Faltaban 15 minutos para que sonara la campana, pero nadie parecía querer oírla. Recuperar la escuela costó demasiado y desaprovechar el tiempo no es una opción, al menos para los siete alumnos de octavo básico que esa mañana se encontraban en plena clase de matemáticas en uno de los salones del Federico Barnes Payne, de Marquesa.
Están viviendo algo que no esperaban, y lo saben. Hace poco menos de un año, en mayo del 2017 el fuerte temporal que asoló a la Región de Coquimbo dejó como uno de los sectores más afectados a la localidad perteneciente a la comuna de Vicuña.
La crecida del caudal del río Elqui provocó estragos en el pueblo, arrasando con todo a su paso e ingresando el agua a los hogares, lo que provocó daños y pérdidas en una veintena de casas y familias.
Lugares emblemáticos, como la cancha de fútbol y su mítica sede, simplemente desaparecieron del mapa y el puente que unía el pueblo con la carretera también tuvo que dejar de operar.
SIN ESCUELA, PERO CON ESPERANZAS
Pero el golpe más duro fue el que recibieron los niños del lugar. A mitad de año, se quedaban sin escuela ya que el temporal tampoco tuvo piedad con el establecimiento.
Infraestructura completa y mobiliario imprescindible se perdió y las clases no pudieron continuar. Patios, canchas y aulas estaban colmadas de barro, en condiciones de insalubridad que hicieron imposible que los estudiantes pudiesen retomar sus estudios.
En ese momento, en el pueblo hubo una desazón, pero nunca perdieron la esperanza. Pese a las circunstancias adversas y al peligro inminente de que el río continuara aumentando su caudal y provocara más daños a las viviendas, los habitantes se mantuvieron unidos e instalaron banderas chilenas en el frontis de sus casas como un símbolo de que juntos podrían salir adelante.
PONIÉNDOSE DE PIE
De a poco, y con el apoyo del municipio, el Gobierno y los privados, la localidad fue poniéndose de pie. Y aunque aseguran que todavía “falta mucho por hacer” y que “se ve difícil que podamos ser los mismos de antes”, al menos uno de los principales problemas se ha solucionado: La escuela logró estar operativa antes del mes de marzo y los estudiantes pudieron iniciar el año escolar con normalidad el lunes cinco.
Había temor. El temporal fue devastador y más de alguien pensó que el recinto tardaría mucho más en levantarse. De hecho, los miedos de los apoderados alcanzaron su máxima expresión en octubre pasado cuando, a cinco meses de las fuertes lluvias, no vislumbraban medidas concretas y los niños aún debían realizar las clases en containers “hacinados y muertos de calor”, según manifestaba la apoderada Marta Ramos, en su minuto. Pese a que al alcalde de Vicuña, Rafael Vera, insistía en que se trataba sólo de una medida provisoria y que las obras para reconstruir la escuela estarían finalizadas a principios del 2018, no había conformidad ni confianza.
UNA ALEGRÍA
Pero los buenos pronósticos se cumplieron. Con una inversión de 220 millones de pesos, el Federico Barnes Payne se levantó una vez más y en la actualidad los alumnos están asistiendo regularmente a clases, sin ningún tipo de inconveniente.
Dante Castro tuvo que asumir de manera subrogante la dirección de la escuela de Marquesa en este renacer. Admite que no ha sido fácil, sobre todo por la desesperanza y la poca fe que tenía la gente el año pasado, cuando se tuvieron que trasladar a los containers. “Ahí el ambiente laboral se tornó muy complicado”, relata.
Por lo mismo, la alegría que sintieron cuando vieron el colegio prácticamente terminado y les informaron que podrían realizar las clases con normalidad durante el 2018, fue indescriptible. “Los meses anteriores fueron muy duros para los estudiantes y la comunidad en general, por eso, cuando el primer día uno veía las caras de los apoderados, de los alumnos y de los profesores se notaba la satisfacción”, indicó Castro.
“AHORA ESTAMOS MEJOR”.
