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Lautaro Carmona
Parece ser una historia inexplicable. En 1976, cuando tenía 20 años, María Tapia dio a luz en el hospital de Paihuano, pero debido a complicaciones médicas la niña tuvo que ser trasladada a La Serena. Luego de tres meses internada la pequeña desapareció y pese a que le dijeron que había fallecido, no existe registro de defunción y el cuerpo nunca fue entregado. Hasta hoy, la mujer mantiene una búsqueda desesperada y asegura que a la niña “se la robaron”, pero que sigue con vida. 

En una pequeña mesa de madera, justo en el centro del patio, hay un ramo de flores que no quiere marchitarse. María Tapia lo puso en un jarrón hace dos días y le cambia el agua cada tres horas para que no pierdan su color.

Le gusta sentarse ahí durante las tardes, antes de salir rumbo a la feria de artesanías de Pisco Elqui, donde trabaja prácticamente de lunes a lunes. En ese lugar, donde todavía se escucha el sonido del río Elqui que hace su camino a sólo unos metros, ella realiza sus trabajos que han sido el sustento para criar a sus tres hijos, los que ya emprendieron rumbo y hoy vuelan con alas propias.

Con 61 años vive sola. Pero ese día, cuando llegamos hasta su casa tenía una grata sorpresa. Carolina, su hija mayor había ido a acompañarla. Sabía que su madre necesitaba tenerla al lado para hablar del tema que ha marcado a sangre la historia de la familia, y que hoy, tras años de silencio se atreve a revelar quizá con la secreta esperanza de poder encontrar una verdad que ha sido tan dolorosamente esquiva y que el destino se ha obstinado en mantener en la penumbra, para que nadie pueda verla.

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VIENDO LA LUZ

“Nunca pude tenerla en mis brazos”. Con esta frase María comienza su relato. Su voz es calma, pero su alma se nota inquieta y no puede ocultarlo. Tampoco quiere hacerlo. Y es que reconoce que muchas veces su fortaleza pierde la batalla contra la melancolía y el llanto brota de la nada. A veces a mares, otras veces tenue, como el sonido del río que la acompaña y que nunca cesa.
La mujer se lleva las manos a su cara de pronto para constatar que las lágrimas todavía no han hecho patria en sus mejillas. Pero rápidamente levanta la mirada y prosigue, mientras Carolina la mira de reojo, para no incomodarla.

No es fácil. Ya han pasado 41 años desde que todo comenzó el 22 de octubre de 1976, cuando la que iba a ser la bendición más grande se transformó poco a poco en un calvario que no termina.

Ese día, en el Hospital del valle de Elqui, nació la primera de sus hijas, quien fue bautizada como Claudia Andrea Carmona Tapia. María tenía 20 años y se encontraba en un buen momento con el padre de su primogénita. Tenían planes y harían una familia juntos.

PLANES TRUNCADOS

Pero las cosas no resultaron tal como lo habían imaginado. La pequeña nació con un problema en la mandíbula y la madre tuvo una septicemia, por lo que ambas debieron recibir tratamiento de manera urgente. Claudia Andrea fue trasladada al Hospital San Juan de Dios de La Serena y María fue dejada en observación en el mismo recinto paihuanino, por lo que fueron separadas al nacer y nunca llegaron a abrazarse.
Y es que la menor no retornó al valle de Elqui, y fue recién cuando su madre se recuperó, 15 días después, cuando pudo viajar hasta La Serena para verla por primera vez.  Pero siempre tras un vidrio. Sí, desde siempre, la vida quiso marcar las distancias entre María y Claudia.
“Yo pedía que me dejaran entrar, para poder darle un abrazo, para mudarla, tal vez. Para sentirla, pero siempre me encontré con una mala respuesta de las enfermeras. Creo que ellas me veían muy sola, muy niña y no hice pesar lo que creo que era mi derecho en ese momento”, cuenta la madre, quien a esas alturas ya no se preocupa si una lágrima quiere escapar.


No podía quedarse demasiado tiempo en la capital regional. Los recursos eran escasos y debía volver a Pisco Elqui, cada vez que iba a ver a su hija una vez a la semana a La Serena. Y así estuvo durante dos meses, yendo y viniendo, hasta que un día llegó el último en el que podría posar su mirada en su pequeña.

Había acudido con su madre al hospital y a ambas les llamó la atención lo bien que se encontraba la bebé. “Se movía mucho más que de costumbre, se reía y se veía muy gordita. Nunca la habían visto tan bien, porque la mayoría de las veces se veía algo decaída, sobre todo debido a que usaba una mascarilla porque tenía problemas para respirar”, relata María Tapia, quien en aquella visita pensó que la próxima vez que tuviese la oportunidad de estar junto a su niña, por fin podría tocarla, abrazarla, como tanto había anhelado. Sin embargo, aquello nunca pudo ser.

