarigua, estado Portuguesa (centro de Venezuela). Para él fue “sumamente doloroso” tomar la decisión de emigrar y dejar a su familia. Acaba de cumplir un año en Chile.

“Dejé a mi mamá, a mis hermanos, a mi familia, buscando un nuevo horizonte, un nuevo futuro, porque lamentablemente en mi país ya no se podía. La crisis la vivo, no sé si igual que estando adentro de Venezuela o peor, porque hay momentos que cuando estoy comiendo, en vez de concentrarme, estoy pensando en qué estará comiendo mi familia, porque no es un secreto para nadie que allá no se consigue absolutamente nada”, relata.

Actualmente, los hermanos de Miguel ya se encuentran en La Serena y su mamá está de visita, sin embargo ella no tiene intenciones de quedarse.

“Dentro de poco se nos va a Venezuela, no hay poder humano que la haga cambiar de opinión y es algo en lo que pienso todos los días, en ese momento cuando me toque aceptar que se regresa a Venezuela”, expresa con pesar.

Reconoce que no es fácil, Miguel sueña con regresar a su país, reencontrarse nuevamente con su familia, con sus costumbres y su gente.

“No me siento mal acá, y tampoco me ha ido mal. Le doy gracias a Chile y a su gente por la oportunidad que me brindaron, pero nada como estar en tu tierra, en tu país y hacer el oficio al que normalmente te dedicabas”, confiesa.

Miguel es muy familiar y está seguro de querer regresar a Venezuela cuando las condiciones sean mejores.
Foto: Cedida

 

En contraste, María José Oliveros (45), de Valencia, estado Carabobo (centro-norte de Venezuela), comenta que en un principio pensó en regresar, pero en la actualidad le da prioridad al futuro y estabilidad de sus hijos. En ese punto descarta la idea de volver.

“Llegué el 21 de septiembre con mi hija, buscando nuevos horizontes. Mi viaje en primer lugar estaba planificado para Uruguay, pero por cuestiones de la vida estoy aquí en Chile. No me quejo, porque me ha ido bien, pero sí es difícil, especialmente porque yo vengo de una familia grande en la que somos siete hermanos, y esa lejanía con la familia de verdad que es lo que más me pega (afecta)”, explica.

María José se impresiona con los videos que ve de lo que acontece en Venezuela a través de las redes sociales. Dice que le da impotencia el no poder hacer nada aunque quiera ayudar.

“Uno no deja de preocuparse por la familia que uno tiene allá (…) sin embargo, hasta mi familia me dice que no regrese en estos momentos, porque allá no tengo todas las posibilidades que tengo aquí. Yo tengo dos hijos más y un nieto, y más bien los estoy esperando”, señala.

María José viene de una familia numerosa y reconoce que es lo que más le afecta de estar lejos, así como ver por redes sociales  la crisis de su país. Foto: El Día

 

UN PEDACITO DE VENEZUELA

María Gabriela Hernández (36), emigró junto a su hija de 12 años desde San Carlos, estado Cojedes (centro de Venezuela) y llegó el 7 de octubre de 2016 a La Serena. Un mes después viajó su esposo.

“Al principio no es fácil porque te toca comenzar desde cero, vienes con esperanzas, primero apuestas en Dios porque estás a la expectativa de que no sabes cómo te va a ir o con qué te vas a conseguir, lo que sí es que es un cambio muy radical”, dice.

Tanto ella como su esposo son profesionales, pero se han dedicado a todo tipo de trabajos en Chile y son conocidos dentro de la comunidad venezolana por vender quesos blancos (ingrediente tradicional en la gastronomía de ese país), y por ser parte del grupo organizador de la Feria de Emprendedores “Venezolanos y sus Panas”.

Esta iniciativa ha tenido dos ediciones en la región, ambas con gran aceptación, no solo del público venezolano, sino de los chilenos y de otras comunidades de inmigrantes que se han animado a ser parte de la actividad que exhibe parte de la gastronomía, música y cultura venezolana.

“Extraño muchísimo Venezuela, todos los días sueño con mi país, con mi pueblo. Tenía pensado ir este diciembre pero debido a la crisis que se está viviendo allá es imposible. Tengo pensado entonces traer a mi mamá antes de diciembre para que la pase aquí con nosotros”, comenta Gabriela sobre sus planes.