Cristóbal Berríos es uno de los alumnos que encontramos en aquella sala, de octavo básico, donde parecía que los alumnos no querían que la clase terminara.
No puede ocultar su felicidad ya que en algún minuto también pensó que tendría que cambiarse de establecimiento y dejar a sus amigos, porque no quería seguir en la incomodidad de los containers. “Teníamos muchos problemas ahí. Éramos demasiados, y el espacio muy reducido, por eso no te daban ganas de ir. Al contrario de lo que nos pasa ahora, que llegamos todas las mañanas a un lugar cómodo, con los comedores nuevos, la cancha, la sala de juegos. Todo”, manifiesta.
Pero es categórico al manifestar que el miedo continúa. Sabe que este año las lluvias pueden venir con la misma fuerza y no quiere ver ni su casa ni su escuela otra vez en el suelo. “Pero hay que estar preparados”, aseguró.
LA VOCACIÓN PRIMERO.
La profesora de matemáticas Natalia Codoceo ha trabajado durante 10 años en la escuela de Marquesa. Reconoce que tras el temporal del 2017 en su familia le dijeron que buscara oportunidades en otros establecimientos por el peligro que corría en esta localidad del valle de Elqui, y por las incomodidades que le generó trabajar en condiciones precarias luego de la destrucción del colegio. Pero en ningún minuto lo vio como una opción y eligió vivir los malos momentos ya que tenía esperanza de que la normalidad retornaría. “Fue una experiencia traumática. Un día nos fuimos del trabajo a la casa y al otro día nos avisaron que no viniéramos porque las clases se suspendían debido a lo que pasó”, recuerda.
Pero igualmente se hizo presente en el pueblo durante esas duras jornadas, las peores. Tuvo que ver cómo parte de los alumnos lo perdieron todo e hicieron grandes esfuerzos para continuar yendo a clases aunque no fuera en las mejores condiciones, como las que tienen hoy. “Es cierto que faltan cosas por hacer, pero al menos tenemos lo más importante, que es el colegio”, indicó la docente.
UN PUEBLO EXPECTANTE
Pero más allá de la alegría que genera el contar con el remozado colegio, en el pueblo no han superado del todo lo sucedido en mayo del año pasado y todavía existen fantasmas de que pueda repetirse.
Marcela Marín Pinto, vecina de la localidad, fue una de las más afectadas. Su casa se llenó de barro y asegura que perdió más de la mitad de todo lo que tenía debido a la crecida del río que ingresó con a su hogar con una fuerza descomunal. “Fue una experiencia que no se la doy a nadie. El miedo que se vive es demasiado grande, sobre todo por tus hijos. Y lo peor es que ahora se viene el invierno y yo no sé qué arreglo se habrá hecho para que esto no se repita”, aseveró Marín, con evidente tensión.
Custodio Herrera también sufrió los embates de la naturaleza el año pasado. Nunca lo había vivido ya que proviene de Antofagasta “donde rara vez cae agua”. Su casa se inundó por completo y más de alguna pieza quedó inutilizable y ahora las debe usar como bodegas.
Afirma que entre los vecinos se habla del tema y que existe una molestia porque todavía hay escombros en algunos lugares y no se ha preparado un plan de contingencia en caso que el río vuelva a desbocarse. “Creo que ha faltado un poco de preocupación. Han limpiado un poco las calles, pero Marquesa no está reconstruido”, sostuvo Custodio.
En la misma línea, Marta Herrera, familiar de la dueña de una de las casas más damnificadas, asegura que las hijas de la mujer “están un poco asustadas”. Saben que están expuestos y por eso pide ayuda al municipio para que se acerque antes de que comience el invierno y puedan ayudarlos a hacer mayores arreglos en sus hogares o algún tipo de barrera que pueda detener el agua. “De algo tiene que servirnos la experiencia de la otra vez”, precisó la vecina de Marquesa.
