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El Día
El sacerdote Jaime Valencia, a solicitud del Nuncio Apostólico Ángelo Sodano, recopiló informes de niños abusados por el exarzobispo de La Serena, tal como consignó un reportaje de TVN. Pero luego de eso nadie hizo nada. Cayó en una fuerte depresión que se trató en Santiago y al volver a la zona se enteró que monseñor Manuel Donoso había “registrado su dormitorio personal buscando quién sabe qué”, según cuenta su secretario personal, Hernán González.

Hace poco más de una semana un reportaje emitido por TVN abrió una nueva arista en el caso Cox. Dos personajes hasta ahora desconocidos entraron a escena por la estrecha vinculación que tuvieron con la investigación, que se llevó a cabo en su minuto cuando el escándalo recién había explotado y la Iglesia reconocía públicamente el 2002 que el exarzobispo de La Serena estaba siendo indagado por “conductas impropias” cometidas durante su paso por la capital regional. Por ello, fue enviado a Alemania a una vida de “retiro y oración”.

Cox había dejado el arzobispado mucho antes, en 1997 en medio de la incertidumbre de los feligreses, que no se explicaban su repentina salida, pese a que al interior del mundo eclesial el tema era un “secreto a voces”.

Investigaciones periodísticas y canónicas 

Hay quienes aseguran que el secreto no hubiese sido revelado si no fuese por la investigación periodística realizada por Alejandra Matus en noviembre del 2002, del cual el cardenal Francisco Javier Errázuriz fue alertado y no tuvo otra opción que reconocer la situación de quien además era su amigo.

La iglesia se vio obligada admitir las denuncias, ya que, pese a que en ese momento no existía ninguna de carácter formal, sí había certeza de los abusos a menores. Y es aquí donde entran a escena los dos nuevos actores: el hoy obispo ortodoxo –por entonces laico- Alexandros Vladyka, y el sacerdote católico de La Serena Jaime Valencia. De acuerdo al reportaje de TVN, es a ellos, principalmente al padre Valencia, a quien se le asigna la tarea de iniciar una investigación para recabar testimonios de las víctimas del exreligioso, hoy expulsado de la iglesia, Francisco Cox.

Obtuvieron crudos relatos que entregaron a monseñor Manuel Donoso, sucesor de Cox en el Arzobispado, sin embargo, el trabajo habría sido en vano. Los escritos pasaron al olvido y nunca se inició ninguna acción legal.

Sin dejar huella

Pese a lo que señala Alexandros Vladyka, supuesto colaborador de Valencia entre el 2003 y el 2004 en la recopilación de los testimonios, no hay ningún registro de las 47 víctimas que reconocieron, incluso, haber sido penetradas por el exsacerdote a cambio de dinero.

La supuesta carpeta entregada a Manuel Donoso, simplemente desapareció, y de hecho, el obispo emérito dice no recordar a ciencia cierta ni siquiera haber ordenado la investigación a Valencia y mucho menos los resultados el propio cura le habría entregado el 2004.

Insistimos con Donoso, pero indicó que no se referirá más al tema, y que “es la justicia la que debe actuar”. Según cercanos, el religioso vive momentos complicados, ya que hasta ahora era uno de los pocos sacerdotes de la época que no había sido mencionado en temas de abusos, encubrimientos u omisiones, sino al contrario, era considerado el más grande detractor de Cox en su minuto.

De todas formas, según pudo conocer este medio, monseñor Donoso habría solicitado oficialmente la revisión de documentos en el Arzobispado, para despejar sus propias dudas sobre la supuesta carpeta, y no habrían encontrado nada, por lo que, con el padre Valencia ya fallecido, sólo quedaría la palabra de Vladyka, el ortodoxo.

Un actor inesperado

Pero faltaba un tercer actor para intentar dilucidar la historia y, en parte, despejar la incertidumbre, quien hasta ahora se había mantenido en silencio, pero que, asegura, tiene “el deber de clarificar la información”. Se trata de Hernán González, secretario personal de Jaime Valencia, chofer y, sobre todo, amigo entrañable del sacerdote desde 1992 cuando el religioso retornó desde Colombia donde ejerció el sacerdocio durante 22 años.

