Hace pocos días se conocieron los resultados del XV Informe de los Derechos Humanos de la Diversidad Sexual y Génerto que elabora el Movilh, donde se muestra un lamentable aumento de las agresiones y ataques en todo el país, contra personas que tienen orientaciones sexuales diferentes.El informe indica que en Chile se registraron 332 casos o denuncias por homofobia o transfobia en 2016, un aumento de un 28,6% en relación al año 2015. Nuestra región no queda al margen de esta realidad, ya que concentra el 1,8% de las denuncias del país con hechos perpetrados en La Serena y Coquimbo, principalmente. Se desprende de este estudio, que esta cifra –si bien es pequeña- es una de las más altas en la historia regional.Estas cifras son consistentes con un estudio similar que hizo la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para la OEA, en 2014, donde se mostraba que Chile estaba entre los 10 países con mayor número de ataques a personas de sexualidad diferente.Pese a lo que parece un retroceso, como sociedad ya no aceptamos, es más,  condenamos la violencia y el ataque físico o verbal a personas que son distintas y que tienen opciones sexuales diferentes. Nadie tiene derecho a violentar a otra persona por ninguna razón, sea cual sea.Sencillamente no es civilizado insultar o golpear a gente por sus inclinaciones o preferencias sexuales, políticas o religiosas. Estamos en el siglo XXI y las controversias y las disputas se arreglan en contextos de debate, de diálogo o –en el peor de los casos- en tribunales u organismos administrativos, pero nunca a los golpes o a los insultos.El problema es que muchos de estas denuncias de discriminación y/o ataques son perpetrados no sólo por personas, sino también por instituciones públicas y privadas. Debemos hacer más esfuerzos a nivel de Gobierno y a nivel de las empresas, para ir dejando atrás conductas que hoy no son aceptables. A la violencia homofóbica, hay que decirle “no, gracias”.El mundo es diverso y las sociedades son complejas; esa es la nueva realidad. Muchas veces se dice que en regiones hay menos espacio o menos tolerancia a expresiones culturales, religiosas o culturales de vanguardia y creo que eso también es una caricatura. En esta región podemos demostrar que aceptar al otro tal como es, no es un atributo de las “clases iluminadas de Santiago”, sino un atributo propio de las buenas personas. Y en regiones, viven buenas personas.No hay excusa alguna para ejercer la violencia ni de género, ni homofóbica, ni política, ni social de ningún tipo. A este país, la violencia le costó muy caro y dejó heridas que aún están abiertas. No dejemos entonces que nuevos fenómenos, nos abran nuevos traumas que no podamos erradicar a tiempo. 

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