• Omar Segundo Villanueva
  • Isabel Véliz
  • Alfredo León Araya
Crédito fotografía: 
Lautaro Carmona
Dentro de las demandas sociales existe una en la que el consenso es absoluto: Hay que mejorar las pensiones de los adultos mayores. La situación actual es crítica, y buena parte de ellos ni siquiera alcanza a llegar a fin de mes. Conocimos algunas historias de personas que deben sobrevivir con poco más de 100 mil pesos y que esperan con ansias las reformas que pueda concretar el Gobierno.

Uno de los puntos primordiales de la Agenda Social es mejorar las jubilaciones de los adultos mayores. Desde hace varios años que se viene cuestionando el sistema de AFP, y los números hablan por sí solos. Según indica el experto Juan Dabed “entre el 2007 y el 2014, incluso un grupo de cotizantes de un tramo alto tiene un promedio bajo de pensiones cuya mediana no supera los 125 mil pesos (…) La gente, al momento de jubilar ya entra en una condición de miseria y por eso el descontento”, asevera, categórico.

Por lo mismo, ya se trabaja en reformas y el 20% en el alza de la pensión básica solidaria anunciado por el presidente de la República Sebastián Piñera se convirtió en un 50% luego de las propuestas del legislativo. Aquello se está discutiendo actualmente en la cámara de diputados, ya que desde el ejecutivo han visto con buenos ojos este aumento, pero quieren hacerlo de manera gradual, lo cual no genera consenso.

En lo inmediato, todavía no hay nada más que propuestas. Mientras tanto, los adultos mayores, uno de los grupos más vulnerables del país, deberán seguir esperando.

Duros testimonios

La historia de Isabel Veliz es un ejemplo de lo complejo que puede ser llegar a la vejez. Siempre cotizó de manera particular, ya que se desempeñaba como modista y tenía una cartera de clientes que la llamaba de manera esporádica para realizar sus confecciones. Le alcanzaba para vivir, hasta que llegó el momento de jubilarse a los 60 años y por motivos personales no pudo continuar con sus labores remuneradas.

Pensó que recibiría más dinero, al menos algo similar a lo que percibía cuando estaba activa, sin embargo, se llevó una lamentable sorpresa cuando vio la cifra con la que tendría que vivir a partir de ese momento. Eran 105 mil pesos los que le correspondían, pese a haber trabajado durante décadas. “La explicación que le doy yo al tema es que tenía baches, o estas lagunas”, cuenta la mujer, quien solo logra subsistir juntando la pensión de ella y con la de su marido. “Con eso nos tenemos que arreglar, pero así todo no nos alcanza. Él recibe cerca de 180 mil pesos, y entre pagar luz, agua, remedios y comida se nos va todo. Dejamos algo para el gasto diario, que es más que nada para comprar pan. Es una vida bastante triste la que llevamos”, relata Isabel, cuya voz se quiebra cuando habla.

Pese a que intenta ordenarse, ha habido meses en que simplemente el dinero no les ha alcanzado. Nadie los ayuda. No tuvo hijos y pedir dinero a sus hermanos no es algo que le acomode. “Ahí hay que aguantarse nomás, ser fuertes, con mi marido nos hemos acostumbrado. De todas formas, hace tiempo que no nos pasa que nos quedamos sin dinero, y no nos ha faltado el pan. Eso sí, con muchas privaciones. De pensar en salir a pasear el fin de semana, o algo como hacer un asado un día domingo, ni hablar, no se puede nomás. Hay que resignarse a que esta es la realidad que nos tocó”, expresa.

Por lo mismo, valora el que “Chile haya despertado”, y que una de las demandas sociales que más se escuche sea el aumento de las pensiones. “Yo valoro mucho lo que se está haciendo, y que lo estén haciendo los jóvenes, porque nosotros no fuimos capaces de hacer nada, sólo de juntar rabia”.

Las AFP y la peor decisión

Isabel estaba en el sistema antigua, el de reparto que muchos hoy postulan como la panacea para solucionar el problema de los pensionados, el que sin embargo a ella, al no pertenecer a una caja en específico no le benefició. Pero en la actualidad, la gran mayoría de quienes han jubilado lo han hecho bajo el tan cuestionado sistema de AFP, el que, para muchos, no ha hecho más que agudizar el problema de las pensiones de los adultos mayores.

Omar Segundo Villanueva tiene 87 años y, según cuenta, la AFP le entrega mensualmente la suma de 112 mil pesos, algo que definitivamente no le alcanza para vivir. Aunque dice haberse resignado a vivir así, con lo justo, admite que las mejoras son necesarias, no por él, sino que por las generaciones que vienen. Cuando lo abordamos en el Empalme de Coquimbo, simplemente se desahoga. “Con esto quién va a vivir, nadie. Si es una miseria, si yo no viviera con mi hijo y mi hija no podría comer, pero hay gente que no tiene esa suerte. Aquí a los viejos nadie los ha tomado en cuenta durante años y ahora hablan muchas cosas, pero se quedan en puras palabras. No sé si estas marchas y cosas nos van a ayudar en algo, si es así bienvenido sea, pero yo creo que no, que no le servimos a nadie, y vamos a seguir postergados”, dice don Omar, pesimista y continúa sentado en aquel banco al que acude diariamente desde hace varios años al centro de la comuna puerto donde ve pasar a la gente y recuerda cómo pasaron sus años en las últimas dos décadas cuando su salud le impidió continuar trabajando y el sistema le dio la espalda.

