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Alejandro Pizarro
Expertos analizan cómo influyó en la mente de las personas la incertidumbre y el miedo generado durante la crisis sanitaria y social el año pasado, y advierten que durante la segunda ola del Covid-19 el 2021 todos los síntomas respecto a los trastornos psicológicos y psiquiátricos podrían agravarse. De acuerdo al encargado del Departamento de Salud Mental del Servicio de Salud de Coquimbo, Sebastián Prieto, la enfermedad que más podría propiciarse sería la depresión, en una sociedad que ha estado viviendo en “permanente duelo”.

Sin duda la historia recordará este periodo del tiempo como el que nos hizo cambiar de paradigmas. Nuevas formas de relacionarnos, de movernos, de pensar y de actuar han ido transformando a la sociedad, la que, según afirman expertos, nunca será la misma después del Covid. 

Existe agotamiento a todo nivel. La denominada fatiga pandémica está llegando a todo el mundo, y en el país, luego de 11 meses desde el primer caso (10 en la región), y con una segunda ola en ascenso, que, lamentablemente, es probable, nos vuelva a llevar a una cuarentena total, el estrés se torna abrumador para las personas que, en algunos casos, comienzan a experimentar una serie de sentimientos negativos, como la desmotivación, el aburrimiento, la ansiedad, la depresión e incluso la agresividad. 

Nadie se salva de experimentar esta suerte de angustia permanente que genera la incertidumbre. Hombres, mujeres, niños y niñas de todas las edades, aunque claramente existen grupos más propensos a padecer estos síntomas, y que se agraven. 

GENTE DE A PIE 

Martín tiene nueve años y nunca le gustó demasiado el colegio. Hoy, le pregunta a su madre, Carla, cuándo podrá ver nuevamente a sus compañeros. No tiene primos de su edad, y es hijo único, por lo que el distanciamiento físico ya lo tiene agobiado.

“Al principio estaba contento, porque quedarse en la casa para él era una fiesta, pero ya no lo es tanto. Es muy poco lo que ha interactuado con otros niños, y su principal entretención han sido los juegos de video, y el computador”, consigna Carla, agregando que, al principio, no lo dejaba estar tanto tiempo en estos menesteres, pero que, al verlo tan aburrido, muchas veces se resigna y cede. “Es que me da un poco de pena. Yo pensaba que para estas fechas ya íbamos a estar mejor, pero la segunda ola llegó antes”, expresa. 

Afortunadamente, Carla, Martín y su padre viven en una casa que tiene patio, y al menos el menor puede salir a tomar aire los días en que entramos a cuarentena en esta Fase 2, pero existen otras realidades mucho menos favorables. En la población Mercedes Marín Del Solar de La Serena, vive Tatiana Pinto (34) con sus dos hijos, su madre y otras dos personas, en una de las pequeñas casas que conforman este antiguo barrio de la capital regional. 

A ella también le ha tocado difícil. No ha podido trabajar desde el año pasado, tras perder su empleo durante la crisis, y ahora francamente no sabe qué hacer, en términos financieros, y en lo que tiene que ver con las medidas restrictivas que se están tomando.

“La verdad es que no puedo dormir pensando en lo que puede llegar a pasar. Es agobiante. Yo trato de ser optimista para transmitirle eso a mi niña más pequeña, jugar con ella, pero hay veces en las que ya dan ganas de tirar la toalla, a esperar que esto pase pronto, que podamos volver a la vida, a respirar, que mi hija pueda volver a jugar”, cuenta la vecina, quien reconoce que está teniendo una ansiedad que a ratos le cuesta controlar. 

ALGO QUE SE ESCAPA DE LAS MANOS

Casos como el de Martín, y su estancamiento en el proceso de desarrollo de habilidades sociales, que ha conllevado un decaimiento del pequeño, o el de Tatiana y su familia, donde mantienen una incertidumbre extrema que se prolonga y no tiene para cuando terminar, son los que se repiten, uno tras otro mermando la salud mental y agotando a la población psicológicamente. Así lo explica la psicóloga Marisol Urrutia.

“Los efectos psicológicos van a aparecer, y, de hecho, ya aparecieron durante el año pasado cuando las personas tuvieron que adaptarse a una nueva vida. Por lo mismo, están utilizando todos sus recursos internos de manera inconsciente para verse afectados en el menor grado posible. Lo que pasa es que hay gente que tiene muy pocos recursos, y ellos son los más propensos a tener cuadros de ansiedad o depresivos más complicados”, sostiene la profesional. 

En esa línea, señala que no se puede separar lo psicológico de lo social, ya que “no es lo mismo enfrentar esta crisis teniendo una situación económica estable y vivir en una casa con los espacios idóneos, que enfrentarla habiendo perdido el trabajo y viviendo hacinados”, precisa, y agrega que dentro del segundo grupo estarían los mayores problemas.

DESAFÍOS POR SALDAR 

El jefe de Salud Mental del Servicio de Salud de Coquimbo, el doctor Sebastián Prieto, está consciente de lo que ha generado esta pandemia a un nivel psicológico, tanto en trabajadores de la salud, como también en personas comunes y corrientes. “Existen estudios a nivel nacional, pero no se pueden determinar prevalencias, sino que sólo síntomas asociados a los trastornos provocados por la pandemia, y esa realidad se puede aplicar en la región. La tendencia es la misma, una alta incidencia en problemas como la ansiedad, estrés, etc.”, afirma. 

Pese a que las consultas han bajado, asevera que esto se debe al contexto sanitario y no a otra cosa, ya que resulta evidente que los problemas han aumentado en esta materia.

