• “Yo no me quedo quieta ni esperando por ayuda. Nunca he dejado de trabajar y mi hija me da la fuerza. Pese a las necesidades me siento bendecida”, Hellen, madre de menor con discapacidad cognitiva severa.
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Lautaro Carmona
En el pueblo de unos 3.000 habitantes ubicado al norte de La Serena, un 50% de los trabajadores ha perdido sus empleos, y no han llegado las cajas de mercadería suficientes para paliar sus necesidades. Sin embargo, la gente tiene la sensación de que pronto podrá levantarse, lo que se ve reflejado en conmovedoras historias de lucha. Eso sí, afirman que requieren mayor ayuda, la que ya anunciaron desde el municipio. Por otra parte, admiten que salen sin permiso pese a la cuarentena, ya que hasta ahora, “nadie fiscaliza”

Parece ser otro mundo, y a simple vista no se nota que exista una cuarentena total obligatoria. Hombres pintando las fachadas de sus casas, gente comprando en los almacenes sin ningún tipo de permiso, y niños jugando a la pelota son algunas de las postales con las que nos encontramos en Caleta San Pedro, localidad ubicada a unos 10 kilómetros al norte de La Serena, donde residen poco más de tres mil personas.

El lugar ha resistido bien la pandemia y han tenido pocos contagios, sin embargo, según señalan sus habitantes, “ha sido gracias a su autocuidado”, no al que les han prestado las autoridades, ni municipales ni de Gobierno, quienes, aseguran los vecinos, “han brillado por su ausencia” previo al confinamiento, y también ahora cuando estamos en medio de la cuarentena. ¿Subsistir? Sí, con mucho esfuerzo, ya que de algún u otro lado el alimento llega (aunque sea escaso), lo que se acaba poco a poco es la esperanza, aunque afortunadamente hay quienes tratan de mantenerla viva, latente, lo que queda reflejado en las conmovedoras historias de superación que encontramos en nuestro recorrido.

Proyectos truncados

A la entrada del pueblo, la primera persona con la que entablamos diálogo es con Karen Devia, quien de inmediato reclama un supuesto “abandono”, ya que asegura, “no basta con una caja y un bono que te entregan sin tomar en cuenta, cuántas personas tienes que mantener”, indica. Claro, ella es madre soltera, vive con su hijo, y otras cinco personas –todos parte de su familia- y deben sobrevivir con su bono de 300 mil pesos mensuales. “Eso es lo que me entregan a mí, se supone que por ser madre soltera y no tener un trabajo estable, pero nadie se dio el trabajo de ver o tomar en consideración que una madre generalmente no sólo con el niño, vive con más gente, en mi caso con mis sobrinos, mi propia madre, que son gente que no recibe beneficios. Yo no soy mal agradecida, pero da rabia porque ahora están dando más beneficios a los que una no califica por ser demasiado pobre”, manifiesta Karen.

50 por ciento de los trabajadores, del sector, según cifras de dirigentes, han perdido su trabajo en los tiempos de pandemia. 

Justo cuando pensaba que esto estaba mejorando, vino la cuarentena total, lo que truncó la posibilidad de echar a andar el negocio que tuvo que postergar desde marzo, un furgón escolar para transportar a niños desde La Serena hasta la Caleta. “Aquí hicimos una inversión grande, había un sueño detrás, pero lamentablemente tuvo que ser postergado y no creo que, al menos este años pueda concretarse”, expresó.

Hacinados y en peligro

Karen admite que va a comprar sin permiso “porque los negocios quedan cerca”, algo que parece ser la tónica en Caleta San Pedro. Sin embargo, algunos domicilios definitivamente cerraron sus puertas y no sale nadie ya que al interior vive población que corre demasiado riesgo. Este es el caso del domicilio de Luisa Egaña, donde, de partida, ella es enferma crónica, y su marido también. Además, pese a que tienen un patio muy grande el interior de su hogar es sumamente pequeño y corre riesgo de derrumbe. De hecho, han tenido que instalar las camas en los lugares más seguros quedando un lecho en pleno living, y los demás en una sola pieza. Sí, las condiciones de la morada los han llevado a vivir en el hacinamiento. “Aquí tenemos que arreglárnosla con lo que hay nomás”, dice Luisa, agregando que ni ella ni su marido trabajan, y en la actualidad están viviendo gracias a “los pololitos” que realizan sus hijos, quienes viven con ella, y que tampoco están con un trabajo estable ya que sus proyectos para este año tenían que ver con la compra de un vehículo para trabajar como Uber, “pero ahora el auto está tirado ahí. No se puede hacer nada más que aguantar y subsistir. Aquí nosotros no salimos, respetamos la cuarentena. No hemos recibido bonos, pero nos llegó la caja de alimentos. Obviamente que no es lo mismo que antes de la pandemia, y tenía mi trabajo estable, pero no nos estamos muriendo de hambre, hay gente mucho peor”, cuenta Luisa, con algo de optimismo, pese a la adversidad.

