Probablemente estos últimos dos años han sido los más difíciles que el pequeño comercio de la Región de Coquimbo ha debido sobrellevar.
Y es que el 18 de octubre de 2019 no sólo marca el inicio del estallido social propiamente tal – además de todo el proceso político y constitucional que ello ha implicado – sino que tras un breve “veranito de San Juan” en enero y febrero de 2020-, la llegada del Covid-19 al país, vino a profundizar la delicada situación económica en que quedaron miles de pequeños negocios producto de los hechos de violencia y de la caída de las ventas en el contexto de la revuelta.
Más allá de las interpretaciones que se puedan hacer de esta coyuntura histórica que vive el país, no digamos que es especialmente recordada con aprecio por los cientos de pequeños y micro empresarios que se vieron afectados ya sea directa o indirectamente por dichos acontecimientos.
Desde entonces, el objetivo ha sido sobrevivir: algunos no lo lograron y debieron cerrar sus puertas definitivamente. “Sólo en el sector centro de La Serena han cerrado cerca de 25 a 30 negocios”, comenta el presidente de la Cámara de Comercio de la capital regional, Patricio Araya.
Otros han logrado mantenerse, pero a un costo muy alto. “Hoy día, hay una serie de pequeñas empresas que están tratando de levantarse, están pagando créditos, están pagando impuestos atrasados, imposiciones atrasadas a sus trabajadores. En su mayoría, son pequeñas empresas que tienen tres, cuatro o cinco trabajadores que conforman el 73,5% de todas las empresas de la región y el país”, explica por su parte, el presidente de la Cámara de Comercio de Coquimbo, Fernando Guzmán.
Sin embargo, con la destrucción de los locales o bien, producto de la caída de las ventas, quienes más se vieron perjudicados fueron aquellos comerciantes que arrendaban sus locales, un costo que en un momento, vieron imposible de asumir.
“Muchos arrendatarios tuvieron mucha voluntad de ayudarles bajándoles el canon de arriendo. Pero posteriormente ellos también tenían que sobrevivir y cumplir con sus compromisos, y así muchos de los afectados debieron cerrar porque si no, su deuda iba seguir creciendo cada día más”, explica Araya.
Cambio de costumbres
Por otro lado, las restricciones de horario que se impusieron durante las primeras jornadas del estallido social y la inseguridad que se sentía por aquellos días en las calles y posteriormente, las restricciones que se establecieron ante la crisis sanitaria, generaron cambios profundos en el comportamiento de los consumidores que por supuesto, impactaron en el funcionamiento del comercio.
Washington Altamirano, presidente de la Cámara de Comercio de Ovalle, comenta que desde el estallido social “cambio el comercio en general, estuvimos todo octubre, noviembre y parte de diciembre, y a partir de marzo, con cuanta cosa que llevó a la gente a reinventarse y a cambiar los horarios. Primero, los negocios empezaron a cerrar más temprano por las marchas que provocó una caída impresionante de las ventas. Y luego con la pandemia y las cuarentenas, el centro estaba cerrado a las cuatro de la tarde. Ahora estamos tratando de salir adelante, pero eso va a durar su tiempo, no se va a recuperar en un par de meses”, afirmó.
En ese sentido, los tres dirigentes valoraron las ayudas que el Estado ha dispuesto al comercio, ya sea a través de los programas de Sercotec o los créditos Fogape.
No obstante, para el presidente de la Cámara de Comercio de Coquimbo, Fernando Guzmán la clave de la recuperación definitiva del comercio es una sola: estabilidad. “Eso es fundamental para que nosotros podamos trabajar tranquilos. Cuando las cosas están bien, la pequeña empresa con su esfuerzo puede salir adelante, y no necesita la ayuda constante del Estado. Solo necesita las reglas claras”, concluye.