“No sería exacto hacer un análisis respecto a las consultas que hemos tenido en salud mental, porque bajaron un 40% el 2020 en relación al 2019, cuando sabemos que es todo lo contrario. Se está requiriendo más atención porque la gente está padeciendo más síntomas relativos a trastornos del ánimo”, refirió el profesional del Servicio de Salud, eso sí, aclara que esto tiene que ver con lo presencial, que ha estado limitado tanto por las medidas implementadas en su momento, como también por el temor que existió de la gente a concurrir a recintos de salud.

Claro, lo que sí se vio incrementado y que va más en la línea de lo que realmente está sucediendo, son las consultas de emergencia realizadas a fonos establecidos. “Aquí tenemos la cifra a la inversa, las consultas a Salud Responde en la Región de Coquimbo por temas relacionados a la salud mental aumentaron también en un 40%. Este teléfono está destinado para que las personas recurran cuando existe una emergencia y nosotros hacemos un seguimiento cuando hay casos graves como puede ser un intento de suicidio, o alguien está poniendo en riesgo su vida”, especificó el psiquiatra. 

EL FUTURO Y LA DEMANDA 

El jefe de Salud Mental del Servicio de Salud piensa que en algún minuto se va a experimentar una explosión en la demanda por atención presencial por problemas asociados al área psicológica y psiquiátrica, una vez que termine o se logre controlar la pandemia. Para ese momento se están preparando tanto ellos como la red. Por lo pronto, están centrados en el seguimiento de quienes ya tenían diagnósticos previos al Coronavirus.

“Eso tiene una razón de ser, ya que el principal factor de riesgo para tener problemas depresivos, o deterioro en la salud mental es tener ya una patología previa, así que ahí nos focalizamos en este momento (…) Pero se vendrá otra etapa, y tendremos que abrir nuevos ingresos por la alta demanda que se prevé. Ya hay destinados más recursos para el 2021, porque el año pasado se puso el tema sobre la mesa y esperamos pronto empezar a ejecutar la estrategia de salud mental, porque el ministerio ha sido claro en señalar que es prioridad”, expresó, agregando que, muy probablemente lo que más se deba atender pos Covid, serían síntomas asociados a la depresión y la ansiedad.

“A esto hay que agregarle lo asociado a los fenómenos traumáticos que hemos vivido, en relación a los muertos que han existido. Hay que pensar que por cada fallecido hay un grupo de personas que lo van a llorar y eso implica que vamos a tener una población en duelo (…) Ahí está nuestro gran desafío, en saber cómo enfrentar, no sólo los médicos, sino que la comunidad en su conjunto, sobreponerse a lo que hemos experimentado”, puntualizó. 

LOS NIÑOS, UN GRUPO SENSIBLE

La psicóloga Marisol Urrutia, afirma que los pequeños pueden ser más vulnerables a afecciones psicológicas, debido al cambio brusco que experimentaron en un momento de su desarrollo en que asimilan con menos facilidad que los adultos, y tienen menos recursos emocionales. “Hay que buscar la forma en que los niños puedan ir desarrollando una actividad física, en momentos en que no puedan salir, y sacarlas un poco del celular también. Darle sus espacios, pero manteniendo límites”, remarcó la psicóloga.  

Consultado sobre si los niños tendrán dificultades para volver “a la normalidad” soslayando todo el estrés que han debido vivir sin secuelas, el psiquiatra del Servicio de Salud, Sebastián Prieto, afirma que es aventurado dar un pronóstico de cómo van a asimilar, una vez que se vaya saliendo de ella, porque estamos frente a un fenómeno nuevo, pese a que el mundo vivió situaciones de esta naturaleza en el pasado, nunca lo hizo en una sociedad híperconectada.

“Nunca habíamos tenido una pandemia con internet, y no sabemos qué va a resultar de eso. Ahora, es claro que hay un grupo de niños que tiene una red de apoyo mayor, y otros que no la tienen, y aquí se podrían generar algunas características que pudieran traducirse en problemas de comportamiento, no necesariamente un trastorno. No se sabe con certeza, pero sí está claro que tendremos una ‘generación pandemia’”, precisó. 

LAS ADICCIONES EN AUMENTO 

Durante la primera ola uno de los problemas asociados a los trastornos ansiosos fue el incremento del consumo de alcohol “para evadirse”, y debido al tiempo libre que tenía cierto sector de la población en momentos en que la cesantía se elevó a niveles pocas veces visto. Respecto a ello, la directora regional de Senda, Fernanda Alvarado, asevera que, de acuerdo al último estudio que se realizó a nivel regional, el aumento no habría sido tan fuerte, “pero quienes señalaron que no habían consumido, la razón que esgrimieron mayoritariamente es que habían cerrado los bares o que no tenían dónde adquirir el licor”, remarcó Alvarado. 

Además, la mayor parte de los consultados en el estudio indicó que su consumo era efectivamente por “temas de ansiedad producidos por la situación que se estaba viviendo durante el encierro que tuvimos”.  

En esa línea, le preocupa también el alza que existe en el consumo de fármacos sin receta, fundamentalmente ansiolíticos. “Esto también es peligroso, porque la gente puede encontrar esto muy fácilmente. Se hace necesario realizar un trabajo muy serio y hacer un llamado a las personas a que se apoyen a su red para que no caigan en este tipo de situaciones. Tenemos que aferrarnos a nuestras familias, porque son tiempos difíciles para todos, y es aquí donde surgen consumos problemáticos de sustancias”, finalizó la directora de Senda. 

 

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