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Alejandro Pizarro
El 15 de junio de 2020, la menor de sólo tres años dejó de existir de manera dramática y sin sentido, cuando el vehículo en el que iba junto a sus padres y dos hermanos fue interceptado por otro automóvil, desde el que un sujeto disparó sin medir consecuencias. Su madre, Aracelly, aún intenta seguir con su vida y espera que haya justicia al final del túnel.

La pérdida de un hijo o hija, señalan quienes lo han vivido, es un dolor que jamás se puede superar, más allá de las circunstancias. Pero mucho más es si éstas son sorpresivas e inexplicables, dejando un vacío que no es posible de llenar con nada. La frustración es enorme.

Esa misma sensación es la que ha acompañado desde el 15 de junio del año pasado a una familia que nunca volvió a ser la misma, que tenía todo para salir adelante, pero que el trágico destino puso en un duro trance y que parece no terminar.

Eran cerca de las 21:00 horas, cuando todos, los padres y sus tres hijos pequeños, iban en vehículo camino al terminal de buses de La Serena a dejar a Matías, el padre, para que partiera rumbo al norte a trabajar en maquinaria pesada. En la intersección de Aconcagua con Carlos Cruzat en Las Compañías, un automóvil que los seguía los interceptó y desde su interior un sujeto sacó una pistola por la ventana y comenzó a disparar. Ni él, ni Aracelly, la madre, tuvieron tiempo para proteger a sus hijos de 9, 4 y 3 años.

La más pequeña, Epril Paskal Leyton Jorquera, fue la única que resultó herida y lamentablemente el disparo terminó con su vida, pese a los esfuerzos de los equipos médicos por salvarla.

De este episodio ha transcurrido casi un año, y aún no hay respuestas concretas, aunque el proceso sigue en curso.

Diario El Día estuvo en la casa de esta familia, que espera que este caso no quede en el olvido y que las acciones se aceleren. Conversamos con Aracelly, quien aún tiene un pequeño altar en honor a su hija y viste con orgullo y tristeza una polera con su rostro.

 

Nada ha vuelto a ser igual

Aracelly Jorquera se atreve a seguir hablando fuerte y defendiendo el honor y la honra de los suyos, pese a que se hable de “ajustes de cuentas” en el hecho que llevó al desenlace fatal de su pequeña hija.

“Sentimos que no hemos recibido justicia digna hasta el momento, porque la investigación sigue en curso”, sostiene. Respecto de los involucrados aseguró que “yo conocía a ambos, podría considerar que incluso eran amigos de toda la vida, del sector, por eso nunca nos imaginamos que nos iban a causar un dolor tan grande. No puedo explicarme hasta el día de hoy cómo sucedió”, dijo la joven madre de sólo 26 años.

Reconoció que años atrás conocieron de cerca las acciones de los “piños y de las bandas”, pero jamás imaginaron que algo así podía pasar. “Insistimos, nosotros no teníamos rencillas con nadie. El papá de mi hija sí, pero de esto hace 10 ó 15 años atrás. Y si ellos aseguran que el problema es con el padre de mi hija ¿por qué nos atacaron así?”, subrayó Aracelly.

Esta situación ha afectado en sobremanera el ánimo de esta joven familia, incluso en materia económica. “Psicológicamente no estamos bien, mi esposo ahora no tiene trabajo y nos hemos logrado mantener gracias al apoyo de nuestras familias. Incluso, tras los acontecimientos y todas sus inasistencias al lugar donde trabajaba, consideraron que existió un prolongado incumplimiento y no se contó más con él”, dijo con pesar.

Debido a todo el horror vivido, decidieron cambiarse de domicilio y estar lejos de todo aquello que les recuerda los fatales momentos, pero el temor y la desconfianza los siguen acompañando. “No hemos dejado de recibir amenazas. Todas son por medio de redes sociales, y si bien se trata de personas que no son amigos en común, nos indican que por ‘sapos’ tienen a sus familiares presos. El principal temor es por los dos hijos que nos quedan”, argumentó.

Sumado a todo el drama por la muerte de Epril, Aracelly debe lidiar con la responsabilidad de cuidar sobre todo a su hijo más grande, que tiene una discapacidad. “Corremos un gran riesgo”, considera.