Fue la persona más cercana. Lo acompañó hasta sus últimos días y habló con él minutos antes de que falleciera, cuando el cura lo llamó por teléfono para despedirse y dedicarle palabras de agradecimiento por haber estado en las buenas y en las malas.

Contactamos a González y se emociona al recordar al padre Valencia. Sobre todo, dice, porque “en tiempos en que pocos creen en los curas, y con razón, el padre hubiese sido un ejemplo”.

Asegura que cuando vio el reportaje emitido por Televisión Nacional de Chile, se sorprendió. Sabía de la investigación que Jaime Valencia había realizado, pero tenía una versión diferente a la que entregó el obispo ortodoxo a quien dijo no haber visto “jamás en la vida”, pese a que nunca se separó del sacerdote Jaime desde 1992 hasta el día de su muerte en el 2018.

Donoso y Valencia, del amor al odio

Según González, la génesis de la investigación sobre las víctimas de Cox no vino desde Donoso, sino que se venía planeando desde antes, en conversaciones privadas que mantenía el sacerdote Jaime Valencia con el propio Nuncio Apostólico Ángelo Sodano, quien era cercano al religioso. De hecho, habría sido Valencia quien le comunica a monseñor que van a realizar este trabajo, pero que el canal oficial debía ser él como Arzobispo, y Jaime sólo el brazo operativo.

Había confianza. “Lo que pasa es que el padre (Valencia) fue muy solidario con don Manuel cuando él llegó, porque al principio los curas de acá no lo aceptaban (a Donoso), ni él tampoco se acomodaba, por eso le dejaron un tiempo al obispo Gleisner, para que no estuviera solo”, asegura Héctor González.

Pero más allá del apoyo formal de Gleisner, habría sido el cura Jaime quien colaboró mayoritariamente con Manuel Donoso, sobre todo en los dos primero años. “Ahí el padre (Valencia) era prácticamente la mano derecha, lo ayudó en todo y yo diría que lo orientó para adaptarse bien”, asegura el amigo de Valencia.

De san Isidro al Seminario, el comienzo del quiebre

Antes de la llegada de Donoso, el Padre Valencia estuvo a cargo de la Parroquia San Isidro de La Serena, la que habría “hecho resurgir” según su amigo, pero cuando llegó monseñor al cargo de Arzobispo en 1997, tras la abrupta salida de Cox, le impuso un gran desafío, ser rector del Seminario Mayor Santo Cura de Ars para la formación de nuevos sacerdotes. “Aquí empezó a quebrarse un poco la relación entre ellos. Yo diría que todavía eran amigos pero el padre Valencia tenía mucha iniciativa, y era más antiguo y querido que Donoso en la zona. Y en ese momento, siendo el encargado del seminario tenía todavía más influencia. No creo que eso le gustara mucho a Manuel Donoso”, relata Hernán González.

Reuniones secretas con el Nuncio

 

Fue durante sus últimos años en el seminario, poco antes de que el caso de Cox explotara, que el Nuncio apostólico Ángelo Sodano comenzó a indagar en las denuncias y se reunió varias veces en forma privada con el padre Valencia. Entre ambos decidieron iniciar la recopilación de los relatos. “La investigación la pidió el padre Valencia, y el Nuncio le dio la autorización. No la pidió Donoso. Lo que aparece en el reportaje de televisión es totalmente falso en ese sentido”, aseguró el amigo del cura.

Según González, el trabajo comenzó antes del 2003, como se consignó en un principio. Ya desde el 2001, el padre buscaba información sobre las supuestas víctimas. “Yo era su chofer y si bien don Jaime no profundizaba conmigo en este tema en particular, porque habían trabas como el secreto de confesión y esas cosas, uno se daba cuenta de lo que estaba haciendo”, asevera.

Por ese entonces, el padre continuaba paralelamente con su labor como rector en el seminario, y las diferencias con al arzobispo Donoso cada vez eran más potentes. Al principio, tenían que ver meramente con lo administrativo, pero luego se volvieron algo personal.