LA PEOR NOTICIA

Cuando todo parecía solucionarse, cuando la vida finalmente estaba dando una esperanza, la realidad llegaría de la peor manera y borraría la fe de una plumada. María lo sabe, y es por eso que recordarlo parece una mala idea. Pero también sabe que es necesario y por eso se pone la coraza que la ha mantenido con fuerza durante tantos años y se explaya.

“Estábamos emocionados, de verdad que pensábamos que la tendríamos con nosotros. Había pasado mucho tiempo, y ya era hora. Fue mi pareja la que se fue a La Serena, para verla y tal vez poder traerla, pero no, eso no pasó, porque cuando llegó le dijeron que no estaba. Así de simple, que se había muerto”, dice María, y en ese momento el tiempo parece detenerse en sus ojos, en su rostro que ya no puede contener el llanto y que de pronto vuelve a cubrir con sus manos, mientras a su lado, la hija que la acompaña la cobija con un abrazo que no quiere terminar nunca.

Y es que pasó lo inexplicable, lo que tras 41 años en la familia no pueden creer, y para lo que nadie les ha podido dar una respuesta. En el hospital les dijeron que la pequeña Claudia había fallecido, pero no les dijeron las causas del deceso ni tampoco les entregaron un certificado de defunción. Algo que llamó la atención del padre de la niña. De hecho, cuando les dijeron que fueran a reconocer el cuerpo al Servicio Médico Legal, éste tampoco estaba en el lugar. Simplemente no había ningún rastro de su hija.

La desesperación se apoderó de ellos en ese momento. “Nosotros exigimos que nos entregaran el cuerpo, que nos dieran algún certificado, pero nada. Cuando mi pareja fue al Servicio Médico Legal, le mostraron otras guagüitas que habían fallecido, pero no estaba nuestra hija. Nunca estuvo y hasta ahora no sabemos qué fue lo que pasó con ella”, cuenta la madre de la menor.

RESIGNACIÓN

Durante los primeros meses tras lo ocurrido, hicieron todo lo que pudieron para encontrar una respuesta. Fueron al hospital en innumerables oportunidades, pero, según María, siempre les dijeron lo mismo. “Que no nos preocupáramos, que ellos ya se habían hecho cargo de todo y que nosotros no tendríamos que pagar nada. Pero para nosotros no era suficiente, porque lo que queríamos era el cuerpo de nuestra hija. Queríamos saber qué había pasado con ella”, dice María Tapia, allí, en la pequeña mesa de madera donde yacen sus artesanías y donde también yace la pena de años, esa que a veces ha amainado, pero que nunca se ha ido. 

La mujer admite que tras un tiempo, en algún momento declinó en la búsqueda y tal vez las respuestas negativas la hicieron resignarse a que jamás encontraría a su hija. Y sí, quizá era cierto, había fallecido y por más que luchara nada podría hacer para recuperarla. 

Se volvió a casar, vinieron otros hijos y lentamente se fue resignando. Sin embargo, nunca la olvidó, sólo se acostumbró a vivir con esa incertidumbre. 

VOLVIENDO A LA LUCHA

Pero fue hace unos siete años, motivada por su familia, fundamentalmente por sus hijos y su primo Moisés Fernández Madrid, que decidieron retomar la lucha. 

Es el propio Moisés, quien hoy vive en Coquimbo, el que nos cuenta cómo motivó a María a seguir adelante. “La gente puede decir que ha pasado mucho tiempo, pero nosotros no perdemos la esperanza de saber qué pasó. Es demasiado extraño que hoy día en el Registro Civil ella figure como viva, que no le hayan dado un certificado de defunción y que no le hayan entregado el cuerpo. Tenemos que recordar que estamos hablando de tiempos que eran sumamente complicados, en los que desapareció mucha gente y cuando eso pasaba tú te quedabas de brazos cruzados, ¿qué ibas a hacer? Era muy complejo para una joven de 20 años ponerse a luchar contra todo un sistema, pero hoy lo estamos haciendo”, cuenta Moisés. 

No había demasiados recursos económicos cuando la familia decidió retomar la búsqueda. Sin embargo, buscaron el apoyo en el municipio de la época. Así queda consignado en una carta certificada del tres de septiembre del 2014, donde el exedil Lorenzo Torres, declara estar al tanto de la situación que afectó a María Tapia Madrid, “una persona honrada, de buena integración social y convivencia con sus vecinos”, y además, señala que le prestará su apoyo para hacer una denuncia en la PDI. 

La denuncia se habría realizado ese mismo año, sin embargo, a la fecha no existirían resultados positivos. 

