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El Día
Con 17 procesos eleccionarios en los próximos dos años –si se aprueba la idea de cambiar la Constitución-, la participación no está garantizada. De hecho, es bastante incierta tomando en cuenta que los niveles de abstención han ido subiendo sistemáticamente desde las elecciones municipales del 2012, cuando se inauguró el sistema de voto voluntario. Si en 1990 votaba el 90% del padrón, hoy, la cifra no llega al 50%, algo que podría empeorar en medio de una crisis social sin precedentes y con un descrédito del sistema que, según dice la propia ciudadanía “no da garantías”. En este contexto, el retorno a la obligatoriedad del sufragio asoma como opción.

Tania tiene 25 años y nunca ha concurrido a las urnas. La joven serenense, estudiante de Kinesiología cumplió la edad para votar después de que dejara de ser una obligación, por lo que, reconoce, cada vez que han existido sufragios, poco le ha importado y ha preferido ocupar ese “día libre” para descansar.

Además, hasta ahora, luego del “estallido social” la política nunca le había importado. “Sentía que nada cambiaría, votara por quien votara”, precisa. 

Como ella, muchos. Desde el 31 de enero del 2012 las elecciones en Chile cambiaron para siempre. Comenzó a regir la Ley 20.568, que regula la inscripción automática y el voto voluntario sustituyendo la obligatoriedad que regía en el país desde 1988. Con esto, los ciudadanos quedan inscritos de inmediato en el registro electoral, cuando cumplen la mayoría de edad. 

¿Cuál era el motivo? Paradojalmente, aumentar la participación electoral que desde el retorno a la democracia había ido bajando sistemáticamente. Lo que se preveía era que con el aumento del padrón, es decir, todas las personas capacitadas para sufragar -en ese tiempo unos 13 millones de personas- mágicamente también iría al alza la vocación cívica de la ciudadanía, lo que nunca sucedió, al contrario. 

Si en 1990, con el voto obligatorio, sufragaba casi el 90% del padrón, en las elecciones municipales del 2012, las primeras con voto voluntario, sólo concurrió a las urnas un 43% de los ciudadanos, llegando a la histórica abstención del 57%. 

Y la situación fue empeorando cada vez más. Para el proceso municipal de octubre del 2016, se abstuvo un 66% de los posibles votantes. Algo inédito. ¿La consecuencia? Según el profesor Eduardo Marín Cabrera, doctor en Ciencias Políticas, “una enorme falta de representatividad”, asegura, y pone el acento en la última presidencial del 2017, pese a que no ha sido la con más alta abstención. “Si tomamos en cuenta que en ese proceso electoral, participó alrededor de un 50% de las personas, el presidente no puede representar a más del 30% de la población”, puntualizó. 

Tiempos de cambios

A casi una década de esta reforma, hay prácticamente un total consenso en que el sistema antiguo debería volver, debido al, para algunos, “daño a la democracia” que implicó el que “votaran sólo los que quisieran”. 

Incluso en la calle, el trabajador Patricio Sáez cree que “sería positivo” que el sistema fuese nuevamente obligatorio. “Yo te doy mi propio ejemplo. Antes de que fuera voluntario yo participaba, porque ir a excusarse también era engorroso, pero después ya no tenía que hacer nada para no votar. Y como los candidatos tampoco me representaban, eso incidía en que uno no estuviera ni ahí, y por eso fuimos teniendo los parlamentarios que tuvimos. Culpa nuestra, nomás”, expresa el ciudadano. 

A nivel político, el tema ya se está discutiendo en la Comisión de Gobierno Interior de la Cámara de Diputados, y los más optimistas apuestan a que se pueda legislar antes del plebiscito constituyente de abril del 2020, para asegurar una participación masiva. De no ser así, antes de estas elecciones, “la urgencia” no varía ya que entre el 2020 y 2022 –en tan sólo dos años- se llevarán a cabo 17 procesos electorales. 

El diputado DC, Matías Walker, cree que una reforma en este sentido, para volver al sistema anterior del voto obligatorio, “es factible y necesario”, de hecho, ya había presentado un proyecto en este sentido el cual no tuvo éxito. “Creo que debe existir una sociedad de derechos, pero también de deberes, por eso creo que se debe restablecer el voto obligatorio para todas las elecciones, sobre todo ad portas de un proceso constituyente como el que nosotros vamos a llevar a cabo en el mes de abril”, precisa Walker. 

Incluso, según afirmó, ya estaría establecido que al menos el referéndum ratificatorio de la Nueva Constitución –de haber uno- sea mediante el sufragio obligatorio. Sin embargo, antes de éste existirían 16 procesos anteriores en los cuales, con lo deslegitimada que se encuentra en la actualidad la clase política, podrían tener una escasa y poco representativa participación.