Muchos años, poca retribución

Don Alfredo León Araya es otro de los que ha vivido la precariedad desde que jubiló. Trabajó en estructuras mecánicas durante toda su vida, con pocas lagunas pero igualmente su pensión hoy no supera los 150 mil pesos. “Estuve en diferentes empresas, durante 40 años pero ni eso me bastó para tener una pensión decente el día de hoy”, expresa, con rabia.

Recuerda que su situación fue particular, y, por cierto “injusta”. Estaba en el antiguo sistema de reparto, con un seguro social, pero sus jefaturas en la compañía en la que se encontraba cuando el sistema de AFP comenzó a regir, los obligaron a cambiarse. “Ahí no tenía opción, o me cambiaba o me echaban, fue una condición que nos pusieron a los trabajadores y no nos quedó otra. Yo no tuve mayor problema en ese momento, porque no sabía si este nuevo sistema era mejor o era peor, pero si me preguntas ahora. Lo mejor que podía haber hecho era haberme ido, renunciado y seguir con el sistema antiguo. No estaría tan mal como ahora”, relata Alfredo, con 76 años a cuestas.

La peor cara

El presidente regional de Achipen (Asociación Chilena de Pensionados) Raúl Montecinos, insiste en la urgencia de modificar el sistema de pensiones para que historias como las de Isabel, Omar, y Alfredo no se perpetúen. “Aquí tenemos personas que ganan incluso desde 40 mil pesos de jubilación, imagínate lo que es eso, una miseria que hay que solucionar de manera urgente”, sostuvo.

Agregó que, como dirigente le ha tocado ver realidades bastante crudas. “Hay gente acá, pensionados que tiene que ir a recoger los restos que quedan en la feria para poder comer. Otros se tienen que encalillar en los negocios del barrio, es una situación bastante dramática”, expresó Montecinos.

Para él, lo más recomendable sería volver al sistema de reparto. “Nunca se debió haber sacado, porque con ello llegó el sistema de AFP que ha significado un robo descarado”.

Las reformas

El seremi de Trabajo y Previsión Social de la Región de Coquimbo, Matías Villalobos, enfatizó en que se está trabajando para mejorar el sistema previsional. Primero que todo explica por qué se pueden dar tantas diferencias entre las pensiones de uno y otro trabajador. “Esto se puede dar por diversos motivos. Tiene que ver con los años cotizados y los montos cotizados. Recordemos que el sistema actual es de acuerdo al ahorro individual y las personas que por ejemplo no hayan cotizado nunca en su vida, podrían también tener una pensión a través de la pensión básica solidaria que hoy día está en los 110 mil y fracción”, precisó.

Admite que el sistema tiene que mejorar y que hay falencias y lo ha visto con sus propios ojos, ya que personas que han cotizado y trabajado toda su vida están percibiendo un monto menor a la pensión básica solidaria. “Esto hay que analizarlo caso a caso. Yo les recomiendo que hagan las consultas en el Instituto de Previsión Social, porque hay casos en que las personas pueden tener un aporte previsional solidario como un complemento a su pensión y no lo saben”, manifestó.

Respecto a la reforma, Villalobos enfatizó en que existen medidas a corto, mediano y largo plazo. “Tenemos que ir resolviendo este problema. Se ha llegado a un acuerdo para fortalecer el pilar solidario. A contar del primero de enero del 2020 se aumentaría en un 50% de inmediato las pensiones de aquellos adultos mayores de 80 años de edad o más. En un 35% en las personas entre un 75 y 79 años, y al 2021 aumentan en un 50%. Respecto a los menores de 70 años de edad, aumentan el 1 de enero del 2020 en un 25%, luego en el 2021 un 40% para acumular así para el año 2022 un 50% de aumento. Esto, para los beneficiarios del pilar básico solidario”, expresó Villalobos.

Esto beneficiaría a un millón 600 mil personas en el país y serían 72 mil personas en la región. “En su mayoría son personas que nunca cotizaron, o lo que les alcanzó para ahorrar, no fue suficiente y el Estado le complemente su pensión autofinanciada”, especificó.

Todas estas medidas se pretenden conseguir en el corto y mediano plazo. En el largo plazo existen otros ítems contemplados como incorporar a la clase media, entre otras mejoras.

Un sistema “solidario en general”

El asesor previsional, Pedro Prado Moreno, cree que las medidas que está proponiendo el Gobierno “son insuficientes y están mal enfocadas”. Le parece que el sistema en general debe cambiar y que no es suficiente con las reformas, sino que “hay que cambiar el sistema de raíz”.

En relación a quienes postulan que el sistema de reparto es la solución, Prado tampoco comulga con la idea, ya que “ese sistema también fracasó”. En esa línea, le parece que lo que hay que hacer es “Tenemos que encontrar y combinar las mejores formas de previsión que hemos tenido, estatales, fraternales, e individuales. De ese conjunto de expresiones donde lo esencial sea la pensión social, asegurar que cualquiera sea la contingencia no se deteriore la calidad de vida de los grupos familiares. Tiene que haber una mixtura”, recalcó.

 

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