Pero esta vez no se desmotivaron. Continuaron haciendo las averiguaciones, contactaron abogados, con los que no pudieron seguir trabajando porque no podían pagarles. Pero de los profesionales con los que estuvieron pudo entender la situación: ¿Cómo era posible que la pequeña hubiese fallecido, que no existiera un cuerpo y un certificado de defunción que acreditara  su muerte? Aquella es la misma pregunta que hoy se hace María Tapia y que a estas alturas la tiene con una convicción que nadie le puede sacar de la cabeza. Asegura que Claudia está viva en algún lugar del mundo y sus esperanzas por encontrarla se encuentran más vivas que nunca, pese a que hayan transcurrido 41 años. 

Y fue con esta misma esperanza que el primero de abril del 2016 fueron hasta la OIRS (Oficina de Informaciones y Sugerencias) del hospital de La Serena, donde ingresaron una solicitud formal pidiendo información sobre qué había pasado con la lactante. 

La respuesta la recibieron el 24 de ese mismo mes, pero no fue satisfactoria. No había indicios de qué había sucedido con la niña, ni mucho menos de su paradero. Pero María no se ha dado por vencida y a estas alturas, con todos los antecedentes que ha recabado, reafirma su idea de que Claudia nunca falleció. “Lo sé, es algo que siento. Está viva. Es algo que sólo siente una madre, una que ha pasado por lo que yo he tenido que pasar”, relata, algo más calmada en su casa de Pisco Elqui, con la fidelidad del río a sus espaldas y el amor de otra de sus hijas entre sus manos. 

“Ella está viva, son muchas cosas las que uno piensa, pero creo que está viva. Podría estar en Chile o tal vez se la llevaron para afuera del país, pero tengo la convicción de que está en este mundo. Me gustaría conocerla, ver cómo es, si se parece a sus hermanas, que sepa que tiene tres hermanos más…  Yo sé que ella está acá…  A mi niña se la robaron”.  

HASTA LAS ÚLTIMAS CONSECUENCIAS

La familia de la pequeña desaparecida llegará hasta las últimas consecuencias. Por estos días ya se encuentran buscando apoyo para conseguir un abogado que los pueda ayudar, para interponer acciones legales contra el hospital de La Serena y el Servicio de Salud. 
Cuando llegamos hasta el recinto hospitalario de la capital regional, pensamos que nadie recordaría el caso. Claro, prácticamente no hay funcionarios que hayan estado en 1976, año en que tuvieron lugar los extraños acontecimientos, pero nos llevamos una sorpresa. Resulta que el “caso de la guagua perdida”, constituye un hecho que parece estar en el inconsciente de los trabajadores más antiguos y de algunos nuevos. 
Y es que la historia se ha traspasado de generación, como un mito que se mantiene en el tiempo cuando las paredes no quieren callar. Pero claro, nadie sabe con certeza qué fue lo que realmente sucedió, y por lo mismo, hablar del tema resulta complejo. 
Pero fuimos hasta las oficinas de la OIRS y ahí, la encargada, Elsa Álvarez, sin entrar en detalles ni manifestarse en relación a si conocía el tema con anterioridad, admite que en abril del 2016 recibieron la solicitud formal por parte de la familia para que les entregaran antecedentes del caso y que ya les dieron una respuesta a la que no pueden referirse por motivos legales. 
Más tarde, de acuerdo a la información recabada por diario El Día, se inició una investigación interna al interior del nosocomio –la cual todavía continúa en curso- para esclarecer la situación. Los antecedentes deberían ser entregados a los familiares en cuanto se tenga algo concreto sobre lo que realmente sucedió hace 41 años con la pequeña Claudia. 

SIN REGISTRO

Consultado, el director del Servicio de Salud de la Región de Coquimbo, Ernesto Jorquera, asegura que no conocía del tema hasta que ingresó la solicitud de información a la OIRS del hospital de La Serena, pero admite que cuando comenzó a hacer las averiguaciones se encontró con que bastantes funcionarios habían oído de la situación. “Hice averiguaciones y efectivamente algunas personas conocían del caso, pero estas cosas se desdibujan entre la realidad y la no realidad, porque hay que tener en cuenta que la mayoría de los funcionarios que están hoy en el hospital no estaban en 1976, y no hay nadie que pudiese afirmar nada”, precisó Jorquera. 
El director agregó además que a nivel documental tampoco se podría encontrar información con respecto a la pequeña desaparecida, ya que por ley los archivos se van eliminando. “Por protocolos y una norma de manejo de documentos, se indica que si una ficha está sin movimiento por más de cinco años tiene que pasar a otra parte del sistema de ficheros, en el cual son guardadas por 10 años, pero si pasan estos 10 años y no se ha reactivado la ficha son eliminadas. Entonces, en este caso ya transcurridos más de cuarenta años del caso no es posible encontrar documentos de la paciente”, manifestó. 
Respecto a lo extraño que resulta el que no se haya emitido un certificado de defunción, Jorquera indica que por esos años podía ser más común de lo que se piensa. “Mirado desde la perspectiva actual, sí podría ser inexplicable, pero no tenemos cómo corroborar nada. Y la información que se le dio a la señora es que no hay documentación para hacer algún tipo de afirmación (…) Lo que puedo decir es que hoy no pasarían estas cosas. Estamos en otro momento histórico”, indicó. 

