La productividad de un trabajo sea público o privado, en mi concepto, será proporcional a los grados motivacionales y de actitud de las personas. Por el impacto y la sensibilidad que implica el servicio público, en esta oportunidad intento focalizar, dando énfasis en ciertos aspectos, para que se transforme en insumo de reflexión con efectos constructivos.
Creo que la verdadera motivación, es una fuerza interior que nos impulsa a hacer cosas por agrado y deseo de realizarlas, sin pensar en una recompensa determinada sino tan sólo la buena ejecución de la misión a cumplir. La expreso como verdadera, porque claramente existe también la motivación basada en un incentivo o incluso en una presión o castigo; pero éstas no corresponden al énfasis de esta intervención.
He postergado la llamada motivación extrínseca, que se relaciona básicamente con los incentivos económicos, porque ésta funciona bien según los estudios, sólo temporalmente hasta que se consigue el nivel o estándar que la persona considera adecuado. En la mayoría de los casos, la motivación extrínseca sólo produce un aumento de productividad a corto plazo, siendo incluso a largo plazo negativa.
Postulo que la fuerza interior mencionada que genera las motivaciones, se nutre entre otros elementos de los valores y principios de las personas, sus creencias y de aquellos aspectos que en ocasiones los llamamos vocacionales. Ahora, el comportamiento que tiene una persona para hacer lo que hace, se le llama actitud. Podemos decir que es un estilo de vida o una forma de ser. La actitud, siendo un comportamiento, puede ser modificada; en este sentido, la actitud es un hábito que se adquiere y como sabemos que existen diferentes tipos de actitudes, en esta oportunidad nos referimos a la actitud positiva.
En el mundo de los servicios públicos, la actitud de las personas es el principal factor de éxito y satisfacción por parte de los usuarios, y ello, porque las únicas referencias para el usuario, simplemente se derivan de las cualidades de la persona que los atiende. Claramente las personas hacen la diferencia enfocado precisamente en la actitud positiva. Por ello, la actitud de un servidor público no puede ser ni negativa ni neutra porque de esa manera, no aporta ningún valor, a lo que es esperado y requerido por el usuario.
En la actualidad, las empresas inteligentes del mundo, más allá de dedicar enormes inversiones para implementar CRM o soluciones globales, se encuentran desarrollando políticas que les permitan gestionar adecuadamente las actitudes positivas de las personas.
El servicio público necesita personas con actitud positiva, porque ellas tienen una gran resistencia al fracaso, son perseverantes, entusiastas y proactivas, además de una buena capacidad para escuchar y con marcado espíritu de servicio.
Está en nuestras manos elegir hacer bien nuestro trabajo, escoger ayudar a servir mejor a nuestra sociedad, que es lo que inspira a este gobierno con el propósito de lograr un Chile con mayor bienestar y desarrollo.