El esfuerzo de Hellen

En el patio de la señora Luisa, en una casa prefabricada vive Hellen, de 32 años. Ella tiene tres hijas, la mayor (11) con una discapacidad cognitiva severa, debido a una microcefalia y una tetraparesia espástica de predominio derecho. Su enfermedad ha hecho doblemente difícil enfrentar la pandemia y sobre todo la cuarentena, ya que la pequeña se desespera al interior de la vivienda que sólo cuenta con dos piezas, una de ellas utilizada como cocina.

En lo económico no se queja. Está mal, y cada vez peor, pero tiene el convencimiento de que con la fuerza que le da su hija, y el trabajo permanente podrá salir adelante. “Ella es mi prioridad, junto a mis dos hermanas, y yo en ningún minuto he dejado de trabajar. No me quedo sentada esperando que me llegue ayuda. Hago dulces y palomitas de maíz, y hasta ahora no me ha faltado qué comer. Pese a las necesidades, me siento una bendecida fundamentalmente porque la tengo a ella”, relata Hellen.

Para ella es un triunfo diario ver Ángela despertar, y abrir los ojos cada mañana. Y es que, nació con cinco meses de gestación, estuve al borde de la muerte, “pero un milagro hizo que ahora esté conmigo, y es lo mejor que me ha pasado”, cuenta, mientras Ángela comienza a dar vueltas por la casa, intentando que le abran la puerta para salir. Todavía no se puede, ya que su madre debe estar cuidándola constantemente y a esa hora de la mañana aún no era tiempo del paseo diario que dan por el mismo patio, o por las calles de la caleta, ya que cuentan con su autorización.

Hellen tiene sentimientos encontrados. Por un lado quiere, como la gran mayoría de la gente, que se termine la cuarentena y que la pandemia sea parte del pasado, pero por otra parte, sabe que para su hija será extremadamente difícil separarse de ella y volver al colegio. “Lo que pasa es que el proceso de acostumbramiento de ella requiere más tiempo. Yo no tengo nada qué decir del colegio en el que está que es inclusivo y me la han tratado muy bien, pero tampoco están preparados para lo que Ángela necesita. Y ahora mucho menos, porque no le gusta estar lejos de mí, y sinceramente a mí tampoco me gusta estar lejos de ella. A estas altura no me imagino dejándola sola en el colegio, nos haremos mucha falta mutuamente”, asevera la joven madre, y Ángela la abraza. No habla, pero pareciera entender todo lo que dice. Allí está la esperanza.

¿Y las cajas?

Avanzando por el pueblo está la dirigente vecinal Maritza Tapia, quien, en un tono más severo, realiza una fuerte crítica al Gobierno y al municipio respecto a la entrega de cajas y asegura que la ayuda para este sector no ha sido suficiente, sobre todo, tomando en consideración que en la Caleta San Pedro, según las cifras de los dirigentes, más de la mitad de la población ha quedado sin empleo, debido a que buena parte vive del turismo y la los productos del mar, actividades mermadas en tiempos de Covid, sobre todo la primera. “Aquí  hay un déficit en el tema de las machas que es muy importante, entonces a las familias ya no les da para vivir de esto. Y el rubro gastronómico, y turístico para qué decirte, terrible, eso ha llevado a que según los cálculos que hacemos nosotros como dirigentes la mitad de las personas han dejado de percibir ingresos”, indica.

Asegura que hasta ahora, al sector han llegado unas 200 cajas, “una cifra ínfima para la cantidad de habitantes que hay acá, que son unos tres mil”, expresó Tapia, quien precisamente ayer se encontraba junto a personal del municipio entregando mercadería. “Ante esta situación, es obvio que se requiere más ayuda y no la tenemos. No la hemos visto y la gente se siente abandonada. Lamentablemente al final somos nosotros los dirigentes los que ponemos la cara”, expresó.

Municipio responde

Pero las cifras no serían tan desalentadoras según Gonzalo Arceu, encargado de la repartición de las cajas de alimentos por parte del municipio de La Serena. El funcionario indica que hasta ahora, en este sector han sido distribuidas cerca de 440 y que durante la próxima semana esta cifra llegará a las 2.000. “Lo que pasa es que la distribución la estamos haciendo por parte, vamos a distintos sectores en distintos momentos. Así que si hay gente de Caleta San Pedro que no le ha llegado caja, que no se asuste porque lo más probable es que sí llegue. Avanzamos en tratar de abarcar la totalidad del sector”, especificó, dando una luz de esperanza a quienes todavía no recibe el beneficio.

Las fiscalizaciones

Consultado respecto a las fiscalizaciones, el prefecto de Coquimbo, Coronel Carlos Rojas, respecto a que no habrían fiscalizaciones en el sector, lo descartó, pero de todas formas hizo un llamado al autocuidado, ya que ni ellos, ni los militares pueden estar en todas partes. “Siempre habrá gente irresponsable que no cumpla la norma que busca evitar la propagación de esta pandemia, sin embargo creo que con los antecedentes entregados respecto de los permisos, controles y detenidos, es un tangible antecedente que demuestra el despliegue operativo que día a día realizamos y el resultado de ellos”, expresó Rojas.

 

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