Las alarmas se encendieron en el Gobierno, organismos de la salud y en los medios de comunicación: los casos de contagio con el VIH han aumentado un 66% en los últimos 6 años en todo Chile. En 2016 se registraron más de 4 mil 900 casos y se estima que este año terminará con cerca de 5 mil 200 infectados.Las cifras del Ministerio de Salud apuntan a que hay 61 mil personas que están en riesgo de contagiarse con la enfermedad, lo que no hace sino más patente que se debe hacer algo urgente para frenar su avance.Hay medidas anunciadas, como la venta y aplicación de autotest y la entrega de fármacos que podrían evitar el contagio, pero es evidente que el problema no podemos seguir atacándolo cuando ya es tarde.Y aquí cada cual tiene que asumir sus propias responsabilidades, pero cada vez que se ha intentado hacer una campaña explícita y abierta para frenar el avance del VIH, hay sectores que se han opuesto férreamente.Por eso, llama poderosamente la atención cuando esos mismos sectores se oponen a que el Estado juegue un rol en materia de educación y orientación en la diversidad sexual, pero ahora culpan al Gobierno por no haber hecho campaña contra esta pandemia. O sea, más Estado cuando nos conviene no más.Lo peor de todo es que esta enfermedad ahora es controlable y no necesariamente mortal. Eso no significa que debamos relajar los esfuerzos y no hacer lo que debe hacer un Gobierno: campañas de salud que informen con total claridad los riesgos a los que puede enfrentarse la población. Las convicciones  personales, religiosas o morales son precisamente eso, personales y lo que debe hacer el Estado es dictar políticas públicas más allá de las preferencias de las personas.Aún hay oportunidad de enmendar el rumbo e iniciar verdaderas acciones que protejan la salud de la población y en especial de nuestros jóvenes. Y ahora que  todos coincidimos que el Estado sí tiene un rol, hemos de esperar que nadie se sonroje por decir que hay que usar condón. 

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