 

Convivir con la pérdida

No tener la posibilidad de ver la sonrisa de la pequeña Epril, de sólo tres años, ha dejado un vacío enorme en toda la familia, que ha debido acostumbrarse a lidiar con el dolor de sus hijos, pequeños aún, que no comprenden lo sucedido, y que incluso preguntan por su hermana. Es una carga emocional más que ha tenido que enfrentar esta familia.

“Mi hijo mayor, que prácticamente no habla, no tiene como expresar lo que siente. A veces llora y la llama por su nombre. El caso de mi hijo de cinco años es distinto, porque él despierta por la mañana y me pide que le traiga de vuelta a su hermana. Incluso me pide disculpas, porque ese día no la protegió. ¿Cómo le explicas a tu hijo que producto de la acción de unos miserables pasó todo esto?”, declaró Aracelly a El Día en medio de lágrimas de pena y mucha rabia, porque deben cargar con su propio duelo y con el de sus hijos, quizás el más difícil de abordar. “No puedes decirles tampoco que la Epril no va a volver porque fue asesinada. Ellos piensan que su hermana volverá, que sólo fue de viaje”, agregó.

 Incluso, según la joven Aracelly, su hijo de cinco años “por las noches siempre le pide a Dios que ella regrese como regalo de cumpleaños”.

Otro factor muy importante es la sensación de culpa que los acompaña a cada paso, pero a casi un año de lo sucedido, considera que no había forma de cambiar el destino, porque “sí o si teníamos que ir a dejar a mi pareja al terminal de buses”.

Con el cristal del paso del tiempo, subraya que no vieron venir ningún indicio o señal de que podían ser víctimas de un hecho tan dramático como inexplicable.

 

Tan sólo son niños

Son conocidos públicamente los casos en que menores han dejado de existir producto de rencillas anteriores, intentos de asalto o de las llamadas “balas locas”.

Bajo esa premisa, para la mamá de Epril lo que hace falta es una justicia más firme y una mano más dura para abordar estas muertes donde los menores pagan con sus vidas.

 “Mi hija es una más, y es lo que yo no quiero para ninguna familia más. Si alguien comete este tipo de delitos, debe cumplir con una pena ejemplar en la cárcel hasta el fin de sus días. Aunque suene inhumano, yo estoy de acuerdo con la pena de muerte, porque si bien eso no nos va a devolver a nuestros hijos, nos vamos a asegurar de que todos estaremos más tranquilos y seguros. Porque las personas que asesinan a niños inocentes, son enfermos”, afirmó la joven madre.

Desde su punto de vista, la justicia ha avanzado en forma muy lenta y considera que no ha existido la necesaria compasión. “Los involucrados en este hecho nos conocían, y sabían que teníamos un hijo con discapacidad. Que andábamos en el auto, muchas veces con apuro por llegar a urgencias cuando se descompensaba porque es epiléptico. Perfectamente sabían que los niños iban en el vehículo, y no pensaron en el daño que podían ocasionar”.

 Respecto de las motivaciones, más allá del odio o la violencia implícita en este hecho delictual, el principal móvil, a juicio de Aracelly, “son las drogas, ya que terminan desatando todo tipo de sucesos malditos. No es sólo querer hacer daño. Por eso queremos que exista una real justicia”.

 

Los próximos pasos a seguir

La familia y cercanos a la familia de la pequeña Epril no se dan por vencidos. Si bien es cierto los sujetos fueron formalizados y permanecen en prisión preventiva, en los próximos días podría haber un aumento en los plazos de investigación, lo que debería confirmarse a la brevedad.

Una vez cerrado el proceso de investigación, la Fiscalía tendría un plazo de diez días para acusar y posteriormente, el Juzgado de Garantía debe fijar la fecha para la audiencia de preparación de juicio oral.

En la familia de la menor, piden que exista mayor celeridad por parte de las instituciones competentes para así ir cerrando un ciclo que mantiene a toda una familia con un dolor que no termina ni cicatriza. “Quiero que si vuelve a pasar una cosa así el día de mañana, no exista ningún tipo de beneficio. Tanto violadores como asesinos de niños deben pasar por el máximo del castigo que la ley permita, o endurecer aquellas penas, para que no hayan más casos como el de mi pequeña Epril”, concluyó Aracelly.

 

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