ESPACIOS PÚBLICOS
“No tenemos dónde jueguen los niños, ni plaza ni cancha”, dice Cristina Hidalgo, habitante de Marquesa, quien si bien valora el levantamiento del colegio, insiste en que todavía queda mucho por hacer, entre otras cosas recuperar la plaza, tremendamente deteriorada, y las instalaciones del Club de Fútbol, que desaparecieron totalmente. “El pueblo está muerto, como que no tiene vida. El club de fútbol y la sede donde se juntaban todos era como el corazón de nosotros, y la plaza igual. Ver que ya no están es fuerte para todos. Yo entiendo que hay proyectos de mejoramiento, y espero que prosperen”, relató Hidalgo, dejando claro que las heridas del año pasado todavía no sanan.
ALCALDE RAFAEL VERA: “CUMPLIMOS CON LOS PLAZOS”
El alcalde de Vicuña, Rafael Vera, sabe que muchos de los habitantes de Marquesa no estaban convencidos de los plazos que se les entregaba con respecto a los mejoramientos del pueblo en general, pero asegura que “el tiempo le dio la razón”. No sólo recuperaron el colegio, también “conseguimos los recursos para recuperar la planta de Marquesa y pavimentar las calles que habían sufrido los daños por el temporal”, manifestó el edil.
Con respecto al puente, que la última vez colapsó y dejó a la localidad prácticamente aislada, aseguró que también se está avanzando y que la idea es cambiarlo de ubicación. “Porque siempre que esté ahí tendrá problemas si hay crecidas del río”, expresó.
PREPARÁNDOSE
“Sí, nos estamos preparando”, señala Vera al ser consultado sobre qué se está haciendo para evitar el desastre en caso que este invierno vuelvan las intensas lluvias.
Precisa que hace pocos días se efectuó una reunión con las entidades correspondientes y ya se aprobaron 100 millones de pesos para efectuar mejoras y evitar los daños en caso de los temporales. “A mí me hubiese gustado que los recursos llegaran tres o cuatro meses antes. Para empezar a trabajar, pero ahora las obras se harán en pleno invierno y espero que se pueda mitigar cualquier tipo de daño que la lluvia y la crecida del río puedan producir”, expresa la máxima autoridad de Vicuña, quien, al igual que todos los habitantes de Marquesa, está tranquilo, pero alerta a lo que este año la naturaleza tenga preparado. 4601iR
Un club con historia
Eran el alma de Marquesa, pero su casa se fue con la furia del caudal del río. La sede del Club Unión Marquesa, con décadas de historia en las ligas rurales, era el lugar de encuentro para los más longevos de la localidad que se reunían tanto en la cancha como en la antigua casona pintada con los colores del equipo para compartir, recordar viejas glorias y planificar lo que vendría.
Sin embargo, hoy día el lugar es sólo un terreno baldío y no hay nada que recuerde que en esos llanos alguna vez estuvieron instalados los arcos donde gritó gol hasta el menos dotado de los jugadores. Sólo se trataba de divertirse.
El actual presidente del club, David Vergara, asegura que no tienen claro lo que pasará en el futuro con la infraestructura que perdieron con el temporal, que han tenido reuniones con el alcalde, pero no se ha concretado nada. “Es triste, porque hay gente aquí que nació y se crió en el club y aunque seguimos jugando como podemos con la ayuda de la Minera San Gerónimo, no es lo mismo. Estamos sin casa”, asevera Vergara.
Está consciente de que instalarse en el mismo lugar sería peligroso, ya que podría ocurrir una nueva crecida del río, pero manifiesta que no tendrán otra opción. “Esos terrenos son nuestros, tenemos todos los títulos de dominio y hasta ahora no nos han dado otra alternativa. Necesitamos tener una cancha y recuperar nuestro complejo”, sostiene el dirigente.
El alcalde Rafael Vera asegura que no se han desentendido de la situación que afecta al club y que también están colaborando, principalmente en encontrar un nuevo terreno. “Hoy día ellos no pueden reinstalarse ahí, porque por ahí pasa el río y es un lugar de riesgo. Pero hemos estado en reuniones para que tengan una solución ya que entendemos la importancia que tienen para el pueblo”, aseguró Vera.