El Santo Cura de Ars, atravesaba por una grave crisis económica y había ocasiones en que ni siquiera se les podía pagar los sueldos a los trabajadores. “Llegamos al extremo de tener que conseguir dinero a prestamistas informales”, relata don Hernán.

Las discusiones telefónicas eran cada vez más frecuentes. Esto, sumado a los fuertes relatos que tenía que escuchar en el marco de las investigaciones por el caso Cox terminaron provocando en Jaime Valencia una profunda depresión que lo llevó a tener que ser sometido a un tratamiento intensivo para recuperarse en Santiago. Pero antes de trasladarse, puso a disposición de monseñor Donoso los testimonios de los menores abusados, y se aseguró que también llegaran a manos del Nuncio Apostólico Ángelo Sodano. Después de eso, no sabría nada más del tema.

La recuperación y el retorno a la zona

Valencia se alejó do todo y de todos por un tiempo, salvo de Hernán González, su secretario personal. En ese momento su relación se fortaleció todavía más. No hablaban del caso Cox. “Yo sabía que era algo que le afectaba. Creo que, pese a que todos sabían de los abusos, la crudeza con la que tuvo que escucharlos y luego narrarlos le generó mucho dolor”, dice.

Cuando se recuperó volvió a la zona a ejercer el sacerdocio. Pero todo era diferente, ya no se codeaba con las altas esferas eclesiales y “monseñor Donoso se olvidó totalmente de él, nunca lo llamó ni visitó cuando estuvo enfermo y de hecho, lo aisló”, relata González.

Se suponía que el sacerdote debía retornar a su cargo en el Seminario Mayor, pero se enteró de algo que lo llevó a alejarse de la diócesis. De acuerdo a Hernán González, durante el periodo en que estuvo en Santiago tratando su depresión, el Arzobispo llegó repentinamente y muy alterado al recinto religioso, y le pidió al administrador las llaves del dormitorio del padre Valencia. “Entró y dio vuelta todas las cosas, yo no sé qué andaba buscando, tal vez más documentos, más testimonios. No lo sé y el padre nunca me dijo nada aunque yo sé que él sí lo sabía”, precisa el secretario del sacerdote.

Valencia no volvió más al seminario, y fue trasladado a Illapel, donde estuvo por algún tiempo, para luego retornar a La Serena, “y dedicarse a hacer iglesia desde la humildad, alejado de los poderes fácticos. Creo que se sintió muy decepcionado de todo lo que pasó. De que su trabajo no fuese investigado, de la actitud de Donoso y también la del Nuncio Apostólico, que también supo del trabajo de don Jaime y no hizo nada”, afirma.

¿Existió la carpeta?

Al ser consultado González por la existencia de la carpeta con las 47 denuncias, González dice desconocerlo. Sí asegura que existían los escritos, pero que más bien le fueron entregados a Donoso de manera separada a medida que se avanzaba en los resultados. “El padre iba informando tanto al Arzobispo como al Nuncio, no es que haya ido y entregado todo de un día para otro”, manifiesta.

Sobre Alexandros Vladyka, insiste en no conocerlo, pero que “sus datos son imprecisos”, de todas formas, valora que el trabajo de su amigo haya salido a la luz, “fuese como fuese”. Eso sí le duele “lo que hicieron con el padre Jaime”, ya que, “luego de encargarle esta misión, omitieron todo lo que encontró, y no sólo eso, lo aislaron. A los niños del Seminario les prohibieron llamarlo, y cuando se realizaban ceremonias nunca lo invitaron. Pero no sólo lo ignoraron, lo hostigaron, acá Donoso, y también el Nuncio Ángelo Sodano, por alguna razón”, concluye el amigo del cura Valencia, el primero en investigar a Cox, y cuyo trabajo fue conocido, pero nadie tomó en cuenta. 

Cinco millones a libre albedrío 

Hernán González relata que junto a Jaime Valencia quien había estudiado economía en Colombia lograron dilucidar que en los tiempos de monseñor Francisco José Cox, se disponían de cinco millones de pesos mensuales que no se contabilizaban en ninguna parte. “Ese dinero era utilizado por Cox para arrendar muchas casas a estudiantes, salir a buscar niños y pagarles y cometer todas las aberraciones que hemos ido conociendo”, especificó.

 

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