María Gabriela y su familia quieren ser promotores de la cultura venezolana en la región. Por eso se embarcaron en el proyecto de la Feria de Emprendedores. Foto: Cedida

 

LA ESPERANZA DE UN NUEVO COMIENZO

Laura Guedez (47), proveniente del estado Vargas (centro de Venezuela), fue señalada como “opositora infiltrada” en los edificios de carácter social donde vivía en Venezuela, pues el departamento que habitaba junto a sus dos hijas se lo entregó el Gobierno a través de la Misión Vivienda, mucho tiempo después de perder su hogar en la denominada “Tragedia de Vargas” en 1999.

Ella misma confiesa que nunca comulgó con el Gobierno chavista, sin embargo, por cuatro años fue la vocera principal de un consejo multifamiliar, - similar a una junta de vecinos-, integrado por 1.800 familias.  

Todo cambió cuando comenzaron las protestas contra el Gobierno de Maduro en el año 2014. “En ese momento ellos se dan cuenta que yo no soy revolucionaria, ni chavista, ni madurista y comenzó una persecución. Tenía que salir de madrugada del departamento, a mis hijas las amenazaban, y en ese momento decidí irme a España”, explica.

Después de viajar y trabajar en España, Panamá y Trinidad Tobago, Laura resuelve buscar un país para establecerse con sus dos hijas y escogió Chile, al que viajó en noviembre de 2016 por tierra durante nueve días desde su natal Venezuela.

Aunque es cosmetóloga, no ha podido ejercer ese oficio pues no tiene sus títulos convalidados. Mientras tanto, trabaja en una tienda y también es reconocida dentro de la comunidad de venezolanos como una de las organizadoras de la consulta popular que hizo la oposición el pasado 16 de julio. Según cuenta, por su postura contra el Gobierno venezolano le quitaron su departamento.

Laura visitó varios medios de comunicación y organizó junto a un grupo de venezolanos la consulta popular del 16 de julio contra
la Constituyente en la región. Foto: Facebook

 

“Vivir la crisis estando aquí es más difícil. Ahora que me quitaron el apartamento me doy cuenta que a mis 47 años no tengo nada y estoy tan lejos de mi tierra (…) como que tomé conciencia, porque ahora está una constituyente que es lo mismo que una dictadura, y por más que se logre un gobierno transitorio en Venezuela, tendría que pasar unos cinco, seis o hasta siete años acá y para ese momento ya tendría 55 años”, razona.

Es por eso que Laura define sus nuevas metas e indica que “los pocos cartuchos de juventud que tengo los voy a terminar de quemar aquí”, porque volver a Venezuela para comenzar de cero no es una alternativa.

“Ya ahora tengo que verlo de otra manera, brindándole un piso estable a mis hijos, ayudar a mi hermana que padece lupus y fibromialgia…tenemos que tratar de salir adelante, porque si los gobiernos no hacen nada para intervenir en Venezuela, pues no tengo la fe ni la esperanza de que la situación cambie”, remata.

En conclusión, la mayoría de los emigrantes venezolanos salen por los problemas económicos, políticos y de seguridad que afectan actualmente a su país. Muchos desean regresar a su tierra, aunque por el momento no lo vean posible. Por eso es que tratan de enaltecer su cultura y buscan integrarse en la región, participando en actividades culturales como la Verbena Serenense, en misas y ferias que les permiten mostrar parte de su identidad, esa que llevan en el corazón. 6101Ri

El grupo de niñas venezolanas que participó con un baile típico en la Verbena Serenense, el domingo 27 de agosto. Foto: Cedida

EN CIFRAS

De acuerdo con las cifras del Departamento de Extranjería e Inmigración citadas por medios capitalinos, sólo en 2016 las solicitudes de visa de venezolanos llegaron a 30.887, siendo así el grupo de extranjeros que más ha crecido a nivel nacional tomando en cuenta este tipo de solicitud.

El Día consultó a las autoridades de la Gobernación Provincial de Elqui sobre las cifras que se manejan en la región, pero al cierre de este trabajo no se recibió respuesta.

 

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