“Queremos dejar en claro, de que más allá de que exista un acuerdo en la obligatoriedad el voto en el plebiscito ratificatorio, si esto avanza rápido, no descartamos que se pueda poner en marcha en el plebiscito de entrada del mes de abril, esa es nuestra convicción y nuestra voluntad”, expresó. 

¿La ciudadanía aceptará la imposición?

Pero, en el actual contexto con la ciudadanía manifestándose precisamente en contra de la clase política, y sin tener ni siquiera un total consenso de la gente respecto al Acuerdo de Reforma Constitucional, ¿aceptaría la gente volver a ser obligada a votar? Para Matías Walker, es precisamente el momento más indicado.

“Yo creo que hoy día tenemos una ciudadanía que quiere ser parte del destino del país, que quiere participar en el nuevo pacto en el que de alguna manera vamos a conformar esta casa común que es la nueva Constitución”, insistió. 

Trabas legales

Para el diputado UDI, Juan Manuel Fuenzalida, también es urgente volver al sistema que imperaba antes del 2009, sin embargo, asegura que no sería tan fácil debido a que existen una serie de trabas legales que entramparían este proceso que, en el fondo, no es nada más y nada menos que retrotraer una ley.

“Sin duda que el voto obligatorio sería muy oportuno para validar no sólo lo que va a ser este referéndum sino que también para validar las elecciones populares para elegir a todos los representantes”, afirmó. Pero agregó que veía improbable que aquello ocurriera.

“Hay un problema práctico, porque tendrías que desinscribir a todos lo que han quedado inscritos voluntariamente en este proceso, porque el voto obligatorio va de la mano con una intención de inscribirse en los registros electorales para luego ir a votar, y por lo tanto tienes una masa muy grande de gente que se ha inscrito automáticamente que tendría que manifestar si quieren seguir en este régimen –el obligatorio- o no. Es decir, insisto, desde el punto de vista práctico veo muy difícil que en el corto o mediano plazo esto se pueda concretar, por esta razón”, especificó. 

Fuenzalida detalla que con el retorno del voto obligatorio se perdería a los votantes que no se han inscrito en el sistema, pero, ¿y si se establece, además de la obligatoriedad la inscripción automática? Para el parlamentario esto tampoco sería viable, ya que habría una vulneración de derechos. “Si lo haces obligatorio sin más ni más, estarías vulnerando el derecho de las personas a decidir, su derecho a tomar una decisión respecto de la participación y creo que eso podría rayar en lo inconstitucional”, precisó. 

“Sesgo de clase"

El profesor de Política Internacional, y doctor en Ciencias Políticas, Eduardo Marín Cabrera, tiene una mirada negativa de lo que fue el cambio de la obligatoriedad a la voluntariedad respecto del voto, ya que implicó una baja sustancial en la participación ciudadana en los procesos eleccionarios llegando a ser el último de la OCDE en esta materia. “Que vote el 49% del padrón electoral creo que dice bastante de lo perjudicial que fue todo esto”, especificó. 

Marín argumentó que uno de los principales vicios que conlleva el sistema de voto voluntario que comenzó a utilizarse en Chile durante el 2012, es el denominado “sesgo de clase”, el que tiene que ver con que los grupos con mayor poder adquisitivo comienzan a “apropiarse” de las urnas, en desmedro de quienes tienen un menor poder adquisitivo.

“Cuando tenemos este sistema, las personas de estrato socioeconómicos altos votan mucho más, esto dado por la información política que manejan y múltiples factores que se les agregan”, sostuvo. 

Pero enfatiza en que si se restablece el voto obligatorio, es fundamental que no parezca como una imposición de la élite política hacia las personas, porque no la aceptarán de buena manera. “De hecho, hay que considerar que la gente no tiene demasiada fe en lo que es el voto, por tanto hay que hacer todo un trabajo de pedagogía política para que las personas entiendan lo importante que es esto”, explicó. 

La disidencia

Pero el sociólogo Cristóbal Reyes (Revolución Democrática) tiene una opinión distinta. Cree que con el retorno del sufragio obligatorio, no necesariamente se garantiza la participación. Como ejemplo cita que los argumentos que se esgrimieron en su minuto para establecer el nuevo sistema son los mismos que se dan en la actualidad para volver a ese sistema dejado atrás.

“En esa oportunidad se pensó que cambiando las condiciones iban a existir más incentivos para participar, pero quedó demostrado que no era así, por tanto, en estricto rigor, el nivel de participación no tiene que ver con la obligatoriedad del voto, sino que con los incentivos que la política establece para que la ciudadanía participe”, especificó. 

Reyes aseguró que la clave está en “revincular” a la ciudadanía con la clase política, “hacerle entender que votar es útil”, aseveró el sociólogo. 

Por lo pronto, no hay nada zanjado. Lo único claro es que tendremos 17 procesos eleccionarios en los próximos dos años y hasta ahora, nadie está obligado a participar. Es más, de plano, muchos han dicho que no lo harán. 

 

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