DESCONCIERTO

“Es una situación preocupante y lamentable”. Así define el seremi de Justicia Carlos Galleguillos lo que la ha tocado vivir a María Tapia. Y es que no se explica el que hoy día no haya ningún documento que acredite qué fue lo que sucedió con la hija de la mujer y que en su minuto no se haya emitido ningún tipo de documento. “Resulta sumamente extraño, porque se supone que esa guagua habría estado bajo la custodia de profesionales de la salud, un recinto público que debió haber protegido a un lactante”, indica. 
Con respecto al accionar del Registro Civil en su minuto, señaló que si la menor hubiese fallecido, ellos deberían haber tomado conocimiento. “El Registro Civil acompaña a la persona desde el momento de nacer hasta su muerte. Cualquier fallecimiento de un ciudadano nacional debe ser acreditado con un certificado de defunción, por lo tanto, si la persona murió, debió haber sido emitido algún documento legal (…) Esta no es una situación normal (…) Aquí, desde mi perspectiva, si esa persona no ha sido ubicada y no hay un certificado de defunción esa persona no debería estar fallecida, sólo desaparecida”, enfatizó. 
Galleguillos también hace hincapié en el contexto histórico por el que estaba atravesando el país cuando ocurrieron los hechos, en plena dictadura, donde, según la autoridad, se facilitaba que sucedieran situaciones como esta. “Durante ese tiempo muchas personas desaparecieron y hoy día hay gente que vive sin conocer el paradero de esta gente. Obviamente que esta situación se enmarca de dentro de las actividades que realizaron agentes del Estado que significaron la vulneración de los derechos de las personas y su desaparición forzada. Esta es una situación que se puede englobar dentro de un contexto donde no existía un Estado de Derecho, sino un régimen dictatorial donde pueden haber ocurrido situaciones como esta”, sostiene un enérgico seremi. 

ALGO IRREGULAR

El actual director regional del Servicio Médico Legal, Jorge Díaz,  ve que a todas luces aquí se produjo un evento irregular. “No existe ninguna posibilidad, si es que efectivamente este bebé falleció, que no haya sido trasladada al Servicio Médico Legal, está fuera de todas las posibilidades dentro del procedimiento. Si ha ocurrido una cosa de este tipo obviamente que es irregular, porque no puede haber un traslado sin un documento de respaldo”, sostiene el director. 

DE VUELTA AL VALLE

“Me tengo que ir a la feria ya”, dice María Tapia, con una leve sonrisa, que de pronto quiere cubrir su tristeza. No se mueve de su asiento, ni toca las artesanías que hace poco rato elaboró y que dejó sobre la mesa de madera. 
Su hija Carolina que la ha acompañado durante nuestra conversación la mira fijo. La madre revisa con su mano derecha que en sus mejillas no queden rastros de lágrimas. No puede mostrar flaqueza, no quiere. Está convencida de que son tiempos de lucha, de esperanza, no de resignación. 

 


Carlos Galleguillos, Seremi de Justicia: “Durante ese tiempo muchas personas desaparecieron y hoy día hay gente que vive sin conocer el paradero de esta gente. Obviamente que esta situación se enmarca dentro de las actividades que realizaron agentes del Estado, que significaron la vulneración de los derechos de las personas y su desaparición forzada”. 

 

 

ESPERANZA FRATERNA
Carolina Carmona nunca conoció a su hermana Claudia. Ella ha visto el dolor de su madre durante toda su vida y por eso hoy también está comprometida en la lucha por saber qué fue lo que realmente sucedió y dónde está Claudia Tapia. “Yo también creo que ella está viva. Tal vez por el paso de los años y por querer estar tranquila, una se cansa un poco de luchar, pero yo no quiero dejar de hacerlo. Queremos seguir intentándolo, nunca es tarde y estamos con mucha fe y esperanza de que vamos a lograr algo. De que vamos a encontrar a mi hermana, porque yo sé que está con nosotros. Ya no tengo ninguna duda”, relata. 

 

 


Jaime Díaz, director del SML: “No existe ninguna posibilidad, si es que efectivamente este bebé falleció, que no haya sido trasladada al Servicio Médico Legal, está fuera de todas las posibilidades dentro del procedimiento. Si ha ocurrido una cosa de este tipo obviamente que es irregular”.

 

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